La experiencia amorosa y la construcción del erotismo y de la pornografía

XXX en la Red.
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¿Qué resulta más pornográfico, un bombardeo en tiempo real en Medio Oriente trasmitido por la CNN?, ¿una corrida de toros o un video triple XXX del internet? 

La experiencia amorosa y la construcción del erotismo y de la pornografía

El 6 de mayo de 2007 el fotógrafo norteamericano  Spencer  Tunick rompió su propia marca y fotografió a 18 mil mexicanos desnudos en el Zócalo  de  la  Ciudad  de  México.

Periódico Reforma

 

A pesar de las conmociones que ha implicado la revolución sexual de los sesentas y de  las proclamas igualitarias en lo que al género se refiere, nuestra época no ha logrado echar por tierra la posición tradicionalmente preponderante de las mujeres y sus aspiraciones amorosas.

Durante los años sesenta existe un tipo de feminismo que rompe lanzas no tanto contra el amor en sí como contra la manera en que se socializa a las mujeres y se les somete a un ideal romántico sentimental. Durante la efervescencia de los años rebeldes liberadores y se le consideró como una especie de opio que acababa por cosificar a las mujeres. La consigna entonces ya no era amar hasta perder la razón sino gozar sin trabas. Es así que mientras el discurso del corazón se ve marginado y falto de legitimidad en relación con la retórica libidinal, la exclusividad amorosa y la fidelidad se ponen en entre dicho en cuanto a valores burgueses. Sin embrago, no hay que hacerse ilusiones: incluso en lo más álgido del período contestatario, las mujeres jamás han renunciado a soñar con el amor. O que se ha eufemizado es el discurso sentimental, no las expectativas ni los valores amorosos.

En  todas  las  sociedades  hay   un conjunto de   prohibiciones  y tabúes     –también de estímulos    e   incentivos-     destinados  a regular    y   controlar  al instinto   sexual. Esas reglas sirven  al  mismo  tiempo  a  la sociedad    (cultura)   y   a la reproducción (naturaleza).   Sin esas reglas la familia se desintegraría    y   con   ella   la    sociedad estera. Sometidos  a  la descarga eléctrica del  sexo,   los   hombres  han  inventado un pararrayos: el erotismo

 Octavio Paz

En unas cuantas décadas las mujeres han logrado cambios tan espectaculares como vertiginosos: reconocimiento de la actividad profesional, legalización de la anticoncepción y del aborto, liberalización de la moral sexual. Han reafirmado su independencia económica y personal. De llevar una vida sexual fuera del matrimonio. De experimentar placer sexual sin un sentimiento de culpa. Incluso de amar a otra mujer si esta es su preferencia. La virginidad ha dejado de ser una obligación sexual. Dichas consignas no se han escrito sobre papel mojado, sin lugar a dudas. Sin embargo, lo que priva en la actualidad en la asimetría de género en los roles afectivos. Las tendencias igualitarias progresan, pero la desigualdad amorosa continúa. Para muestra un botón: la prensa rosa y de corazón dirigida a un público casi estrictamente femenino con toda la carga ideológica que esto supone. La trampa en la que se cayó sin querer fue que sea cual fuere la liberación sexual de los años sesenta, las mujeres siguen ligadas a un erotismo sentimental y se muestran menos coleccionistas que los hombres. Si bien resulta menos nítido que en el pasado, el reparto sexual de los roles afectivos no ha desaparecido del mapa; es decir, las mujeres siguen siendo proclives a asociar sexo y sentimiento; los hombres por su parte, contemplan con suma facilidad su disyunción. Thompson, a partir de un estudio ya clásico sobre este tema concluiría que "la pérdida de la virginidad para un chico sigue siendo desde tiempo inmemorial una expresión equívoca. En el caso de los muchachos es un plus, una ganancia. Es un talismán que apunta al futuro; pero no compromete, sin embargo, aspectos nucleares del yo personal, es uno entre otros emblemas de la capacidad masculina. En el caso de las chicas, la virginidad es contemplada como una entrega. La cuestión no es  -para la mayoría- si debe formar parte de la primera experiencia sexual, sino cómo elegir el momento y la circunstancias correctos. El hecho se conecta directamente con las narraciones románticas. Los chicos esperan forzar el hecho de la iniciación sexual, las chicas prefieren retrasar las cosas".

