Hotel Gran Sol de Alicante, el rascacielos “cerilla” del Levante español

Hotel Gran Sol de Alicante. / Iñigo Lanz
Hotel Gran Sol de Alicante. / Iñigo Lanz

Este edificio es una de las siluetas más visibles de Racionalismo Levantino. Con sus 97 metros de altura, es la torre más estilizada de Alicante ciudad.

Hotel Gran Sol de Alicante, el rascacielos “cerilla” del Levante español

Los rascacielos 'cerilla' son una serie de edificios de nueva construcción que están revolucionando el “skyline” neoyorquino. El nombre define su característica más destacada, su esbeltez. Aprovechan al máximo una parcela de pequeñas dimensiones y crecen hasta alturas nunca vistas para estos tamaños de planta. Esto genera una silueta muy esbelta que recuerda al palo de una cerilla, de ahí el nombre. Este mismo problema se abordó en Alicante ciudad en los años 60 con la construcción del hotel Gran Sol, que sigue siendo a día de hoy uno de los tres edificios más altos de la ciudad por detrás del Riscal y del Vistamar.

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Hotel Gran Sol visto desde el puerto. / Iñigo Lanz

El hotel Gran Sol está situado en el núm. 3 de la Rambla de Méndez Núñez, muy cerca del paseo de la Explanda y del puerto deportivo. Tiene, por lo tanto, una situación privilegiada y unas vistas inmejorables de la bahía alicantina. El edifico se terminó de construir en el año 1971, después de una década desde que se puso la primera piedra. Tiene un total de 97 m de altura, 31 plantas y dos características principales que, a mi parecer, lo hacen singular, su esbeltez y los murales de Manuel Baeza.

La torre ocupa una porción de una manzana de pequeñas dimensiones, aproximadamente un cuarto de su superficie. La relación entre una base tan pequeña y una altura tan alta crea esta imagen ligera y estilizada. Comparte la manzana con otros dos edificios, lo que provoca que haya dos medianeras sin fachada, una con orientación oeste y la otra norte. Esta contrariedad, que podría haber generado dos enormes paneles vacíos en el centro de la ciudad, fue solventada con sendos murales pintados por el artista alicantino Manuel Baeza en el año 1968.

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Fachada norte del hotel Gran Sol. / Iñigo Lanz

Cada uno de estos murales tiene una altura de unos 70 m, pero su cota máxima es la azotea del edificio, es decir, casi 100 m. Esto hace que sean visibles prácticamente desde cualquier parte de la ciudad ya que en los alrededores no hay edificios que los tapen. El mural de la cara oeste es más sencillo y representa un gran sol (nombre del edificio) que se ha convertido en un icono de la ciudad. El de la medianera norte es mucho más elaborado y representa elementos comunes de la costa alicantina, como el mar o las palmeras, combinados con tareas cotidianas como la pesca o la agricultura, incluso incluye algún elemento mitológico como una sirena. Es en estos murales en los que me inspiré para mi ilustración, que se aleja de todas las anteriores.

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Ilustración inspirada en los murales del hotel Gran Sol. / Iñigo Lanz

Particularmente con este edificio no he tenido nunca una relación muy estrecha, más a allá de la fascinación que ha proyectado sobre mí su silueta desde que era pequeño. Creo que nos pasa a la mayoría de los alicantinos, ya que es un hotel orientado principalmente a los turistas. Pero sí hay una cosa que tengo pendiente, y es disfrutar de una velada en el restaurante con vista panorámica de la planta 28. Creo que voy a aprovechar mi vuelta temporal a la “terreta” para hacer todas las cosas que un buen alicantino debe de hacer una vez en la vida. Visitar el MARQ, subirme a uno de los caballos de la fuente de Luceros, llevarme de recuerdo uno de los cuadrados de la Explanada, robar un ninot en “fogueres” o poner la zancadilla a los costaleros del cristo de Santa Cruz. Así podré morir tranquilo. @mundiario

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