Se había cubierto de nevadas canas, surcando sus mejillas profundas arrugas...

Camelle, Costa da Morte.
Camelle, Costa da Morte.

Camariñas y la leyenda de El alma en pena da pie al relato con el que debuta Santiago Lorenzo Sueiro en MUNDIARIO. Evoca la Costa da Morte, en Galicia, donde todo o casi todo es posible...

Se había cubierto de nevadas canas, surcando sus mejillas profundas arrugas...

Camariñas y la leyenda de El alma en pena da pie al relato con el que debuta Santiago Lorenzo Sueiro en MUNDIARIO. Evoca la Costa da Morte, en Galicia, donde todo o casi todo es posible...

Pues, señor – dijo la anciana que me refirió este caso- , era una noche fría y oscura. El señor Pedro Fonte Xuxente (hombre de casa grande) estaba muy tranquilo en su casa y se disponía a cenar con su mujer y los hijos para luego ir a a costarse y dormir. De pronto se oyó la voz de Tomás, el criado del señor cura, que desde el corral decía:

- Señor Pedro, señor Pedro; el señor cura me mandó a decirle que vaya ahora mismo a la rectoral, donde le aguarda para un asunto de mucha importancia.

El señor Pedro, que era un buen cristiano y miraba al señor cura como si fuese un santo, cogió su sombrero, se echó al hombro la guadaña -herramienta para segar- y salió de casa contando en volver muy pronto. Pero, para ir a la rectoral, tenía que pasar por el atrio de la iglesia, que es donde en algunos pueblos se entierran a los muertos.

El señor Pedro era religioso y valiente y muchas veces había andado aquel camino sin que le hubiese acontecido cosa mala ninguna; así es que no tomaba precaución de ninguna especie ni se dejaba dominar por los dichos ni los miedos de las gentes de la aldea para pasar de noche por este lugar. Esta noche hizo lo mismo; salió contento de poder servir al señor cura y se fue sin preocuparse de lo que pudiese suceder.

Mas, al poner el pie en el primer peldaño de la escalera junto al crucero, se quedó repentinamente como clavado en el suelo; al final de la escalera estaba Don José Maneda, el usurero, envuelto en el blanco hábito del Carmen con el que lo habían enterrado, hacía tres meses y por su boca le salían vaharadas de fuego.

¡Jesús, Avemaría Purísima! Exclamó -: Si eres alma del otro mundo, te conjuro en nombre de Dios y de su único Hijo para que te vuelvas a tu sepultura y me dejes el paso libre; y si eres espíritu rebelde, que te vayas a sufrir tu merecido castigo.

E hizo con la guadaña un círculo en torno de sí y lo agitó en el aire para que el fantasma no pudiera acercarse. El alma del señor José no se movió, pero habló, o por lo menos, el señor Pedro percibió estas palabras:

- No tengas miedo, Pedro, nada te ha de pasar; yo soy Jose Maneda, sí, ya sé que me conoces; y te pido perdón por el mal que te he hecho a ti y a otros vecinos. Mi ambición y codicia de ganar mucho dinero, de reunir riquezas, fuese como fuese, hicieron que se perdiera mi alma y fui condenado. Pero con este hábito sagrado que llevo puesto no puedo entrar en el infierno y tengo que andar penando por el mundo para que alguien pueda contarlo y quitármelo de encima y así poder cumplir el castigo y pagar mi pecado.

Y después de decir esto, el fantasma, que ya había bajado las escaleras, se acercó al círculo en cuyo centro estaba Pedro y empezó a dar vueltas alrededor, pidiéndole que le cortara el hábito para librarle de penar por el mundo.

Dispuesto Pedro a cumplir el mandato divino, levantó la guadaña y, aprovechando una de las vueltas del usurero, le rasgó el hábito de arriba abajo. Oyó entonces un terrible juramento, se abrió el suelo con un trueno estremecedor y entre una llamarada horrible desapareció por aquel agujero el fantasma del señor José, volviendo a cerrarse la cueva, que quedó como sellada por un pequeño barrizal de agua negra y maloliente, sin dejar rastro.

Casi arrastrándose, temblando, agobiado por el miedo y el frio, olvidándose del recado del señor cura y medio muerto por la impresión, pudo Pedro volver a casa.

Pero, cuando su mujer y los hijos le vieron, admiráronse al observar que la cabeza de su padre se había cubierto de nevadas canas, surcando sus mejillas profundas arrugas que destacaban en su pálida faz, descolorida como si estuviera muerto; y más, cuando con voz desvanecida, apenas perceptible, pedía confesarse por creer que había llegado su última hora.

Y en efecto, al día siguiente, después de confesarse y contar lo que había sucedido, siendo las doce de la mañana, dejaba esta vida el señor Pedro Fonte Xuxente.

Así me lo contó la anciana y así lo cuento. Feliz Semana Santa a todos.

El lugar de los hechos...
Camariñas es un municipio perteneciente a la provincia de A Coruña y la comarca de Terra de Soneira de la Costa da Morte. Además de la propia Camariñas, el municipio posee otros núcleos de población importantes, Camelle y Ponte do Porto, siendo el primero un puerto pesquero y el segundo un pueblo comercial. Camelle y Arou fueron emplazamientos vikingos durante la Edad Media. En la actualidad el encaje de bolillos, la pesca, el marisqueo y el turismo son su principal fuente de riqueza. También en la acuicultura  Camariñas es un referente mundial ya que una de las piscifactorias de pez plano más grande del mundo se encuentra en la zona entre Cabo Vilán y la Virxe do Monte.
Camelle y Arou, posibles emplazamientos vikingos en la Edad Media, son los pueblos de la Costa da Morte que más naufragios han contemplado. Se ha relacionado, poco rigurosamente y con muchas dudas al respecto, el elevado número de naufragios en la Costa da Morte a una práctica históricamente documentada: la piratería de tierra (leyenda para otra semana). Los piratas de tierra, menos conocidos y populares que los de mar, actuaban principalmente en los finisterres celtas de Bretaña, Cornualles, Gales, Galicia e Irlanda. Mediante la colocación de antorchas en los cuernos de las vacas, se desorientaba a los barcos, algunos de los cuales naufragaban y esparcían por toda la costa su apreciada carga.
En la iglesia del Espírito Santo de Camelle se conserva la campana del buque inglés City of Agra, naufragado el 3 febrero 1897 en frente de Arou. De los 61 tripulantes, las valerosas gentes pudieron salvar a 32 marineros, arriesgando sus propias vidas como en tantas catástrofes marítimas ocurridas en estos lares.

 

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