Habitación 300: Di la bienvenida a los años noventa con traviesa intención

Hello Kitty.
Hello Kitty.

Pero yo no podía decir hola, porque, si lo decía, me pegaba en la boca.

Habitación 300: Di la bienvenida a los años noventa con traviesa intención

Recuerdo el piso muy cálido, aún en invierno, y dos pares de calcetines en los pies y las papas del desayuno que nunca era capaz de terminar.

También daba paseos. ¡Mamá conocía a todo el pueblo! Pero yo no podía decir hola, porque, si lo decía, me pegaba en la boca, recuerdo el tacto de sus guantes de piel.

Así que ya desde pequeña he sido casera. Antes, mamá era ama de casa, yo era un bebé.

A ella supongo que le encantaba la televisión, porque se pasaba las horas tumbada en el sofá ante la programación. A veces me acercaba a pedir su atención, no sé qué me pasaría, supongo que me aconsejaría beber agua o callar.

Pero empecé a sentirme incómoda con su actitud pasiva, debajo de la manta, con el brazo escondido en el costado del que a veces salía el dedo pulgar. Me incomodaban sus movimientos altivos que no querían hacerme caso…

Luego llegaba papá, y yo entendía todo el vocabulario, en tanto en cuanto supuse que papá me quería más… “No la aguanto”, “es superior a mí”, “sácala de casa”, y me dolía, porque, ¿yo qué podía hacer para que me quisieran?

Llegó otro invierno: ingresé en el parvulario. Y, de repente, tuve seis años. Mamá me enseñó a tener seis años ante todos cuando la vecina esperaba el ascensor. “¡Bonita! ¿Cuántos añitos tienes?” Y yo le enseñé mis tres dedos. Pero mamá se rió y le dijo que había contado mal, que yo no tenía sino seis. Entonces, Felicitas, la vecina sonriente, me preguntó el seis: convencida, le dije con las manos que ya tenía seis años.


 

Comentarios