Infeliz cumpleaños de Patria

Patria está sola. No hay quien quiera acercársele para verla soplar las velitas. La invadió la peste mundial justo cuando se dejó seducir una vez más por un gobernante del partido que siempre la maltrató, le robó hasta la última moneda de oro que le quedaba, la desprestigió frente al mundo, embruteció a su gente, pero ella, como toda mujer golpeada, volvió a creer. Hoy se arrepiente, pero ya es un cero a la izquierda, no tiene ni voz ni voto. Porque el voto se lo regaló a los piratas que ahora se reúnen, hacen fiestas en su nombre, organizan velorios para héroes de la pelota que dicen que la representan. A ella la encerraron en la torre, como a la loca de Jane Eyre, o como al pobre Thomas Moore. No puede salir, ni ver a nadie el día de su cumple. Sólo mirar la tele. Ahí los ve pasándola bien, sin restricciones para el contagio. Estarán todos vacunados, con las mejores marcas.

Apaga el aparato infernal, respira, hace yoga, sube y baja las escaleras de la torre que tiene que limpiar y desinfectar porque no hay personal que pueda trasladarse hasta ahí. Están todos confinados.

Cuenta la leyenda que, allá por 1810, cuando ella nació en el Cabildo Abierto de Buenos Aires, un hada mala envidiosa la maldijo condenándola a que, cuando cumpliera doscientos diez años y se hiciera mayor de edad ( eso fue el año pasado) una pandemia mundial azotaría al mundo, pero a ella la iba a destruir y eliminaría a todos sus ciudadanos. La muerte empezaría por los más ancianos que son los que recuerdan los desastres de su historia, luego por los de mediana edad que son los que podrían rebelarse si se unieran, sólo quedarían los niños para ser repartidos entre las familias de los funcionarios del gobierno —únicos sobrevivientes— y adoctrinarlos a piacere,  imitando lo que Patria permitió allá por los setenta.

Con tan pocos habitantes, el pirata gobernante pasaría a la historia como el primer presidente que pudo vencer a la Covid-19  en el mundo. Así él y su socia, cumplirían con el eterno sueño de “Argentina Potencia”.

Porque el pirata no está solo:  tiene una socia empoderada, que dicen que es la reencarnación del hada mala. Es fácil reconocerla por su cara inflada con botox y sus uñas largas a lo Cruella Devil.  Ella quiere ser Patria y  piensa destronarla.

Patria lo sabe, lo supo desde los años cuarenta y tantos cuando permitió que esta gente llegara al poder jurando acabar con la pobreza y seduciéndola con su carisma. Ser enamoradiza, sentimental y coqueta es la flaqueza de su carácter. Es como las mujeres del tango. Le gustaba mirarse en el espejo de la que salía al balcón para declarar amor y prometer bienestar a los “descamizados”. Mientras, Patria se dejaba maltratar y ellos se seguían enriqueciendo. La relación se fue a pique , la violencia invadió sus tierras, no supo cómo contenerla y llamó a unos con armas y  uniformes para que la ayudaran a poner orden. Fueron años de horror. Cuando logró sacárselos de encima decidió que el próximo candidato sería un idealista que la amara de verdad, bueno e incorruptible. Pero el pobre no supo llevar la economía, y los poderosos de siempre volvieron a conquistarla con su sex-appeal y sus promesas. A Patria le gusta que la vuelvan loca de amor. Aunque sea un compadrito de baja calaña.

Hoy los desprecia, se avergüenza de su pasado, pero ya es tarde.

Quiere volver a la casa de sus ancestros, cree que se va a encontrar  con el reino y la corte de su madre España del siglo XIX. Está decidida a dejar a todos estos que se maten entre ellos, pero resulta que le dicen que allá también hay un gobernante que se supieron conseguir y que no la dejará entrar porque la vacuna rusa con la que le aplicaron las dos dosis, no sirve para nada.

Patria, que no puede dejar de soñar, espera que un hada buena rompa el hechizo, que llegue un Príncipe Azul y la despierte de esta pesadilla.  @mundiario