Hablando con Marcial Gala de su querida Cuba

Marcial Gala.
Marcial Gala.
En el invierno de Buenos Aires, junto al fogón: charla, café, ron y música cubana.
Hablando con Marcial Gala de su querida Cuba

Mi amigo Marcial Gala es escritor, poeta y arquitecto cubano. Vive en Buenos Aires desde 2016. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Premio Pinos Nuevos de cuentos (Cuba 1999), Premio Alejo Carpentier (Cuba 2012) por su novela “La Catedral de los Negros”, Premio de la Crítica a los mejores libros publicados en Cuba en 2012, y Premio Ñ Ciudad de Buenos Aires (2018) por su novela “Llámenme Casandra”.

Me cuesta entender cómo han hecho para traducir sus novelas a tantos idiomas partiendo de un español con un léxico tan cubano. Coordina talleres  en centros culturales y es un grande en análisis literarios. En uno de esos cursos, lo invité a tertulias de escritura y lectura en casa  que se repitieron semanalmente durante un par de años. Participó en las Noches de ficción en las que reuníamos a escritores, lectores y amantes de la literatura, de los tragos, la buena comida y buena música. Todo fue antes de tener que distanciarnos, taparnos la boca y empezar a vernos en una pantalla.

En esta tarde invernal, junto al fogón del fondo de casa, le propongo que hablemos de su querida y conmocionada Cuba, un tema que lo apasiona. Marcial va por su tercera taza de café bien cargado, mientras escuchamos a Bola de Nieve cantar “Mama Inés”:

“Ay mama´Iné

ay  mama´Iné

todo lo negro

tomamo café…”

Recordamos  las comidas cubanas de otros tiempos, cuando él cocinaba un “congrí” insuperable con su amigo Picho, médico cubano, y otros amigos argentinos. Bailábamos chachachá sin que nadie lo prohibiera y tomábamos ron “hasta que las velas no ardan”.

Pero hoy el mundo está contaminado, enfermo, y Cuba no da más.

— ¿Vos viniste justo cuando el último Castro le pasó el mando a Miguel Díaz Canel?

— Sí, fue en ese año cuando otro ex comandante guerrillero Castro, pero de nombre Raúl le entregó la presidencia a una persona que por primera vez no llevaba ese apellido. Obama era presidente y se establecieron relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, se estimuló el turismo y Cuba fue sacada de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Esos cambios llenaron de esperanzas a la gente. Breve esperanza. Pasaron cosas, dice el dicho. El  nuevo presidente cubano empleaba el mismo discurso de gastada retórica propia de la guerra fría de sus antecesores. Al amable Obama demócrata lo siguió el republicano Trump que acentuó las diferencias con Cuba, apretó las clavijas, volvió a meter a Cuba en la lista de estados patrocinadores, se llevó la embajada hasta Guyana y acentuó el embargo. A la vez, como en una especie de baile sincopado, un minué de esos del tiempo de la corte de los Borbones, en el interior de Cuba el gobierno dio varias vueltas de tuerca para apretarle las clavijas a los que clamaban por un mínimo de libertad y democracia. Supongo que esa épica de ciudadela sitiada, de gente al pie del cañón tiene algo muy atractivo para los dirigentes cubanos.

— El presidente, sin embargo, responsabiliza a Trump y ahora a Biden de provocar las protestas actuales. Dice que lo que quieren es lograr un estallido social en Cuba para justificar una injerencia militar.

— Mira, Vicky, en 1980, Fidel Castro que entonces estaba vivo y tenía una barba negra, dijo que la calle era de los revolucionarios y mandó a sus fieles a reprimir a los que pretendían huir del paraíso comunista porque ya les lucía deslucido o porque deseaban sentir qué era vivir bajo otras latitudes. “Los vamos a aplastar como cucarachas”, dijo el ex comandante rebelde y cucaracha fueron todos aquellos que pretendían emigrar: hombres, mujeres y niños. Recuerdo las pedradas, los huevazos y los gritos de ¡abajo la escoria! ¡a los negros que se van se los coge el kukuxklán! ¡Pimpón fuera abajo la gusanera! ¡El que no salte es gusano! Cuba entera se convirtió en uno de esos patios de escuelas donde abunda el bulling.

(Azuzamos el fuego, ponemos otra rama de quebracho y nos servimos el primer ron. Entramos en un tema que nos une, y de mis preferidos)

— Los fantasmas son esenciales en tus novelas. En 'La Catedral de los Negros', el Gringo dice “que a los fantasmas hay que hablarles fuerte para que se pongan en su lugar”. ¿Vos crees  que es lo que está pasando a los cubanos con el fantasma de Fidel Castro?

