Sobre las infinitas ideas acerca de la felicidad

Debate sobre la felicidad en el programa Millennium, de la 2 de RTVE.
Debate sobre la felicidad en el programa Millennium, de la 2 de RTVE.

Marina aseguró que nunca nos pondremos de acuerdo en cuanto a la felicidad subjetiva. Cada uno encuentra sus recursos para obtenerla.

Sobre las infinitas ideas acerca de la felicidad

Entre tanta basura como hay en televisión, no estaría nada mal que hubiera un canal temático dedicado a diálogos filosóficos sin fin. Sería un medio barato, pues los contertulios y el moderador no cobrarían, y no serían precisos apenas decorados (en la radio aún sería más barato, nos ahorraríamos el coste de las cámaras, aunque nos privaríamos de ver los rostros pensantes). No sería necesario que quienes participasen fueran profesionales de la materia, sino que podrían asistir también aquellos aficionados al pensar, los que hubieran reflexionado a fondo sobre el tema propuesto como punto de partida. Y se me ha ocurrido esto, otra vez, después de haber visto uno de los últimos programas de Millennium, que me ha resultado cortísimo, el dedicado a la felicidad, con la participación de José Antonio Marina, Luisgé Martín, Francisco Mora y Victoria del Barrio.

Me gustaron, sobre todo, dos ideas. La de Marina, social, distinguiendo la felicidad objetiva y la subjetiva, confiriendo la necesaria importancia a la construcción de una sociedad en la que sus miembros se sientan libres para acometer esa otra felicidad subjetiva, que es ya una tarea personal. También me gustó la convicción de Victoria del Barrio, por optimista —aunque ella hablaba de los niños, más maleables, en los que es experta—  de que la felicidad está constituida por una suma de emociones positivas que hemos de aprender —y enseñar, cuando se pueda— a obtenerlas. Dijo del Barrio: “Se puede ser feliz en el sentido de suma de momentos agradables en la vida”,  “esas emociones de baja intensidad positiva son las que tenemos que enseñar a los niños”, “las emociones básicas, la ira, el miedo y la alegría pueden ser moduladas”.

Sentí mucha afinidad con lo que dijo, fuera del plató, la filósofa catalana Victoria Camps: “Aceptar la vida tal como es, la contingencia de la vida, las limitaciones de la vida, aceptar las frustraciones, saber superarlas”, “la felicidad no la mide más que cada uno en la medida en que cada uno procura que su vida tenga un sentido, que su vida tenga un equilibrio, que pueda estar satisfecho con lo que hace, que tenga expectativas de vida, que tenga ganas de vivir”. Esta filósofa también coincidía en ese aspecto social de base mínima para poder aspirar a la felicidad.

Marina aseguró que nunca nos pondremos de acuerdo en cuanto a la felicidad subjetiva. Cada uno encuentra sus recursos para obtenerla. A continuación expongo algunos de los soportes que me parecen deseables para poder aspirar a, al menos, un humilde y recurrente sentimiento de estar bien en la vida. Aunque me parecen respetables otras opciones, incluso las de quienes no priorizan la felicidad —esa fobia sistemática al dolor— sino el desarrollo de una intuida misión en la vida.

Partiendo de que las necesidades básicas estén resueltas, de que se goce de suficiente salud, de que no se estén viviendo situaciones altamente perturbadoras, entiendo que estas actitudes —entre otras—, que detallo a continuación, pueden ayudar a percibir la vida como algo gratamente estimulante:

1) Sentir que existen siempre renovadas expectativas de desarrollo propio y de disfrute de la realidad. Esto viene relacionado con un estado en el que uno siente permanentes ganas de hacer algo, que es lo contrario de la depresión. Sentir ganas de comer, de encontrarse con los amigos, de gozar —solo o acompañado— de las diferentes maneras en que se ha aprendido a hacerlo (cada uno tienes las suyas, unas más tranquilas que otras, pero lo que no han de generar son efectos secundarios, contradicciones radicales). Vivir en el deseo de contribuir a que haya atmósferas gratas, sentirse capaz de ayudar y estar dispuesto a hacerlo en alguna medida. Conservar la certeza de que, a la vuelta de cada esquina, acompañando a las reiteradas y oscuras noticias, está también la firme oposición de la luz.

2) Lo anterior no es posible sin un sensible dominio de la inconsciencia. Hemos de tener la capacidad de desconectarnos momentáneamente de los conflictos, de lo triste, tanto de aquello que está más lejos, en el mundo, como de lo que nos acompaña en nuestra cercanía. Lo que no quiere decir que nos insensibilicemos permanentemente ante esos males que padecen los otros, ante las incertidumbres que nos atañen, que no los intentemos socorrer cuando sentimos que personalmente nos interpelan, que dejemos de apoyar una sociedad solidaria.

3) Otra de las bases de la felicidad puede ser la constancia de la propia potencia, de la pericia adquirida para desenvolvernos fructíferamente en las situaciones que habitualmente se nos presentan. Para ello, hay una condición básica, que es la salud; pero también aquel empeño, aquella buena dirección, para nutrirnos de fortalezas, para asumir las dificultades como parte del juego. 

4) Existe la felicidad del maligno, del envidioso, del celoso, del ególatra. Aunque es una felicidad tan potente como defectuosa, una manchada flor que muy de vez en cuando florece en el vertedero de sus deseos. La felicidad más sostenida es la que se fundamenta en la bondad, entendida esta como la sensación de riqueza propia que nos sitúa en la mirada magnánima, en la aceptación en el otro de sus humanas deficiencias.

5) La paz, la sensación de que cumplimos con nuestras obligaciones morales, de que amamos, y somos generosos, sin engancharnos en el desprecio ni en el rencor.

6) La disponibilidad de tiempo para actuar sobre aquello que pensamos nos realiza. El  continuo propósito de ser ecuánimes y de enriquecer nuestras perspectivas. 

7) La máxima independencia posible ante el reconocimiento y el afecto de los demás. Saber distinguir si su falta es una consecuencia de nuestra actitud errónea o simplemente una mezquina incapacidad para valorarnos, un desencuentro circunstancial, lo que debe llevarnos a una paciente espera del contacto con quienes estén limpios de prejuicios y servilismos para poder apreciarnos.

8) El sereno y humilde reconocimiento de nuestras imperfecciones, de que estamos en un camino de superación en el que debe prevalecer nuestra sensación de ser dignos.

9) Huir de la felicidad estúpida, promovida para nuestra banalización. @mundiario

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