Se cumplen 100 años del nacimiento del Premio Nobel Camilo José Cela

Juan Ramón B_opt (2)
Monumento dedicado a Camilo José Cela. / J. R. Baliñas

Podríamos decir que don Camilo fue un hombre excéntrico, tolerante pero incisivo, que no comulgaba con los que se escandalizan ni con los envidiosos. Su excentricidad tal vez proceda de su madre, una inglesa, hija de John Trulock.

Se cumplen 100 años del nacimiento del Premio Nobel Camilo José Cela

Los padroneses han visto a don Camilo por la villa como en el domingo de Pascuilla, cuando el ayuntamiento agasaja a los que viven fuera en el restaurante Ramallo de Rois.  O cuando venía a comer pulpo en Rial. Don Camilo presumía de haber nacido en Iria Flavia; sentía gran cariño por su pueblo y así lo reflejaba en sus artículos.

Cuenta don Camilo que con 5 años el primer día de clase mordió en la cara a una monja. Estudió bachillerato en Compostela, donde empeñaba la capa cuando no tenía dinero, y empezó en Madrid medicina, filosofía y derecho. Con 40 años es elegido Académico de la Lengua; en 1984 gana el Premio Nacional de Literatura y en 1989 el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca.

Podríamos decir que don Camilo fue un hombre excéntrico, tolerante pero incisivo, que no comulgaba con los que se escandalizan ni con los envidiosos. Su excentricidad tal vez proceda de su madre, una inglesa, hija de John Trulock, el ingeniero que construyó el ferrocarril entre Santiago y Carril: The West  Railroad Galicia, conocido en Padrón como “Te Ves”.

Cuenta don Camilo que paseando por Sevilla con su madre vieron pasar un señor montado en bicicleta. La madre dijo: se parece al poeta fulanito. Don Camilo dijo que no, que no tenía bigote. La madre le respondió: digo que es la bicicleta la que se parece al poeta.

Anécdotas de la excentricidad de don Camilo se conocen muchas. Algunas podrían no ser ciertas, pero se le atribuyen.

> En televisión presumía de poder absorber por su ano una palangana llena de litro y medio de agua y así lo apostaba en el programa de Mercedes Milá.

> La aristocracia madrileña le invitaba a cenar. Una noche soltó un pedo. Se le queda mirando a una marquesa y dice: no se preocupe señora, diremos que he sido yo.

> Don Camilo fue senador por designación real. En una sesión el presidente le llama la atención por estar dormido. Cela dice: no estoy dormido, estoy durmiendo. Es lo mismo, dice el presidente. No, señor presidente, responde Cela, que precisa: no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.

> El día que le concedieron el Premio Nobel un periodista le entrevistó en su casa de Padrón, esquina de las Casa de los Canónigos. Al periodista sentado cerca en el salón, le suena el dispositivo móvil que llevaba en el bolsillo del pantalón. Cela le dice al periodista: joven, le pitan a usted los cojones.

Así era don Camilo, excéntrico hasta el final de sus días. A su hijo deja en testamento como única herencia un cuadro rajado de Miró. En su testamento puso escrito que sus manuscritos, cuadros, casa y demás sean heredados por la Funda­ción Camilo J. Cela en Iria Flavia. También llegado el momento, dispuso ser enterrado enfrente, cementerio de Adina, al lado de sus antepasados, pero  su tumba está atravesada respecto a todas las demás.

Como escritor don Camilo era un gran narrador, sus historias parecen reales, muy bien puestas las palabras. He leído y tengo casi todas sus obras, más de 15, como La familia de Pascual Duarte, La Colmena, Mazurca para dos Muertos, Viaje a la Alcarria, Tobogán de hambrientos, Oficio de Tinieblas, etc.

No he conseguido su Diccionario Secreto I, publicado por Alfaguara y que siempre está agotado. Es una obra sin terminar que tiene tres libros, el primero está dedicado a la palabra Cojón, algunas palabras aparecen en coplas antiguas.

Recuerdo haber hojeado un ejemplar en el Colegio Mayor de los jesuitas en Compostela, un alumno tenía un ejemplar y nos cantaba en gregoriano:

Los cojones del cura

de Almendralejo,

le pesan veinte arrobas

sin el pellejo.

Los cojones del cura

de Argamasilla,

que al andar le sonaban

a calderilla.

o bien:

que los usa el monago

de campanilla.

Los cojones del cura

de San Segundo

que no los hay iguales

en todo el mundo.

Los cojones del cura

de Tarancón,

que abulta cada uno

como un melón.

Los cojones del cura

de Valdemoro

que los cuida su dueño

como un tesoro.

Los cojones del cura

de Villalpando,

los llevan cuatro bueyes

y van sudando.

Al cura de Villarejo

de Salvanés,

le llegan los cojones

hasta los pies.

El cura de Morata de Tajuña

se rasca los cojones con la uña,

pero en cambio el de Arganda

se pisa los cojones cuando anda.

¡Rediós, y que locuras

hacen con los cojones estos curas!

Autor: Camilo José Cela (Premio Nobel de Literatura). Extraído del libro Diccionario secreto, I, de Camilo José Cela. La edición es de enero de 1972. Está publicado por Ediciones Alfaguara, SA.

A don Camilo le llamó la atención lo sucedido en un cine en Archidona. El caso llegó al juzgado al presentar varios espectadores reclamación por haber recibido parte del semen que una novia hizo salir del miembro del novio. Cela escribió: “Respuesta de don Camilo José”, a Robustiano Cipotón, que no perdió la afición a utilizar del cojón la próvida munición. (Que Dios le conserve, hermano, por los siglos de los siglos, un coño propicio a mano). 

 Robustiano Cipotón 
es un cachondo de Ronda 
que desea verrionda 
y eficaz 
y pertinaz 
la conducta del cojón. 

¡Qué Dios le oiga, compañero! 
Que en este mundo de mierda 
no hay cipote que se pierda 
por pensar 
y practicar 
que joder es lo primero. 

¡Ay, pija devota y pía, 
brújula que del cojón 
marcas la dulce sazón 
-calentura 
y polla dura – 
que tan solo el catre enfría! 

Robustiano Cipotón 
me la desea bravía. 
¡Que Dios oiga todavía, 
Robustiano, 
fiel hermano, 
los ruegos de tu oración! 

Salut y forsa al canut, 
se desea en Barcelona 
y en Gerona y Tarragona 
para el quilé 
y el mangué. 
Y calibre de mamut, 
como el pijo de Archidona, 
¡cosa bona!, 
pide al cielo para usted 
su compadre emocionado 
y a follar aficionado, 
Cela, Camilo José. 

(De la Real Academia Española, que contra lo que se dice, mea sola).

Cuando doy una vuelta por el Paseo del Espolón en Padrón, me acerco a la estatua que tiene allí don Camilo, miro las bolas que tiene delante, algunos dicen que son “los cojones de don Camilo”. Curioso, para el escritor que dedicó un volumen a hablar del cojón.

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