— Exactamente. El 27 de noviembre de 2020 por primera vez los artistas e intelectuales retaron al poder y lo obligaron a negociar. Esos valientes que se sentaron frente al Ministerio de Cultura de Cuba a plantear sus demandas y los obligaron a escucharlos marcaron un hito histórico. Eran, en su mayoría, gente joven que apenas conoció a Fidel Castro y a la cual la épica revolucionaria les suena como cosa pasada ya. Ellos sólo han visto la erección de hoteles de cinco estrellas donde por los precios exorbitantes un cubano de a pie nunca podrá entrar. Vieron también cómo cerraron el Prado de La Habana para que las modelos de Versace y el elenco de Rápidos y Furiosos tuvieran su performance sin que nadie del pueblo los interrumpiera, mientras La Habana se cae a pedazos. Más que destruirse, los edificios se hunden sobre sí mismos como si una extraña deidad subterránea los llamara. A esa juventud, los Castros que le son familiares son los que van a un resort en Turquía y los que manejan raudos Mercedes y que alardean de ser nietos de los ceñudos comandantes. 

El 27 de noviembre de 2020 ,por primera, vez los artistas e intelectuales retaron al poder y lo obligaron a negociar. Esos valientes que se sentaron frente al Ministerio de Cultura de Cuba a plantear sus demandas y los obligaron a escucharlos marcaron un hito histórico. Eran, en su mayoría, gente joven que apenas conoció a Fidel Castro y a la cual la épica revolucionaria les suena como cosa pasada ya.

— Tal vez, al hablarles fuerte, ahora los fantasmas se diluyan. Aunque son resistentes. En 'Sentada en su verde limón' que se desarrolla en una Cuba que intenta emerger del llamado Período Especial, Harris dice: “Me voy a la mierda de este bar, está lleno de fantasmas, estoy cansado de verlos sentarse en la mesa de los putos clientes ciegos, de verlos tomarles las bebidas y gritarme bravo Harris, negro mono, tocas mejor que Dios, son unos putos los fantasmas también, el mundo es una chambelona que Dios no se cansa de lamer.”

— Toda nación tiene, como decían los ingleses “un fantasma en el ropero”. Cuba ha sido un país que durante mucho tiempo ha querido representar lo que no es: un país igualitario, fraterno, sin violencia y donde ha primado la justicia social. Pero la realidad es que desde el principio de la Revolución se fue formando una especial nueva burguesía o nomenclatura, que estuvo oculta y ahora está demostrando que existe. Por primera vez los pobres empiezan a tener conciencia de clase, a dejar de ser miserables en sí para ser miserables para sí, comprender que son pobres, y que necesitan defender su status de vida.

— Sin embargo, muchos  con los que hablo están convencidos de que es un modelo de amor y fraternidad.

— Pero no es real. La Revolución cubana eludió a los homosexuales, discriminó a los negros y participó en muchas guerras. Ahora están surgiendo los fantasmas a flote.

— Lo que no entiendo es por qué, estando las vacunas Soberana y Abdala, desarrolladas en Cuba, con el 91% de efectividad en la tercera dosis, no alcanzan para todos. Y  hayan aumentado los casos y las muertes hasta alcanzar records insuperables, en un país tan pequeño.

—El desarrollo de las vacunas muestra la solidez de la ciencia cubana, a pesar de tantas cosas y de la característica del gobierno en cuanto al estímulo a los científicos y profesionales que es muy poco comparado con lo que ellos hacen. Pero a la vez es un gigante con pies de barro, porque se necesita capacidad financiera y de estructura que Cuba no tiene. Según me han dicho, no sólo faltan las agujas hipodérmicas sino las jeringas y hasta el agua para vacunar.

— Increíble. Otro tema que me llama la atención es el de los artistas. El Tripa, en 'La Catedral de los Negros' dice: “Abunda el cubano, pero todos son o se dicen artistas. Aunque tú los veas de recogedores de basura en las Ramblas, o de cuida toilettes en un club nocturno, se dicen artistas o poetas.”

—Tanto es así, Vicky, que para el viejo aparato de generales, casi doctores, militantes y ex guerrilleros fue una sorpresa que un grupo de artistas con sede en San Isidro y en Alamar, lugares donde abunda la gente pobre y negra, dijera que no, de eso nada, no vamos a aceptar el tal decreto, al contrariooo, nos vamos a oponer con todas nuestras fuerzas.  Al momento esos jóvenes fueron tildados de marginales, mal hablados, delincuentes y mercenarios por la televisión estatal y la prensa plana y por supuesto les negaron la posibilidad de considerarse artistas pues la escoria, la carne de presidio, no puede ser artista. Este grupo que formó el movimiento San Isidro estaba constituido por negros y negras. Una de esas jóvenes ejecutó, considero yo, el gesto más osado que se ha hecho en Cuba por amor al arte y a las ideas: se cubrió literalmente de excremento humano frente al vetusto y remozado capitolio nacional, actual sede del parlamento cubano, para protestar contra el decreto que criminalizaba la producción artística y la cinematografía. Cuando pasó, muchos sentimos que esos jóvenes artistas estaban dispuestos a todo. Era una forma de disentir frente a la cual el gobierno cubano se veía perplejo, desarmado, ya no podían alegar además que eran un putrefacto rezago burgués.

