Gregorio Muelas analiza el poemario Luz de los escombros, de Manuel García

Portada del libro Luz de los escombros. / Mundiario
Portada del libro Luz de los escombros. / Mundiario

Según el filólogo Gregorio Muelas, Luz de los escombros expresa un universo lírico propio, de una belleza singular, que se encuentra en las antípodas de una estética romántica.

Gregorio Muelas analiza el poemario Luz de los escombros, de Manuel García

El filólogo Gregorio Muelas analiza para MUNDIARIO el poemario Luz de los escombros, del escritor oriolano Manuel García Pérez, colaborador de este periódico. Publicado por Germanía hace más de un año, el libro sigue teniendo un recorrido significativo por revistas literarias y págimas web especializadas. Según declara Muelas, Luz de los escombros "demuestra poseer un universo lírico propio, de una belleza singular, una propuesta en las antípodas de la estética almidonada, que ahonda en paisajes sombríos para extraer la luz que anida al fondo". "En este sentido", añade, "podemos definir la poesía de Manuel García Pérez como un destello en las tinieblas por lo que tiene de indagación, de reflexión, de hondura, así sus palabras, como lascas de luz, rasgan ese tupido y negro velo que no sólo es destino indisoluble de toda vida, sino también materia oscura sobre la que descifrar su sentido primigenio y último".

Gregorio Muelas refiere que: "El poemario se divide en tres partes cuasi simétricas. En la primera, que lleva por título “Diseminaciones de la escritura”, el autor define su poesía: “Esta escritura resurge/ por indelebles espacios, /es inconsistente / aunque defina cuantos vástagos de la vid/ son arrastrados por las aguas.”; y da título al libro: “La luz alumbrará/ vuestros torsos como sobre los escombros”. Nos hallamos ante una poesía en apariencia hermética y oscura, donde el paisaje se hace eco de la mirada y refleja el interior atormentado del poeta".

 Sobre la segunda parte, el filólogo y también creador sostiene que , en “Si no fluyeran los pájaros”: "El lenguaje discurre por los mismos vericuetos, he aquí una loable unidad en la manera de poetizar y filosofar sobre las cosas de la vida y su reverso. Sorprende su asombrosa y vívida capacidad descriptiva para hacer físico y patente aquello inerte, y su empleo de vocablos inusuales: gredales, varga, gerifaltes, ninfosis, etc".

No es menos exhaustivo al analizar la tercera parte del poemario de Manuel García, “Hendiduras que las serpientes habitan”, donde se reúnen poemas algo más breves, pero "más densos si cabe, como prolongación de un discurso violento, de una inacabable batalla entre la luz y la sombra, entre el fuego y la ceniza, pero a veces la luz también es sinónimo de renuncia, de cesura, de evanescencia", citamos del propio Muelas quien subraya que: "Manuel García Pérez demuestra poseer una voz madurada en el silencio de la escritura y su poesía es reflejo claroscuro de una vida estoica e intensa. Una lectura estremecedora que nos pone sobre aviso de un poeta que a la manera de un Paul Celan nos recuerda que la vida es interludio procaz, rito de paso, intermitencia de la muerte abarcadora".

 

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