El Ficcionario se cuela, inadvertido, en reuniones secretas de ministros y prelados

Representación de la ejecución de Giordano Bruno en la hoguera.
Representación de la ejecución de Giordano Bruno en la hoguera.

Mientras los enviados de Dios bendicen la persecución de cualquier argumento que contravenga a la fe, los gobiernos sin escrúpulos intentan armonizar la realidad con el infundio siempre que les conviene.

El Ficcionario se cuela, inadvertido, en reuniones secretas de ministros y prelados

combidar. Invitar una persona a otra a que pase por su casa y se lleve, porque se lo da, su frigorífico combi. 

conberger. Confluir en una película con Helmut Berger, un actor de gran prestancia física que, a partir de la muerte de Luchino Visconti en 1976, siempre se refirió a sí mismo como "su viudo".

conbeso. Beso redondeado y saliente, porque así son los labios que lo dan.

conbicto. Bolígrafo Bic que ha cometido un delito probado. Recordemos que hubo bíctimas.

conbite. Banquete propio de las celebraciones informáticas en el que se degustan ingentes cantidades de dígitos binarios -que, como todo el mundo sabe, tienen un alto componente bitamínico. Y es que las nuevas generaciones cada vez tienen el estómago más grande, incluso gigante.

conbocar. Llamar con la boca a ciertas personas para que acudan a reunirse en un sitio. Si a quienes reclamamos es a Dios o a los santos, trátase entonces de una inbocación.

conbulsión. Espasmo que produce a los accionistas la caída brusca de la bolsa. Nunca sabemos nada, por el contrario, del regodeo correspondiente al alza.

conchavarse. Ponerse de acuerdo varias personas para, por cuatro chavos, perjudicar a Concha.

conciliabulo. 1. Intento de armonizar la realidad con el infundio. 2. Reunión de un gobierno para tratar reservadamente qué explicación oficial debe darse de un hecho, generalmente trágico, de manera que favorezca sus intereses electorales o enmascare su responsabilidad. Resultado de históricos conciliabulos fueron, por ejemplo, las explicaciones dadas por el gobierno de José María Aznar tras los atentados del 11M de 2004, no concediendo la posibilidad de otra autoría que no fuese ETA, a pesar de los indicios en contra desde el primer momento. O, a propósito del accidente de metro de Valencia de 2006, las maniobras del gobierno de Francisco Camps para aleccionar a los técnicos que debían comparecer y que éstos defendieran sin fisuras que lo ocurrido había sido "un accidente inevitable".

conclave. Asamblea en la que se requiere de los cardenales que den el santo y seña del día para poder entrar a elegir al papa.

conclhuir. Terminar por salir huyendo de alguien o de algo. Especial atención merecen los argumentos conclhuyentes. Se trata de un tipo de razonamiento que, pese a tener un carácter resolutorio, ha de marcharse precipitadamente de un sitio por temor a que lo sojuzguen. La historia de la filosofía y de la ciencia está jalonada de argumentos conclhuyentes y de otros tantos que no tuvieron la misma suerte y que, gracias a la persecución religiosa, perecieron en el intento. Valga como ejemplo de un constante huir para al final no poder escapar el argumento que sostenía la infinitud del universo, arrastrado por el filósofo italiano Giordano Bruno (1548-1600) por media Europa tras desarrollar las ideas de Copérnico. Para Bruno, más allá del sistema solar existían otros astros y sistemas planetarios que constituían un mundo infinito. Ahora bien, como dos realidades infinitas (el mundo y Dios) no podían lógicamente coexistir, dedujo que Dios y el mundo no eran sustancias distintas sino expresiones diferentes de una misma realidad. A partir de aquí, su filosofía se concibió como un panteísmo y por ello fue acusado de herejía. En 1576, habiéndosele iniciado dos procesos –según consta en el Index processatorum- huyó de Nápoles, pasando por Siena, Milán, Chambéry, Ginebra, Lyon, Aviñon, Montpellier, Toulouse, París (donde en 1582 todavía tuvo tiempo de obtener una cátedra en la Sorbona), Oxford, Londres, Wittenberg, Praga, Helmstedt, Frankfurt, Zürich y, de nuevo en Italia, Venecia, donde alternó con Galileo. Enojado por ello, su protector el patricio Mocenigo le denunció y fue entregado al Santo Oficio de Roma, que lo encarceló, torturó y quemó vivo en la hoguera el 17 de febrero de 1600 al negarse a abjurar de sus doctrinas.

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