En las sociedades tradicionales de América Latina las cosas podrían ser incluso poco más drásticas. En un estudio antropológico sobre iniciación sexual en sociedades semi-rurales en México, Ana Amuchástegui concluye que, a pesar de que muchos jóvenes en México no alcanzan a vincular valores morales con la religión, sus significados dominantes de la virginidad se hayan fuertemente relacionados con las doctrinas católicas. Además el género parece ser una variable ya que en los hombres la actividad sexual resulta ser un problema siempre y cuando se practique con una mujer virgen, mientras que para las mujeres la prescripción supone una abstinencia sexual, a menos que se lleve a cabo dentro del matrimonio.

"Hay dos elementos que pueden establecer una conexión entre estas disposiciones, -dice Amuchástegui- aparentemente contradictorias, porque reparan el daño o perdonan la falta que representa el acto sexual: uno de ellos es el amor, el otro es el matrimonio. En este caso, la actividad sexual de los hombres parece quedar regulada mediante un sentido de honor y de culpa claramente vinculado con la masculinidad, en el sentido que se sientan obligados a casarse con la mujer a quien han despojado de su virginidad. De no hacerlo, se le consideraría como cobardes e incumplidos en relación a la palabra de honor que han empeñado."

Ciertamente en una sociedad como la mexicana, en lo particular; y como en latinoamericana, en general, conviven y se yuxtaponen discursos y significados acusadamente tradicionales con otros, marcadamente más seculares y más cercanos con aquello que Giddens  denomina como sexualidad plástica. La sociedad latinoamericana – en su amplia mayoría urbana y compuesta por jóvenes ha superado muchos de los atavismos y de las costumbres que hacían entender al sexo como algo pecaminoso. Al parecer la hipótesis represiva foucaultiana luce muy diluida cuando observamos que hace sólo unos meses el fotógrafo norteamericano Spencer Tunick rompió su propio record al fotografíar a 18 mil mexicanos desnudos concentrados en el Zócalo de Ciudad de México. Sin embargo, en México como en otras sociedades latinoamericanas, los hombres y las mujeres tienen distintas expectativas en relación al amor y al sexo. La emergencia del amor romántico y su batería simbólica que le acompaña parecen ser la causa que justificaría dichas diferencias.  Giddens ofrece una explicación a partir de establecer una diferencia entre el amor romántico y el amor pasional.

"El amor pasión -advierte Giddens- es un fenómeno más o menos universal. Debe ser diferenciado (…) del amor romántico. El amor romántico que comenzó a hacerse notar a finales del siglo XVIII en adelante, asumió (muchos de los ideales católico religiosos) e incorporó elementos del amor pasión, sin ser nunca distinto de ambos. El amor romántico introdujo un elemento novelesco dentro de la vida individual. (…) La narración de una historia es uno de los significados del término romance (novela). (…) En el amor romántico, los efectos y lazos, el elemento sublime del amor, tienden a predominar sobre el ardor sexual. La importancia de este punto difícilmente puede ser sobreestimada. El complejo del amor romántico es, a este respecto, tan inhabitual en la historia, que Max Weber lo describe como un ingrediente de la ética protestante. El amor rompe con la sexualidad a la vez que la incluye. La virtud asume un nuevo sentido para ambos sexos, y ya no significa sólo inocencia, sino cualidades de carácter que seleccionan a la persona como especial."

