La I+D+i farmacéutica garantiza el progreso de los resultados en salud

La industria farmacéutica es un sector estratégico.
La industria farmacéutica es un sector estratégico para la sociedad española.

Descubrir y desarrollar nuevos medicamentos puede resultar una tarea estéril si los objetivos no están bien definidos y no obedecen a necesidades reales de la práctica médica real.

La I+D+i farmacéutica garantiza el progreso de los resultados en salud

La industria farmacéutica es un sector estratégico para la sociedad española, con una aportación empresarial de gran valor añadido. Pocos ámbitos de la actividad económica pueden reportar tanto retorno para la sociedad como lo hace el farmacéutico.

Pero por encima de eso, se siente una parte importante y crítica del Sistema Nacional de Salud. El 95% de los fármacos categorizados como esenciales por la OMS han sido desarrollados, registrados y comercializados por compañías farmacéuticas. La investigación llevada a cabo por la Industria ha transformado nuestras vidas y nuestra sociedad. A través del medicamento se han erradicado, prácticamente, enfermedades mortales como la meningitis meningocócica, la difteria o la tuberculosis. Hoy, un paciente esquizofrénico o con depresión mayor no tiene que vivir aislado en un psiquiátrico. Ciertos tipos de cáncer son ahora compatibles con una buena calidad de vida. Un 88% de los pacientes con cáncer de mama y un 75% de pacientes con carcinoma de próstata tienen una expectativa de supervivencia por encima de cinco años.

La tasa de mortalidad por diabetes se ha reducido un 40% entre 1990 y 2010, la del SIDA, convertida en una enfermedad crónica sin pronóstico fatal, en un 85%. Y así podríamos referir centenares de ejemplos.

Pero no todo está resuelto y todavía hay muchas enfermedades para las que no existe curación ni tratamiento suficientemente eficaz. A pesar de los avances en cáncer, cada año se diagnostican 200.000 casos en España y fallecen 100.000 personas. Uno de cada cuatro de nosotros vamos a morir de cáncer. Algunos tipos, como el de páncreas o hígado, tienen todavía tasas de supervivencia a 5 años inferiores al 20%. En España hay centenares de miles de enfermos diagnosticados de Alzheimer con una expectativa de vida (en mínimos de calidad para ellos y sus familias) de 15 años. Hay en nuestro país dos millones de pacientes afectados por enfermedades raras, de ellos el 75% son niños, y casi 700.000 no alcanzarán la edad de cinco años.

Para éstos, para sus familias, la investigación farmacéutica es la respuesta. Ése es su compromiso y por ello depositan su confianza pacientes, profesionales e instituciones sanitarias. Y yo diría que hacen bien, porque en la actualidad, la Industria continúa dedicando grandes esfuerzos en innovación y está investigando, en distintas fases, 980 nuevos fármacos en cáncer, 93 en Alzheimer, 460 en enfermedades raras; sólo por referirme a las áreas terapéuticas antes mencionadas.

Pero también es cierto que nuestro sector es muy relevante en términos de contribución económica al país, por su alto grado de productividad, por su capacidad de crear empleo cualificado, estable y diverso de género, por su competitividad internacional y capacidad exportadora, por ser intensivo en I+D y dinamizador de la investigación pública y por ser fiel colaborador del sistema sanitario.

En este duro momento que estamos atravesando en España, la Industria Farmacéutica no es ninguna excepción; al igual que otros muchos colectivos, como los mismos lectores, estamos recorriendo un período complejísimo, con dificultades mayores que nunca.

Lo que ha ocurrido en los últimos tres años ha generado una verdadera transformación del sistema, que se ha extendido a toda la cadena del medicamento y que afecta también críticamente a determinadas decisiones de prescripción, enfocadas a cuestiones de ahorro económico, y que conlleva un deterioro en la accesibilidad a los nuevos medicamentos por parte de los pacientes. Sin incorporación de innovaciones, no hay avance terapéutico. Las compañías farmacéuticas necesitamos reinvertir una buena parte de los beneficios empresariales en I+D. Esta actividad constituye una característica esencial en nuestro sector y cada vez la tenemos que acometer afrontando un mayor riesgo, tanto científico, como regulatorio y económico.

La insuficiente financiación de la innovación y las dificultades de acceso a nuevos medicamentos no han de considerarse como un punto más en la problemática de nuestra industria. Es un punto capital, no sólo para el sector sino también para garantizar el progreso de los indicadores en salud.

Las compañías nacionales  están sufriendo una descapitalización que les impide invertir en I+D e internacionalización, a los ritmos que demanda la competencia global, pero en cualquier caso, la sensibilidad y el compromiso con el sistema sanitario es total.

Una forma eficiente de crear valor es, a mi entender, mediante la colaboración con los distintos protagonistas del sistema, estableciendo alianzas en campos o áreas que promueva relaciones más productivas, desde el intercambio de conocimientos, atención integral al paciente, orientación e implicación en los programas de I+D y, un largo etcétera.

Con la mitad de estas reflexiones, puestas en marcha y sostenidas por un sistema predecible y cohesionado, se garantizaría un progreso de los resultados en salud.

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