José Pedro Sebastián de Erice, un hombre para todas las estaciones

José Pedro Sebastián de Erice. / RR SS
José Pedro Sebastián de Erice. / RR SS
Cuando nos deja un amigo, siempre abre un vacío en lo privado. Cuando nos deja un profesional extraordinario, tanto en la diplomacia como en la empresa, siempre abre un vacío en lo público.
José Pedro Sebastián de Erice, un hombre para todas las estaciones

Conocí a José Pedro Sebastián de Erice, siendo como fue un gran amigo de Alemania. Especialmente estrecha fue nuestra relación profesional durante su etapa como embajador de España en Bonn y después Berlín, entre 1996 y 2002, años en los cuales tanto hizo por lograr que la cooperación entre los dos países llegase a niveles siempre más altos. El Foro Hispano-Alemán, una institución que bajo la presidencia de honor de S.M El Rey y el presidente de la República Federal de Alemania ha sido un gran motor de las relaciones hispano-alemanas, le debe mucho. Igual que el Círculo Hispano-Alemán, al que se incorporó después de regresar a Madrid y cuyas reuniones enriquecía con sus fundadas aportaciones a la discusión de temas de actualidad. Y que la Fundación Euroamérica, a cuyos desayunos asistía a menudo. En la última década José Pedro ya no nos podía acompañar tanto, por su lucha contra un cáncer de pulmón, que le venció el 6 de mayo a los 77 años

El ex secretario de Estado Ramón de Miguel, que lo conocía muy bien, explicaba en su obituario en El País esta mañana que su colega como embajador “ha pertenecido a una gran saga de diplomáticos, los Sebastián de Erice. Su padre lo fue, así como sus tres tíos y lo son su hermano Álvaro y muchos de sus primos y sobrinos”. Sus etapas como subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores y embajador de España en Pekín son recordadas como brillantes. Lo mismo que sus dos etapas en Técnicas Reunidas, compañía líder en la ingeniería energética y de hidrocarburos. De 1982 a 1996 y nuevamente de 2006 a 2019 contribuyó como secretario general a su exitosa expansión internacional.

Era un hombre que creía en la Unión Europea, en la importancia de América Latina para España, en la globalización y en afianzar lazos entre países y personas. Que cautivaba por su eterna sonrisa, su educación, su capacidad de escuchar y presentar sus argumentos con conocimiento. Por su propensión al dialogar, a prestar ayuda donde era necesaria y a ser útil a la sociedad en su conjunto. Era generalista y detallista, emprendedor y prudente, tolerante y de ideas claras. Mantenía la calma cuando los ánimos se acaloraban, tomada la palabra con serenidad y sentido común. Por eso era tan respetado, tanto en la diplomacia como en la empresa.

En lo personal, su familia lo era todo.  Teresa, su mujer austriaca, y sus cuatro hijos. A los que veneraba. Veraneábamos en el mismo lugar, Sotogrande, pero allí no coincidimos tanto como en Madrid, por diferentes calendarios vacacionales. José Pedro y su mujer irradiaban en todas partes amabilidad y generosidad. Eran amigos de sus amigos y cercanos a todo el mundo que les rodeaba. Hombres como José Pedro quedan pocos. Por eso los que le admirábamos le echaremos de menos. DEP, querido José Pedro. @mundiario

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