Kiko Hernández: construcción y deconstrucción del colaborador de Sálvame

Kiko Hernández/ecoteuve.eleconomista.es
Kiko Hernández/ecoteuve.eleconomista.es

Kiko Hernández es el político que necesitan muchos partidos. Nervio, magnetismo y fingimiento son las virtudes del colaborador del programa de Telecinco, Sálvame.

Kiko Hernández: construcción y deconstrucción del colaborador de Sálvame

Kiko Hernández se construyó a sí mismo. Sin ser un concursante legendario en GH como Fresita o Ismael, Kiko aprovechó la oportunidad que le dio Telecinco y convirtió su mala leche y su mordacidad socarrona en virtudes que atrayeron a los telespectadores. Por qué. No fue sólo su mala leche, sino también esa capacidad para elaborar un discurso espléndido con cualquier chorrada del mundo rosa.

En boca del colaborador, unos cuernos se transforman en un acontecimiento transcendental para la evolución de las especies. Ese es el milagro de Telecinco y de Sálvame, que un treintañero de colegio de paga sea un político en ciernes, un apasionado de sí mismo y de la farándula. Todo es verosímil y sustancial en boca de Kiko Hernández. Todo es más que creíble. Su apariencia de Don Cicuta y ese retraimiento a hablar de su vida pivada contribuyen a esa flema inglesa que traduce su semblante hierático y una mirada de intelectual del 98. Kiko Hernández es vetusto, pero eso no es malo. Yo también lo soy. "Vetusto" es una de las palabras más bonitas que conozco. Lo mejor de este colaborador es que ha sido escuela para otros tertulianos, los políticos. Hay tertulianos políticos que imitan a Kiko Hernández.

 Alfonso Rojo y Eduardo Inda son cada vez más Kiko Hernández y eso es prodigioso porque elevan la palabra "vetusto" a un imaginario poético que ya quisiera haber tenido Quevedo. Os dejo, que la comida se quema.

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