¿Qué ha hecho España para merecer a Amancio Ortega?

Amancio Ortega, dueño de Inditex, la tercera fortuna del mundo.
Amancio Ortega.

A menudo me pregunto qué clase de complejos son los que atenazan a nuestra sociedad, impidiéndola ser capaz de convivir en libertad, con coherencia en el presente y sin rencores pasados.

¿Qué ha hecho España para merecer a Amancio Ortega?

La situación actual es la contraria a la que necesita un país para avanzar hacia adelante como un equipo en el que cada pieza tienen un valor esencial para el funcionamiento del conjunto.

Estamos divididos por demasiados aspectos, tales como la corrupción generalizada, el independentismo, la volatilidad financiera de los bancos y, como no, el eterno debate sobre una guerra civil que debería figurar sólo en los libros de historia pero que cada vez está más presente en la vida social de España. Esta es la malévola herencia que nos ha dejado el expresidente Zapatero: la confrontación social de una sociedad que hasta entonces había aprendido a vivir curándose las heridas de la memoria en la intimidad. ZP las volvió a poner de actualidad, posibilitando con ello el resurgir de la inquina. Volver a ajustar cuentas entre vencedores y vencidos, en una sociedad en la que ya no existen ni unos ni los otros, arrastra inevitablemente el debate simplista y maniqueo entre ricos y pobres con argumentaciones tabernarias propias del final de la noche, cuando los efluvios del alcohol nublan lo que pueda quedar de inteligencia y se apela a la tan trabajada dialéctica marxista de que la plusvalía se genera a través de la explotación de los trabajadores. 

Ser rico, tener mucho patrimonio, es una cualidad de alto riesgo hoy en día en un país con una cifra de parados excesivamente alta y una situación laboral precaria para la mayoría, sobre todo para los más jóvenes. Al rico no se le admira, ni se le respeta; al rico se le vigila con recelo y se  le critica con saña. Esto puede explicar lo que ha ocurrido con Amancio Ortega y su ‘chulería’ de querer donar 320 millones de euros para que los hospitales públicos puedan renovar sus obsoletos equipos de radioterapia. ¡Cómo se atreve! Las reacciones suscitadas por diversas asociaciones como FADSP han sido cuanto menos sorprendentes al mostrar su rechazo, aún más si se tiene en cuenta que todas aceptan donaciones particulares… siempre que no vengan de ricos, por lo que parece. No importa que la fundación del gallego ya haya donado anteriormente cifras millonarias que ni todas las ong de España juntas pueden conseguir en un año. El hecho en sí de tan extraordinaria donación privada ha levantado ampollas en aquellos sectores que deberían alegrarse de recibir presupuestos que les faciliten desarrollar su verdadera misión: luchar contra el cáncer. Así, el desmedido ataque a esta donación resulta desconcertante.

Tan extraordinaria donación privada ha levantado ampollas en aquellos sectores que deberían alegrarse de recibir presupuestos que les faciliten desarrollar su verdadera misión: luchar contra el cáncer

Durante estos días hemos leído declaraciones peculiares. “Si quiere ayudar, que pague más impuestos en vez de hacer donaciones” (sic). “Recibir dinero de grandes fortunas trastoca el sentido de lo público”. “Si Amancio Ortega pagara como un médico tendría que dar 320 millones cada año en impuestos”, pronunciado por Luisa Lores, radióloga, portavoz de la FADSP y parece que experta en legislación tributaria, a tenor de su rotunda afirmación. “Amancio Ortega sólo busca hacerse publicidad con sus donaciones”, olvidando que el personaje lleva décadas ignorando a los medios de comunicación y evitando aparecer en ellos. O la última, a cargo del presidente de la Junta de Extremadura: "Nuestra sanidad no puede depender de cuántos pantalones o faldas venda Zara".

La realidad es que 3 de cada 10 pacientes que necesitan radioterapia en España no la reciben porque no hay equipos suficientes y los que hay están un tanto anticuados. Amancio Ortega y su fundación, conscientes de ello, actúan con los criterios de inmediatez, practicidad y transversalidad. Es decir, ayudar al mayor número de personas lo antes posible. Por eso sorprende que desde los estamentos que deberían llevar estas máximas en su adn profesional, se cuestione la iniciativa solidaria de quien sólo busca devolver a la sociedad un poco de su éxito profesional, en lugar de comprarse un mega yate o un palacio con vistas a la Toscana, por ejemplo.

Y a todo esto, queda una pregunta en el aire: ¿Les han preguntado qué opinan a los enfermos de cáncer? No, claro que no. En esto no cuentan.

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