—¿Después de el famoso “Maleconazo” de 1994, esta es la primera vez que un grupo grande de cubanos sale a la calle a protestar contra el gobierno?

— Se juntaron varios factores. Por una parte las redes sociales y su inmediatez comunicativa hacen muy difícil que el hermetismo funcione. En una isla marcada por los ritmos musicales surgió una canción, especie de marsellesa en tiempo de reggaetón: Patria y Vida decía, remedando el acertijo: Patria o muerte, especie de ábrete sésamo con el cual Fidel Castro cerraba todos los discursos desde la inauguración de un círculo infantil hasta el elogio de una vaca que daba mucha leche.

— Ya no más el “Delito por bailar el Chachachá  de Guillermo Cabrera Infante…

—No más. Patria y vida decía la gente joven en Cuba, la pandemia se acentuaba y  un domingo de julio de 2021, la gente de San Antonio de Baños, decidió salir a la calle a manifestarse. Empezaron pidiendo electricidad y vacunas, luego lo gritaron, luego fueron más precisos. ¡Libertad! Pidió la gente, ¡Díaz Canelsingao! vociferó la multitud, esa consigna mágica que para entender su magnitud hay que saber todo lo que implica el término singao en la cultura cubana. La noticia levantó vuelo como polvo de Sahara en época de Céfiro y llegó a todo lugar donde haya personas que se coman las ese, o sea donde haya cubanos.  Está pasando algo nuevo, algo inédito en San Antonio de los Baños, circulaba de celular a laptops, de laptops a bocas y de estas a celulares. Otras localidades cubanas empezaron a unirse, mitad convocados y mitad de forma espontánea. El hartazgo es un elemento  muy motivador. Los diazcanelsingao, los libertadlibertad, los abajoelcomunismo y los que vuelva la electricidad que nos vacunen cruzaron la larga geografía nacional y Díaz Canel se personó en San Antonio de los Baños, un hombre alto, con un barbijo y una guayabera azul oscuro, rodeado de otros hombres altos, también con barbijos,  uniformes y guayaberas. Estamos hablando de alguien de sesenta y pocos años, así que cuando dio su primera declaración de prensa, especie de comunicado, algunos pensaron que diría algo nuevo, pero no, en el país de la Sariguaya todo se repite, fue como tú dices, como si el espíritu de Fidel Castro se introdujera en el afeitado presidente cubano que, mirando adelante sin que se le moviera un pelo, dijo que todo era culpa del imperialismo yanqui, que las calles eran de los revolucionarios  y que por tanto instaba a los buenos y revolucionarios cubanos a salir y oponerse a los manifestantes. La orden de combate está dada, concluyó. Nada de conciliar, nada de autocrítica. Elementos vestidos de civil pero con un inocultable sesgo policíaco o militar, armados de largos garrotes producidos en un santiamén, acompañados de simpatizantes del poder, de la policía y de los llamados boinas negras, cayeron sobre manifestantes, curiosos y disidentes como enjambre de langostas sobre retoños verdes. Yo no estaba ahí, pero debió ser muy duro y existen los testimonios y las fotos.  Fue la particular manera de enseñar filosofía comunista a la manera cubana, a garrotazos y disparos de balas, supongo que de goma. Yo no estaba ahí, pero los testimonios existen.

— En 'Llámenme Casandra', Rauli el niño que ha nacido en un cuerpo equivocado y ve el futuro ya sabe que cuando pasen los años irá a combatir a Angola y que morirá atravesado por balas que destilan homofobia. Ya sabe cómo morirán sus compañeros. Y ansía llamarse Casandra. ¿Vos decís que habrá visto el fin del comunismo en Cuba?

—Lo que seguro vio es que la gente en Cuba, después de estas jornadas no volverá al redil como oveja que tuvo un minuto de descanso. Algo se rompió que ya no se puede rearmar con retórica del tipo “esta revolución se hizo para el pueblo”. La máquina tiene el engranaje roto y ya no se puede reparar. Podrán, empleando la represión brutal, asustando a la gente y quitando Internet, lograr que se apacigüe durante un tiempo la efervescencia, pero esta va a volver, sin dudas, la gente está al límite, ya nadie cree que estén vendidos al imperialismo yanqui, a la CIA no le alcanzaría el dinero para pagarle a tanto rotoso como se vio en la manifestación del domingo.

— La Covid-19 dejó al descubierto la decadencia del sistema de salud pública, un orgullo del gobierno cubano. Pero como todo tiene su contracara, tal vez la pandemia pase a la historia como la gran libertadora de Cuba.

(Nos tomamos el último ron escuchando a Bola de Nieve cantar

“Aquí tamo tó lo negro

que venimos a rogar

que nos conceda permiso

para cantá y bailá, ja ay.”)

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