Los estudios revelan que se sabía de la llegada de la Covid-19 desde 2018

Deforestación. / Pixabay
Deforestación. / Pixabay
La deforestación se coloca como uno de los motores en la proliferación de animales vectores de la Covid-19 en espacios urbanos , los expertos llevaban avisando de los riesgos durante años.
Los estudios revelan que se sabía de la llegada de la Covid-19 desde 2018

Del murciélago al pangolín y del pangolín al ser humano. 

Esta es la teoría de cómo llegó el virus a nuestra especie. Nos suena porque la transmisión de virus zoonóticos se coloca como la protagonista de la teoría de la llegada de otras muchas enfermedades famosas y temidas. El Ébola, el SARS de 2002, el Zika… Todas habrían pasado del reino animal a nosotros. 

De buscar una causa común para el salto de los virus de una especie a otra se podrían señalar a todo tipo de culpables, pero el primero al que apuntar los dedos sería la deforestación. 

Deforestación. / Pixabay

¿Por qué la deforestación? 

Habitualmente, al abordar un problema, se acude a la metodología de escarbar hasta toparse con la raíz y arrancarla. En este caso, más que arrancarla se podría optar por replantarla. 

La deforestación trae consigo muchas consecuencias negativas, una de ellas, que los animales pierdan sus hábitats. Cabe tener en cuenta de que no van a morir inmediatamente y que los instintos de todo ser vivo se orientan a la supervivencia, por lo que muchas de las criaturas a las que les hemos destruído sus hogares acudirán a zonas más urbanas donde pueden entrar fácilmente en contacto con la especie humana. Una de estas criaturas son los murciélagos. Destruír los bosques causa la muerte de muchas especies, y, esta situación, mejora la proliferación de otras. Volviendo al principio: de los murciélagos a los pangolines y de los pangolines a los humanos. 

Murciélago. / Pixabay

Con la tala de los bosques los murciélagos se mudan a regiones humanas donde las personas entran en contacto con sus desechos. Estos mamíferos cuentan con sistemas inmunológicos de acero, por lo que pueden llevar miles de coronavirus y no mostrar ni un solo síntoma. Por lo que, por un lado, tenemos a unos seres vivos que funcionan como un caldo de cultivo de enfermedades, los pangolines y a nosotros. 

Pangolín. / Pixabay

El tema de los pangolines está discutido. No se sabe a ciencia cierta si estos animales, delicatessen para las clases más altas en China, son los responsables de la entrada del covid-19. Lo que sí sabemos es que en Asia se consumen murciélagos, fácilmente disponibles ya que proliferan cada vez más en espacios urbanos. 

No solo nos basta con el problema de la pandemia. Si se permite que la situación progrese como hasta ahora, tan solo vamos a posponer la alarma de la siguiente enfermedad porque habrá más mosquitos, murciélagos y animales vectores de cualquier otra amenaza para la salud más cerca de nosotros. 

Además, el coronavirus se retroalimenta con su causa. Actualmente, la Interpol informa de que resulta cada vez más difícil controlar las actividades criminales, como las asociadas a la deforestación, porque la mayor parte de sus recursos necesitan orientarse a la crisis sanitaria

En países de Asia, África y Sudamérica hay registros de talas ilegales en zonas protegidas para la venta de maderas de lujo, como el palisandro siamés, o de la necesidad de combustibles por parte de comunidades aisladas, como en Madagascar donde empezaron a cortar los manglares, o de talas para conseguir maderas que vender a precios más baratos… 

Por lo que se vuelve al punto de partida. 

Podría parecer que con este varapalo aprenderemos la lección, pero no se ha hecho con el Ébola, ni con el SARS, ni con el Zika, ni con el VIH. 

Plantaciones de palma en el Amazonas. / Pixabay

Se continúa la quema del Amazonas para conseguir espacios para plantaciones orientadas a la producción de aceite de palma, un cancerígeno. Pero ya sabíamos eso. Nos suena la noticia tan famosa de que la OMS había declarado que el aceite de palma puede causar cáncer, tanto como lo de que la carne también puede hacerlo. La diferencia es que en su boletín, en 2018, la Organización Mundial de la Salud lo vinculaba con, uno, la deforestación, dos, la pérdida de la biodiversidad y, tres, las enfermedades respiratorias. Ahora es cuando empieza a sonarnos de una manera totalmente distinta, igual que las palabras mascarilla, aislamiento o desinfectante. 

Pero, una línea en un párrafo en 2018 no nos podría haber preparado para nada. Ni siquiera un estudio el mismo año avisando del riesgo de los murciélagos, los coronavirus y la deforestación escrito por autores de tres universidades europeas

Hombre con mascarilla. / Pixabay

El riesgo de una enfermedad causada por un coronavirus que se vincule directamente a la deforestación era algo de lo que había constancia. Lo que ocurre es que nadie pensó que pudiese a llegar a una escala tal como a la que nos enfrentamos hoy en día, con casi 20 millones de casos de coronavirus en el planeta y 700 mil fallecidos. A principios de año las autoridades recomendaban cautela y la OMS se mostraba reticente a declarar la pandemia. 

La covid-19 ha sido devastadora. El confinamiento ha motivado el aumento en el malestar social y la subida en patologías como la depresión. Pero si queremos elegir quedarnos con algo positivo, podría ser más conciencia sobre la labor que llevan a cabo nuestros sanitarios, una nueva apreciación por el personal de los supermercados o más iniciativa a la hora de luchar contra la deforestación. @mundiario

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