El Ficcionario: como pez en río revuelto acechado por pescadores

En el río revuelto nunca ganan los peces; y los pescadores, según su forma de pescar.
En el río revuelto del mercado nunca ganan los peces; y los pescadores, según su forma de pescar. / iai TV

Hubo un tiempo feliz en que se confiaba en los bancos, en Telefónica y en las aseguradoras. Hoy se han convertido todos ellos sin excepción en bandas organizadas para rentabilizar los beneficios de los inversores a costa de usuarios y clientes.

El Ficcionario: como pez en río revuelto acechado por pescadores

El Ficcionario de esta semana indaga formas osadas de ganar dinero mediante procedimientos velados, continuados, consentidos y sistemáticos. Y, a propósito de ello, sostiene la idea de que cuanto más cambiantes, turbias e incomparables entre sí sean las situaciones del mercado, mayor provecho económico es posible sacar de usuarios y consumidores. Ya lo dice el refrán, "a río revuelto...".

radiacción. Abreviatura de radio de acción. Es el punto más alejado al que puede llegar una aeronave en el caso de que tenga que regresar a su punto inicial de despegue. En el ámbito militar también recibe el nombre de radio de combate.

razión. Porción variable de alimento que corresponde a una persona según la raza. Sería un error pensar que se trata de un concepto anticuado. El Hogar Social Madrid, por citar sólo un ejemplo, nos recuerda su vigencia cada día.

reación. Forma en que alguien que es reacio a algo se comporta al serle presentado u ofrecido. Me pasa con el queso y la gente muy facha. Respecto de ambas cosas, no puedo dejar de considerarme un reacionario.

realhojar. Especialmente referido a las hojas que han perdido su cuaderno, su libro o su árbol: buscarlas un nuevo lugar donde puedan vivir. ¡Cuidado, en el HSM sólo serán admitidas si son españolas!

reavilitar. Devolver la vileza a las personas que, momentáneamente, la habían perdido.

rebalidar. Ratificar o confirmar algo en Bali.

rebelación. (angl.). 1. Descubrimiento de la condición rebelde de alguien, que hasta ahora se había aguantado en secreto. 2. Manifestación de Dios a los hombres de la necesidad de rebelarse ante las injusticias. ¿Ante toda injusticia o sólo la que padecen aquellos más próximos?

rebocar. 1. Anular verbalmente una decisión o disposición anteriormente adoptada, particularmente una autoridad. 2. Enlucir o pintar las paredes exteriores de la boca. Así lo hacen, con ocasión de la celebración del Campeonato Mundial, los aficionados al fútbol que se pintan la cara con los colores de la bandera de su país.

rebolotear. Moverse algo en el aire alrededor de los bolos.

recanbio. Acción de sustituir un perro por otro de su misma clase, para el desarrollo de una determinada función. Para el animal de compañía que alguna vez hemos perdido no existe, sin embargo, recanbio posible. Al igual que las personas, son únicos e insustituibles.

recaudazión. Cantidad de dinero cobrada o percibida de forma audaz por conceptos tales como tasas, cuotas, tributos y, en general, por la venta o prestación de cualquier clase de producto o servicio. El sinfín de comisiones inventadas por los bancos constituye un buen exponente de recaudazión pura y dura, hasta el punto de que el cobro de algunas de ellas constituye un verdadero atraco legalizado. Pero no es la única artimaña para ganar dinero. Si mal está pagar por un servicio que debiera estar cubierto, peor aún es tenerlo que hacer por un servicio no prestado o ni siquiera solicitado, como sucede con aquellas empresas de telefonía que facturan tiempos de llamada no consumidos o, sin consentimiento explícito, te adjudican de forma subrepticia un contrato de móvil -me ha pasado con Vodafone- del cuál te enteras al cabo de dos años. Esto es, sencillamente, una estafa consentida por la autoridad encargada de vigilar el cumplimiento de las reglas de compraventa. Pero ¿acaso no es posible rentabilizar un negocio sin acudir a manipulaciones y tretas que acechan al consumidor en cuanto baja la guardia? Hubo un tiempo feliz en que, como casi todo el mundo, yo también confiaba en los bancos, en Telefónica y en las aseguradoras. Hoy se han convertido todos ellos sin excepción (bancos, empresas de telefonía, de seguros, de suministro eléctrico, etc.) en bandas organizadas para rentabilizar los beneficios de los inversores a costa de engañar, en la medida de lo posible, a los usuarios y clientes. Generalmente, es verdad, mediante cantidades de poca monta, pero que multiplicadas por cientos de miles de casos alcanzan elevados montantes. De ese modo, el recurso a una hipotética vía judicial resulta disuasorio para la mayoría de personas afectadas: meterse en el terreno marañoso e imprevisible de los jueces y abogados para reclamar un cobro indebido de 30 euros requiere un heroísmo nada frecuente y fuera de nuestro alcance. Definitivamente, creo que no estoy preparado para la liquidez -en el sentido de Bauman- de las condiciones actuales del mercado capitalista. Añoro el tiempo en que las cosas tenían un precio estable y era posible establecer comparaciones fidedignas, el necesario fundamento para elegir racionalmente. Ahora, en cambio, todo se complica y difumina interesadamente (contratos de letra pequeña, facturas de números incomprensibles, comunicaciones y avisos de jerga ininteligible...) mientras externamente, con la impagable ayuda de la publicidad y sus trucos, todo tiende a dar la impresión de ser una ganga permanente: rebajas de temporada durante todo el año, promociones exclusivas que se enlazan una tras otra, ocasiones únicas a diario... Y uno, que tiene otros quehaceres aparte de ocuparse en las cosas del consumo, no puede evitar la sensación de que le toman el pelo a todas horas. Pongo como ejemplo dos "experiencias" que acabo de tener recientemente. La primera, al reservar hace quince días una habitación de hotel en Madrid (ya se sabe, una ganga, la última disponible, etc.). A los 5 minutos entro de nuevo: sorprendentemente, sigue quedando una habitación, pero ya la han subido 20 euros. La segunda, al entrar en la página web de Renfe para adquirir unos billetes. Hay un tren Murcia-Madrid en clase turista por 37 euros. Efectúo algunas comprobaciones de fechas y horas para no meter la pata y, al volver, misteriosamente, ese tren ha desaparecido y el que sale ahora en pantalla ya cuesta 47. ¿Puro azar o control preestablecido de la demanda y subsecuente elevación de precios? El gran hermano ya se baña en las cambiantes aguas del mercado y detecta hasta las más pequeñas turbulencias de su curso fluvial. Eso sí, siempre conocerás a alguien que disfrutó de una maravillosa oferta en este río revuelto donde sigue valiendo el dicho que el pez grande se come al chico y donde, al final, siempre ganan los pescadores; o, quizá mejor decir, los inversores. @mundiario

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