El Ficcionario advierte: lo tienes crudo si te meten en agua hirviendo

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Recipiente que exhala vapor de agua. / iai TV

En una de las modalidades de ordalía, el acusado debía extraer de un caldero hirviendo un pequeño objeto; y su inocencia o culpabilidad se dirimía en función de cómo Dios quería que quedase su mano al tercer día.

El Ficcionario advierte: lo tienes crudo si te meten en agua hirviendo

La presente entrega del Ficcionario permite valorar cómo ha evolucionado la justicia desde los tiempos en que prevalecía la razón del más fuerte hasta el momento actual en que, en los estados de derecho, se requieren pruebas fehacientes para condenar a un individuo. Y, entre medias, la ordalía o juicio de Dios.

perhitar. Evaluar en calidad de especialista un asunto relativo al (o en el) municipio alcarreño de Hita. Sin duda, el que mayor controversia todavía suscita entre los expertos es el lugar de nacimiento del famoso arcipreste que escribiera el Libro de buen amor -que puso a Hita en el mapa-, si Alcalá de Henares (Madrid) o Alcalá la Real (Jaén).

perhorar. Pronunciar un discurso o charla durante varias horas. Si además de largo es aburrido, trataríase de una perhorata.

periodico. Primera persona del presente de indicativo del verbo periodicar, que significa “publicar regularmente en algún diario”.

peripezia. Lance en la vida de un pez. Es difícil que los peces tengan larga vida; si eres un pez pequeño en un lugar donde hay peces grandes, vivirás lo que tarden en comerte.

Perorgullo (verdad de). Cosa elemental ignorada por uno pero que, siendo archisabida por los demás, admitimos, no obstante, conocer para no sentir herido nuestro amor propio y aparecer como ignorantes supinos.

perrogativa. Privilegio concedido a un perro. Cada año, la Unidad Militar de Emergencias (UME) distingue al "Perro del año". El último reconocimiento, correspondiente a 2016, recayó en Nick, un pastor belga malinois de 6 años especializado en la modalidad de búsqueda y rescate de cadáveres.

persecocción. Acción de seguir a alguien con la intención de cogerlo e introducirlo, como forma de tortura, en agua hirviendo. En tiempos pretéritos, el condenado a ser hervido lo tenía crudo, pues solía ser sumergido en grandes ollas con agua caliente, aceite o alguna clase de ácido. Este método, de fuertes resonancias culinarias, ya se empleó en Europa hace aproximadamente 3.000 años y lo primero que se solía sumergir en el ardiente líquido era la cabeza del condenado. Posteriormente, y proveniente de costumbres visigodas, durante la Edad Media se aplicó un refinamiento religioso conocido como ordalía o juicio de Dios, consistente en una serie de pruebas relacionadas con el fuego y el agua que tenían como objeto, atendiendo a supuestos mandatos divinos, determinar la inocencia o culpabilidad de una persona acusada de pecar o haber quebrantado las leyes. Por ejemplo, se les obligaba a los acusados a que sujetaran hierros candentes, a que introdujeran sus manos en una hoguera o a que permanecieran un cierto tiempo bajo el agua. Como criterio general, si alguien salía indemne o apenas resultaba dañado se entendía que Dios lo consideraba inocente y no merecía castigo alguno. En relación con el concepto que nos ocupa, cabe decir que la judicium aquae ferventis (prueba del agua hirviendo) quizá fue la forma más antigua de ordalía en Europa. En esta prueba, el acusado debía extraer de un caldero de agua hirviendo una pequeña piedra o anillo. Dependiendo de la gravedad del delito, sumergía el brazo hasta el codo o la muñeca; y su inocencia o culpabilidad se dirimía en función del estado que presentaba su mano al cabo de tres días después de quitar el vendaje. Si la mano estaba infectada y tenía pus -signo evidente de impureza- significaba que Dios lo consideraba culpable y debía ser castigado; en cambio, si la herida tenía buen aspecto y estaba sanando deprisa, al reo se le declaraba inocente. De estos juicios en instancia sobrenatural nos ha quedado la expresión "poner la mano en el fuego", que usamos para expresar el respaldo incondicional a algo o a alguien. A propósito de todos los líderes y cargos de su partido en los que primero confió y luego le salieron rana (Carlos Fabra, Alfonso Rus, Francisco Camps,  Jaume Matas, Ana Mato, Luis Bárcenas, Pedro Antonio Sánchez, Cristina Cifuentes...), ¿alguien se ha fijado si todavía le quedan manos a Mariano Rajoy? Una ventaja moral de aparecer manco es que, sin manos, quizá resulte más complicado recoger sobres.

persijnarse. Entre los sijs, hacerse cruces.

personyficar. Atribuir acciones o cualidades propias de las nuevas tecnologías de Sony a las personas. Por ejemplo, cuando alguien muestra lo que es con una pureza y claridad sin igual; cuando la calidad de su imagen no tiene parangón o cuando emite sonidos asombrosamente nítidos.

perspeztiva. Forma de considerar algo bajo el agua. Un factor decisivo, como hemos visto arriba, es la temperatura del elemento; otros pueden ser el tiempo de inmersión y su transparencia o turbiedad.

perspicazia. Cualidad de la persona o animal que tiene aptitudes y habilidades extraordinarias para la caza. En la caza de herejes tuvo especial relevancia el cardenal Bellarmino (1542-1621), y entre las piezas mayores que se cobró y acechó figuraron, respectivamente, Giordano Bruno (quemado vivo en la hoguera) y Galileo Galilei (vergonzosamente confinado, ya anciano, en su residencia). @mundiario

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