La poesía de Miguel Veyrat: iluminación de la palabra y epifanías del mundo

Su poemario 'Poniente' es una experiencia interna que se verbaliza desde la carencia del lenguaje para expresar lo sentido. Manuel García Pérez, crítico literario de MUNDIARIO, toma la palabra.
La poesía de Miguel Veyrat: iluminación de la palabra y epifanías del mundo

Miguel Veyrat

Portada de 'Poniente'

Cómo expresar que la poesía de Miguel Veyrat es una poesía que ignora con voluntad la distinción entre el significado y el acto de significar, si la realidad del creador no solamente es lo percibido, sino también lo que leído, como una vida segunda, se convierte en otro espacio literario en el poema. Siguiendo a Husserl, el mundo se torna resultado de la conciencia, más allá de los estímulos.

Poniente, en Bartleby Editores, comprende el trabajo riguroso del creador que despierta a la experiencia desde el lenguaje y que reconoce el convencimiento de su derrota. Veyrat sabe que el hecho de profundizar en la totalidad con el lenguaje es inútil, y, sin embargo, necesario para explorar las posibilidades que resurgen desde la visión caótica y azarosa del mundo: “Querría interceptar este rayo que/ se alza desdeñoso ante la palabra perdida que aún/ no puede pronunciarse” (pág. 23).

La aceptación de esta derrota conviene que el poema, surgido de la conciencia, sea una experiencia interna que se verbaliza desde la carencia del lenguaje para expresar lo sentido, aunque Veyrat supera esa pérdida  desde la virtualidad de su intuición y de su técnica. En palabras de George Steiner, la poesía, pese a su incapacidad para nombrarlo todo, dará al hombre una morada: “(…) Y prácticos verbos/ para recrear dolor/ o amor sobre distintos objetos./ Y creer así que existimos,/ hasta quedar mudos para siempre” (pág. 69).

Fiel a su simbolismo de resonancias clásicas y anglosajonas, sus versos, con un acentuado progreso de depuración a lo largo del tiempo, fundan el  mundo desde la metáfora y desde la intertextualidad. Lo que conduce a  Veyrat a su convicción de que el verbo destaca sobre lo visible, pues precisamente el mundo es in-visible a través de la palabra como forma, como reverberación de otra palabra que intenta definir lo real: “Fango fango negro adán. Fallaba/ el instrumento: Apelaron más poetas/ para medir lo exacto. Más voces/ mal traducidas transitan turbia/ rapsodia gas cristalizado.Abolida/ John Donne tu profecía. Thou shalt not die!” (pág. 115).

Características de su poesía en Poniente incluyen la exploración del lenguaje a través de la polisemia como forma de reinterpretar  un mundo que muda constantemente: “Destellan versos/ sigilosos a expensas del vacío” (pág. 33). Su manejo del hipérbaton y del ritmo es espontáneo, en apariencia, y demuestra esa necesidad de convertir el poema en un significante autónomo a la deriva dentro de su proceso de composición de una realidad ajena, y próxima al mismo tiempo, en el que el poeta se siente involucrado, pero de la que necesita excluirse para poder presentirlo y trascenderlo: “Mas pensemos que acaso no sean muy seguros/ esos parajes de Levante en los que la especie nos coloca” (pág. 92).

Sus anotaciones, sus ecos metaliterarios, sus citas, el uso del inglés, por ejemplo, evocan esa mismidad literaria que el verso de Veyrat necesita para comunicar el-más-allá-de-la-vida, el-más-allá-de su propia literatura desde otras voces como Pound, Leopardi, Mallarmé o Machado. La búsqueda en vano de los profusos significados que no distinguen lo real de la experiencia literaria aleja a Veyrat de todo sentimentalismo y tono elegiaco. Su poesía pertenece a la incertidumbre, a esa necesaria revelación por averiguar, sin conciencia del tiempo, la capacidad del verbo. Su epifanía, cuando prende su voz auténtica en la memoria de unas páginas escritas por un desasosiego silencioso: “Sobre un arco de mente en mente funda/ las formas de alzar techos/ al viento con la luz pautada en palabras/ o cifras de febril amargura. / Así elevaste tú estos cantos en su honra” (pág. 131).

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