La pornografía y sus representaciones

Resulta difícil hablar de pornografía y dejar de lado, al mismo tiempo, el asunto referido a la transgresión.  Aquello que podemos entender como pornografía es un género que se puede concebir nada menos que desde la parábola del pecado original. Dios amenazó a sus recientes creaciones, Adán y Eva: “No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”, dijo respecto al árbol situado en el centro del jardín del Edén. Y es que la transgresión parece ser un elemento más que seductor. Naief Yehya lo dibuja de la siguiente manera: "El tema favorito de la humanidad es y ha sido siempre la transgresión, la violación de las normas que mantienen la paz de la sociedad. La desobediencia al orden, que comienza con la tradición cristiana con el episodio bíblico de Adán y Eva y la manzana, es un tema presente tanto en las grandes obras literarias y artísticas como en las películas chatarra de serie B".

Y a continuación este autor mexicano ofrece una afirmación que además de contundente luce muy explicativa: "No hay pueblo que no identifique lo que considera obsceno, no hay cultura que no establezca sus márgenes de lo permisible y no hay tradición sin transgresores de los mismos. Hasta los grupos humanos más liberales y anárquicos dependen de la prohibición de aquellos actos antisociales e inhumanos que puedan representar su propia negación o que amenacen la existencia del colectivo. Los herejes, los criminales, los indecentes, las prostitutas y los asesinos son a menudo los protagonistas de las fantasías de ficción y los antihéroes que dan sentido a la cultura al situarse fuera de sus márgenes y de esa manera situarse fuera de lo tolerable".

Termina esta parte exponiendo una idea que es significativa para entender los baremos y referentes que gravitan el terreno de la moral pública: "Es en relación con ellos que la mayoría de la gente situamos nuestras pequeñas transgresiones y la monotonía cotidiana". 

La pornografía tiene el oscuro privilegio de ser considerada por muchos como una terrible enfermedad de la civilización y el principal indicador de la decadencia de una cultura.

La pornografía tiene el oscuro privilegio de ser considerada por muchos como una terrible enfermedad de la civilización y el principal indicador de la decadencia de una cultura. Tal es su naturaleza que en muchos países donde se prohíbe de facto, la única manera de redimir socialmente una obra acusada de ser pornográfica es “rescatar” o valorar los elementos no sexuales que pueda contener. Esto resulta bastante paradójico en el caso de un género específicamente caracterizado por hacer del sexo un espectáculo.

De la pornografía se pueden decir muchas cosas y siempre es controversial. Hay quienes creen que es un baremo confiable para identificar la apertura moral y la libertad de expresión de una sociedad. Es decir; uno de los principales problemas para entender esta representación es que la pornografía puede ser a la vez una clasificación moralista, un producto, un fenómeno y una cultura. Así, una de las muchas inquietudes que produce este género tan singular es la dificultad que le presenta y representa a todo aquel que trata de definirlo y de encontrar una fórmula que resuma la totalidad de sus atributos o de asirlo por su esencia. La diversidad y heterogeneidad pornográfica es tal  que resulta casi absurdo tratar de caracterizarlo por lo que muestra; o intentar encapsularla en un solo género. Desde su invención ha sido siempre más fácil determinar la pornografía por sus efectos de sus significados en quienes la ven y lo que les representa que por su contenido. Pero como dichos efectos son meramente subjetivos, la manera en que éstos serán interpretados para elaborar una definición responderá inevitablemente a la postura ideológica de quien la haga o la haga suya.

Los religiosos definen a este género como el de la perdición del espíritu y la corrupción del alma, los conservadores como el de la comercialización del sexo sin amor y las feministas anti-pornografía con el argumento de que es una manera de violentar a la mujer. Políticos de todas denominaciones tratan de ganar puntos con el electorado al atacar la pornografía, ya que ése el terreno de fácil consenso y la mínima polémica. La pornografía es siempre útil chivo expiatorio de moralistas, líderes y demagogos. Mientras tanto, a pesar de que millones de personas disfrutan y usan diariamente, a veces diarias veces al día, los más diversos productos pornográficos, muy pocos son aquellos que defienden los méritos de este género.

Una definición mínima  e incompleta podría ser como aquella representación o descripción explícita de los órganos y prácticas sexuales enfocadas a estimular los deseos eróticos en el público. Sin embargo, Meter Wagner va más allá al referirla como la representación escrita o visual en una forma realista de cualquier comportamiento sexual o genital con la deliberada intención de violar los tabúes sociales y morales existentes y ampliamente aceptados.

