El futuro nos alcanza: ¿rumbo a una suerte de Panóptico 2.0…?

Cultura VS Tecnologia
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No es necesario imaginar escenarios de un futuro distópico a la manera de Orwell o de Huxley para darnos cuenta de las consecuencias que podría acarrear el uso inadecuado, indebido o mal intencionado de las nuevas tecnologías.
El futuro nos alcanza: ¿rumbo a una suerte de Panóptico 2.0…?

Inteligencia artificial, redes sociales de Internet, seguridad y privacidad en la web, nuevas tecnologías: todo eso que asumimos como libertad en tanto las utilizamos cada vez más, de forma cotidiana y normal. Todo eso que, sin que lo percibamos quizá, avanza hoy día a pasos acelerados. Dicho avance, desde el punto de vista que aquí se expone, no puede detenerse, puesto que es parte natural del desarrollo de la humanidad que siempre buscará ir un paso más allá, tal como la historia va demostrando incuestionablemente a través del inexorable transcurrir del tiempo. Tampoco puede prohibirse que dicho avance suceda, sería absurdo (aunque en algunos caos, quizá el uso de ciertas tecnologías sí).

Para nadie es un secreto, aunque haya quienes prefieran no verlo así o no hablar al respecto, que tales tecnologías han sido utilizadas y siguen siendo utilizadas por los gobiernos, por las grandes corporaciones del mundo, y hasta por grupos (y a veces individuos) al margen de la ley a lo largo y ancho del planeta, en función de satisfacer determinados intereses que, eventualmente, podrían no ser precisamente en beneficio de la vida humana, sea esta colectiva, sea individual. Y es, en ese punto, justamente, en donde surge una suerte de preocupación en algunos sectores en virtud del uso que de dichas tecnologías pueda hacerse en un momento dado.

“Es espeluznante lo que están haciendo […], a falta de una ley de privacidad muy fuerte, todos estamos arruinados”, dice el profesor Al Gidari de la Universidad de Stanford, en California, refiriéndose al tema del reconocimiento facial del que ya puede disponerse hoy día, aunque, ciertamente, aún se perfecciona. Una poderosa herramienta para reunir fotografías en línea de cualquier persona que aparezca en la web (citado en: “App pone en entredicho idea de privacidad”. Artículo de Kashmir Hill en The New York Times, edición del 25/01/2020). Esto solamente es un ejemplo de lo que podríamos enfrentar muy pronto como sociedad (en términos globales) de acuerdo con la tendencia observada de forma acelerada durante los más recientes pasados años.

No es necesario ser alarmistas o exagerados, es pura cuestión de sentido común, y no es necesario tampoco imaginar escenarios de un futuro distópico a la manera de Orwell o de Huxley, para darnos cuenta de las consecuencias que podría acarrear el uso inadecuado, indebido o mal intencionado de las nuevas tecnologías que, casi con seguridad sucederá (lo cual, dicho sea de paso, tampoco es algo nuevo), razón por la cual cabe el planteamiento, a manera de breve reflexión de cara a un futuro cada vez más cercano, que el uso de la tecnología y herramientas de Internet con las que contamos hoy día, es un asunto serio y delicado.

Usualmente, la utilización de tecnología -en términos generales-, va más allá de lo que quizá podamos apreciar a simple vista y en corto plazo, es decir, su trascendencia, las más de las veces, suele ser de alcances mucho más considerables y perdurables en el tiempo y el espacio (hablando en términos sociales a nivel global, como ya se apuntó). Las nuevas aplicaciones cuyo objetivo es la realización de identificación facial a través de Inteligencia Artificial y de algoritmos capaces de reconocer, con singular precisión, a cualquier persona cuyo rostro aparezca en la web, sea a través de redes sociales, sea a través de bases de datos, sitios y/o cámaras de video gubernamentales o privadas, son ya un hecho del futuro que nos ha alcanzado sin que siquiera nos percatemos.

El cuestionamiento, en tal sentido, se transforma en inevitables incógnitas que surgen con respecto a cómo, quién, y, sobre todo, para qué hace o puede hacer uso de dichas tecnologías en un momento dado. Un caso reciente, ejemplo de que el reconocimiento facial se está saliendo de control con rapidez, según comenta Robb Todd en The New York Times, es el ocurrido en China: “se utilizó software de reconocimiento facial […] para identificar y avergonzar públicamente a una residente por conducta no civilizada”, indica. (Véase el artículo “Para avergonzarla por su piyama rosa”, edición del 02/02/2020, por el autor y medio citados). Un episodio en la historia humana que sin duda vuelve a poner sobre la mesa el debate de la seguridad y la privacidad individual y social en el marco del ejercicio del poder (no sólo gubernamental) en los Estados actuales.

De este lado del mundo, en la ciudad de San Francisco, en California, la aplicación Clearview ha creado suficiente polémica y controversia en tal sentido: “basta con tener una foto de una persona y subirla a la aplicación para poder ver imágenes públicas suyas junto con enlaces al sitio de origen de dichas fotos. El sistema se compone de una columna vertebral con una base de datos de más de 3 mil millones de imágenes que Clearview afirma haber obtenido de Facebook, YouTube, Venmo y millones de otros sitios web”. (“The Secretive Company That Might End Privacy as We Know It”. Kashmir Hill. The New York Times, edición del 18/012020). Toda esa vorágine tecnológica, cuyos alcances son quizá difíciles de entender de momento, hacen recordar, como indicaba líneas arriba, a Orwell, Huxley y sus distópicas predicciones, pero también a autores como Bentham y su controversial Panóptico, algo que no deja de preocupar a muchos de cara al panorama aún incierto en el que se constituye el futuro cercano… ¿Estamos en camino a una suerte de Panóptico, 2.0…? Quién sabe, lo cierto es que, sea como fuere, todo eso ya está aquí, y de una u otra manera, nos guste o no, preciso es aprender a vivir con ello, dado que es un claro ejemplo de que, tarde o temprano, el futuro nos alcanza. @mundiario

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