Falleció el periodista Manu Leguineche y se nos ha muerto algo muy dentro

Manu Leguineche.
Manu Lenguineche.

Periodistas. Otra raza. En la guerra, dejándose a pedazos la vida en medio de bombas y balas para conseguir el mejor reportaje y trasladar al mundo lo que éste a veces no quiere ver.

Falleció el periodista Manu Leguineche y se nos ha muerto algo muy dentro

Periodistas. Otra raza. En la guerra, dejándose a pedazos la vida en medio de bombas y balas para conseguir el mejor reportaje y trasladar al mundo lo que éste a veces no quiere ver.

Ha fallecido Manu Leguineche y a todos los que le seguíamos de cerca, aún en su retiro, se nos ha muerto algo muy dentro. Hoy es fácil decir que le admiraba mucho. Pero es cierto. Mi admiración creció cuando su persona se hizo más cercana que su trabajo y, desde el segundo plano de ese paisaje rural que eligió para ver la vida más de cerca que en las guerras, nos regaló “La felicidad de la tierra”.

Con su muerte, vuelve a mi esa deuda pendiente que, desde que formo parte de este MUNDIARIO en el que generosamente me dejan sentirme  a ratos como mera aprendiz de su oficio, tengo para con esos  seres de otra pasta. Y de otro planeta, créanme.

"Los cínicos no sirven para este oficio”, decía Kapuscinski  –para mí, el periodista por excelencia-.  Por eso, Cake Minuesa, uno solo entre lobos preguntando con mirada limpia a aquellos que en directo no se atrevieron a amenazar y lo hicieron después por medios despreciables,  representa lo mejor del oficio descrito por el que fue premio Príncipe de Asturias y al que tanto echo de menos.

Periodistas.  Otra raza. Unos en la guerra, directamente, dejándose  a pedazos  la vida en medio de bombas y balas para conseguir el mejor reportaje y trasladar al mundo lo que éste muchas veces no quiere ver.  Valentía en imágenes. 

Otros,  hoy rehenes de aquellos a quienes solo ellos han dado la oportunidad de tener voz: Javier Espinosa ¿cuándo te liberarán los que dicen representar a los humillados a quienes tú prestaste tu voz? ¿saben que tienen hijos que preguntan por ti cada día?

Otros, en fin, desde las trincheras, denunciando el horror una y otra vez. El veneno de su profesión puede más que el miedo o la comodidad.  Valentía en palabras.

Y tantos otros,  a los que leo con verdadero placer,  en este mismo medio a gran parte de ellos,  sacando lo mejor de sí mismos, lo mejor de esa pasta especial que solo ellos, los periodistas, tienen, poniendo a nuestra disposición realidades, reflexiones, conciencia.

Mi admiración es especial para aquellos que, a pesar de los ataques, basados en falsedades -qué mala es la envidia y qué grande la mediocridad de quienes no tienen otros medios para ensombrecer la maestría-, han sabido mantenerse fuertes en las tormentas y libres en el pensamiento y en los decires. Y en los haceres. Humildes en los éxitos. Qué difícil. En silencio a veces. Hablando cuando tocaba.  Observando. Como los grandes. Como los que tienen mucho que perder, pero arriesgan. Y ganan. Ganan siempre, aunque a veces parezca que pierdan. Tenemos  a alguno de ellos no muy lejos. 

Periodistas que nunca pierden, muy al contrario, ganan, y, generosamente, nos dejan ganar a los demás, a los que no lo somos y queremos expresarnos. A todos. De cualquier signo, pensamiento o sentimiento. Libertad y generosidad siempre. 

No se mueven intranquilos. Saben que su puesto en el mundo no depende de ningún advenedizo, aunque éste escriba muy bien. Ellos son “la tribu”, tanto donde estallan las bombas como en la guerra del día a día que es hoy nuestro país. Algunos han predicho los malos tiempos que nos está tocando vivir y han sabido plasmarlo, con estudio, mucho estudio  primero, y con valentía – la de siempre- después, en libros que han sido manual claro y ameno sobre esta maldita crisis.

Hablan, y hablan muy bien.  Debaten limpia pero enérgicamente, defendiendo aquello en lo que creen, sin atropellar las ideas de los demás. Crean controversia solo con iniciar una frase,  augurando un buen rato de amena charla. Imposible no irse de vuelta con un nuevo aprendizaje.

No son de derechas ni de izquierdas, aunque terceros todavía lo pretendan. ¡Qué ignorancia achacarles una ideología!  Son libres. Con todo lo que eso significa. Con el precio que, aún hoy, hay que pagar por ello.

Son brillantes. Pero es que hay mucho trabajo detrás de su innegable valía. 

Hay un gran intrusismo en su  profesión, es obvio. Intrusismo la mayoría de las veces en el mejor sentido de la palabra por quienes, sin ser periodistas y reconociendo la supremacía de éstos en la materia, nos atrevemos a escribir sobre lo que va ocurriendo. Ellos, generosamente, nos ceden un espacio, como éste en el que estoy escribiendo, para que, libremente, expresemos aquello que nos bulle por dentro.  

Alguien dijo que el periodista, además de ser un buen periodista, debe ser una buena persona. Y yo repito como Kapucinski, periodista que ha enriquecido mi vida de una forma extraordinaria, que es cierto, que es que “los cínicos no sirven para este oficio”.

Para todos ellos, mi enorme admiración. Periodistas. Otra raza.

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