El consumo pornográfico es un fenómeno que provoca un mayor consumo en hombres que en mujeres; no sólo pocas mujeres franquean el umbral del sex shop, sino que a menudo los espectáculos de porno duro les producen un malestar cercano, en ocasiones, a la aversión o el asco.

Pero dicho todo lo anterior, la pornografía merece una interpretación diferenciada en lo genérico. Como sabemos el consumo pornográfico es un fenómeno que provoca un mayor consumo en hombres que en mujeres; no sólo pocas mujeres franquean el umbral del sex shop, sino que a menudo los espectáculos de porno duro les producen un malestar cercano, en ocasiones, a la aversión o el asco. El espectáculo hi-fi de los retozos carnales divierte, distrae o excita a los hombres, y desagrada a la mayor parte de las mujeres. Por lo general las mujeres no alquilan videos XXX para su uso en solitario, sino que los ven en compañía de su amante o de su marido. Visto en pareja, precisamente, el porno duro pierde algo de su carácter impersonal, funciona como un juego compartido, un instrumento de intercambio y de relación, un instrumento de intercambio en pareja. La dimensión intersubjetiva-emocional que la semiótica porno anula, resulta parcialmente restablecida por las condiciones de su recepción en común. Reciclado por esta mediación relacional, el porno deja de reducirse por completo a una representación de orgasmos despersonalizados.

Pero hasta ahora aún no hemos respondido qué es la pornografía, ni tampoco, por qué es importante considerarla en este artículo.

  • > Lo primero que debemos advertir  es que no hay una definición neutra de la pornografía y, al mismo tiempo, toda discusión sobre ella inevitablemente se centra en si debe ser o no tolerada.
  • > La pornografía también puede ser considerada -en sus inicios- como un mecanismo de exclusión. Estas obras, que eran adquiridas y coleccionadas por nobles y hombres extremadamente ricos, no eran consideradas como pornografía sino hasta que comenzaron a volverse relativamente accesibles a las masas. Cuando las representaciones obscenas se abaratan, gracias a los progresos de la tecnología, se vuelven motivos de preocupación para las elites. Cuando el poder económico deja de ser el requisito indispensable para penetrar al universo de las imágenes eróticas, los poderosos tuvieron que inventar nuevos mecanismos para mantener a las elites protegidas del peligro inminente que representaba ese conocimiento prohibido cayera en manos de la turba
  • > Pero la pornografía también puede ser un mecanismo de control actual. Es decir, La ambigüedad de este término lo hace especialmente flexible y manejable para ser utilizado como herramienta censora por quienes detentan el poder, es decir, para perseguir y prohibir lo que consideran subversivo o socialmente peligroso (que en general corresponde a aquellas actitudes que amenazan su poder y el status quo)

 

La definición de la que a continuación damos cuenta, aunque es amplia es bastante clara y pone en relieve algunos elementos susceptibles de ser considerados en esta reflexión: "La pornografía podría ser definida como la expresión del sexo por el sexo mismo sin pretextos ni justificaciones, como aquella forma de expresión en la que el sexo tiene tal preponderancia que podemos olvidar el tema, el contexto, las sub-ramas y todo detalle de la historia, la pornografía es el género que en teoría busca la abolición total del misterio sexual o, por lo menos, es el que permite desprenderlo de su contexto moral, social, legal o religioso".  Si aceptamos este razonamiento, entonces la pornografía en términos simples es aquello que alguien decide determinarlo como tal y, en ese sentido, susceptible de ser censurable. Pero lo paradójico también es que si alguna sociedad decidiera proscribir la “decencia”, eso sería suficiente para el aniquilamiento del porno, como es que se le conoce hoy en día. 

Me gustaría cerrar este artículo con un par de preguntas: ¿Qué resulta más pornográfico, un bombardeo en tiempo real en Medio Oriente trasmitido por la CNN?, ¿una corrida de toros o un video triple XXX del internet? 

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