La inestabilidad política y social deja a España al borde de la locura

Madre de Diana Quer. / ABC
Madre de Diana Quer. / ABC

Existen dos divorcios en la sociedad española, el de la ciudadanía respecto a su clase política y el de la desaparición de Diana Quer, cuyo único rastro es el odio que se profesan sus progenitores.

La inestabilidad política y social deja a España al borde de la locura

El calor inhumano que torrefacta de Península extrema el agobio, y la inquietud, que le producen a los peninsulares dos divorcios disímiles, pero divorcios ambos: uno, el de la ciudadanía respecto a su clase política, incapaz incluso de empezar el trabajo para el que fueron designados, que no es otro que el de resolver los problemas que afligen a la nación, y el otro, ese del que se van teniendo noticias, desoladoras noticias, al socaire de la misteriosa desaparición de la joven Diana Quer, cuyo único rastro son los ecos del odio que, al parecer, se profesan sus progenitores.

En septiembre, o, más exactamente, a la vuelta de las vacaciones, se registra el más alto número de divorcios. Los detalles que trascienden del protagonizado por los padres de Diana, y que gozan de grosera preeminencia en ciertos medios sobre el mismo hecho de la desaparición de la muchacha, esos sórdidos detalles, digo, revuelven las conciencias, los nervios y los corazones de muchas parejas que hoy deambulan por los aledaños de ese trance casi siempre traumático. El calor, el calor inhumano, el calor que despoja a Córdoba y a Sevilla de sus cetros candentes para socializarlos y extenderlos por toda la Península, contribuye a la desazón. Sólo los canarios, a salvo de éste infierno peninsular, comunal, de los 40º para arriba a la sombra, pueden hoy digerir esas noticias, esos detalles, con templanza.

Dos divorcios. El uno, sus ecos y sus consecuencias, apoderándose del foco de atención sobre la desaparición de una chica, Diana Quer, a la que parece habérsele tragado la tierra. El otro, el político, quitándole las ganas a los españoles de volver a votar, o de prestarle la más mínima atención siquiera, a esa panda de ineptos y holgazanes que acreditan desde hace diez meses, a expensas de la ciudadanía y de sus menguados recursos, su mediocridad y su idiocia. Si el divorcio de sus padres pudo ser fatal para Diana, ¿qué decir del divorcio de los ciudadanos respeto a la política? Dos divorcios disímiles, pero dos divorcios. Y el sol, desde arriba, machacando.

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