Joseph (Aleksándrovich) Brodsky: ruido de dos aguas, del Neva al Hudson

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Brodsky en la Plaza de San Marcos.

De Rusia a Estados Unidos, de Leningrado a Nueva York, con final en Venecia, la obra poética de Joseph Brodsky se erige como un ejemplo de modernidad.

Joseph (Aleksándrovich) Brodsky: ruido de dos aguas, del Neva al Hudson

Joseph Brodsky (1940-1996) era un poeta cosmopolita y moderno, en su obra se puede vislumbrar el profundo eco de los paisajes y las culturas que lo poblaron, desde su Rusia natal hasta el Estados Unidos del exilio y muerte: Leningrado-Nueva York, principio y fin de una historia insólita, sin embargo sus restos reposan en una humilde sepultura sita en la “Isla de los muertos”, San Michele, en la laguna véneta, muy próximo a otro ilustre de la lírica contemporánea: Ezra Pound. 

De ascendencia judía, este literato autodidacta fue acusado de “parasitismo social” y condenado a cinco años de trabajos forzados en el campo penitenciario de Arcángel, al final su sentencia fue indultada, logrando permanecer tan sólo dieciocho meses. Fue hacia 1964-1965. Tras esta traumática experiencia, se mantuvo distante hacia el régimen y aunque sus reservas no se materializaron en una discrepancia abierta hacia las autoridades soviéticas, dos breves estancias, en Viena y Londres, le animaron finalmente a salir de la URSS y asentarse en Norteamérica, adquiriendo la nacionalidad estadounidense en 1977.

Desde 1972 inicia un amplio periplo de viajes por diferentes países, que irán calando en el sustrato sensible de un poeta para quien el lenguaje, y por ende la lengua, constituía la verdadera patria, un asidero inexpugnable desde el que enunciar su alocución al mundo, así fue configurando un paisaje interior como muda instantánea de lo vivido. Sus viajes a México e Italia tendrán su versión lírica en “Divertimento mexicano” y “Estrofas venecianas”. El mar picado de Inglaterra e Irlanda, la tierra llana de Holanda, la nieve en Suecia y un sinfín de vistas y visiones que se grabaron a fuego en la retina y la memoria.

Brodsky irá poblando su particular paisaje interior con personajes de otro tiempo, para ello viajará con la imaginación a épocas remotas, desde la antigua Bizancio hasta la Roma de Horacio y Tiberio, pasando por el Egipto bíblico. Todo ello irá configurando un clasicismo de cuño propio, fruto de un nomadismo vital y apátrida.

Nunca volvería a la tierra natal, como gustaba de calificarla su gran amiga Anna Ajmátova. Para Brodsky Rusia siempre fue Tristia, la patria de uno de sus grandes maestros, Ossip Mandelstam, quien siempre soñó con crear una cultura universal a partir de la propia. Un ideal que de alguna manera asumirá Brodsky pues en el exilio continuó escribiendo en su lengua materna, que alternó con la de adopción, el inglés, las dos configurarán a un escritor eminentemente occidental, cuyas fuentes son muy densas y variadas, es conocida su veneración por W. H. Auden y otros poetas ingleses, cuya influencia fue decisiva a la hora de adoptar una visión metafísica de la realidad, no exenta de melancolía.

El ruido de dos aguas, del Neva y del Hudson, enmarcará gran parte de las vivencias del poeta, que finalmente acabará rodeado por ella. Curiosamente Brodsky títuló Paisaje con inundación (1996) al último de sus libros, publicado póstumamente. Sus cenizas descansan en Venecia, a la que dedicó el ensayo Marca de agua (1992).

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