España puede sentirse orgullosa de Juana de Vega

Juana de Vega. Vizcondesa do arado.
Imagen de la película Juana de Vega. Vizcondesa do arado.

Juana de Vega es, para muchos gallegos y españoles, una calle céntrica de la ciudad de A Coruña.

España puede sentirse orgullosa de Juana de Vega

El siglo XIX produjo un ramillete de mujeres singulares: Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cecilia Bölh de Faber, Carolina Coronado y las gallegas Juana de Vega, Concepción Arenal, Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán. De ellas, la menos conocida es Juana de Vega y a ella dedicaré estas líneas, con motivo del merecido homenaje que ha supuesto el estreno en A Coruña de la película Juana de Vega. Vizcondesa do arado.

Dentro de las limitaciones propias del tiempo en el cine, creo que refleja los aspectos fundamentales de la personalidad de Juana: devoción al esposo, entrega a la causa liberal y  educación de los niños y de la gente del campo. Echo en falta alguna referencia a su padre, otro eje fundamental en su vida, que le dio una educación muy por encima de lo normal en la época -incluso en las clases sociales más altas- y le inculcó los valores de la ideología liberal.

Su faceta más interesante es la social y educativa, dirigida siempre a las clases sociales más desfavorecidas, realizadas personalmente y a través de la junta de damas de caridad y de Cruz Roja, institución que ella promovió en A Coruña en mayo de 1870, según consta en el libro de actas de la Asamblea Suprema de la institución. En estas tareas colaboró estrechamente con su amiga Concepción Arenal, también vinculada a Cruz Roja Española, como secretaria de la Asamblea Nacional de Damas.

La película se centra en los años en que desempeñó los cargos de aya y camarera mayor de las infantas Isabel y Luisa Fernanda, a las que educó con autoridad, disciplina y un cariño al que ellas correspondieron. En la corte  soportó con dignidad y firmeza los desplantes de cortesanos y cortesanas, que la veían como una intrusa, y afrontó con decisión el intento de secuestro de las infantas.

A su regreso a la ciudad de A Coruña en 1843 y hasta su muerte en 1872, centró su vida en las obras de caridad –hospicio, educación de niños, hospital de Conxo, heridos de la Guerra del Norte-  y en sus inquietudes políticas, a las que daba salida en las tertulias nocturnas en su casa.

Entre las obras sociales que llevó a cabo hay que destacar las relativas a la educación de los niños del campo gallego, como herramienta fundamental para redimirlos de la pobreza, a través de la fundación que constituyó con su nombre y que ha llegado hasta hoy.

Su testamento, síntesis de su vida e inquietudes, conservado en el Archivo Histórico del Colegio notarial de Galicia, es una pieza que merece ser leída.

Narciso Correal se refiere a ella como mujer sencilla, dama virtuosa, gran señora, humilde, de espíritu fuerte y  compasiva.

España puede sentirse orgullosa de Juana de Vega.

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