¿La escuela fragmenta el conocimiento?

Pinturas en la escuela. / Pixabay
Pinturas en la escuela. / Pixabay

En la vida cotidiana no hacemos una separación de saberes y ¿por qué en la escuela sí?

¿La escuela fragmenta el conocimiento?

Desde que formamos parte de un sistema educativo se nos ha dicho que vamos a la escuela a aprender, como si fuera el único lugar en el que tenemos acceso al aprendizaje. ¿Y la casa? ¿y la calle? ¿y los medios? ¿no generan también aprendizaje?

Por supuesto que sí, pero es un aprendizaje de tipo informal, lo que implica que no necesitamos asistir a un lugar específico para aprender y eso, a su vez, quiere decir que existe otro tipo de aprendizaje que es formal. Exacto. Es el tipo de aprendizaje validado por el Estado y establecido bajo un currículum previamente establecido.

Pero bueno… la intención de este artículo no es discutir el tipo de aprendizaje que tenemos, sino la manera en que la escuela nos enseña las diferentes disciplinas y cómo ello, por supuesto, tiene que ver con la didáctica.

La didáctica, la clave

La didáctica se puede definir como el arte de enseñar, primera concepción de esta disciplina. Sin embargo, en la actualidad, la didáctica está orientada a la resolución e investigación de problemas educativos que ocurren al interior del aula; concepción mucho más abarcadora y en la que, en lo personal, estaría mucho más de acuerdo.

La escuela, como lugar de aprendizaje, tiene históricamente la difícil tarea de formar alumnos que posteriormente van a replicar el conocimiento y a trabajar para toda una sociedad. ¿Y qué necesita ese alumno para aprender?  Una serie de materias que le ayuden a consolidar ese conocimiento y a aplicarlo, lo importante es discutir la manera en que por siglos se han transmitido esas disciplinas.

Desde la antigua Grecia hasta el periodo de la Edad Media se establecen las primeras divisiones del conocimiento que se denominaron: Trívium o Trivio (gramática, dialéctica y retórica) y Quadrivium o Cuadrio (aritmética, geometría, astronomía y música). Como podemos observar, excepto la música, las áreas de estudio tenían una lógica en su división y eran consideradas muy importantes para la formación de los estudiantes.

En el enciclopedismo se aboga por abordar las disciplinas más variadas y que proporcionen al sujeto un conocimiento más universal (de ahí el nombre de Universidad), estas materias son: lenguas greco-latinas, álgebra, aritmética, historia universal, astronomía, biología, química, matemáticas, física y artes.

Disciplinas difíciles vs. fáciles

Todo ello es correcto. Sin embargo, existe hasta nuestros días la idea de que hay disciplinas difíciles (matemáticas, física, química) y las fáciles (español, historia, civismo etc.), esta división hace pensar que existen materias de primera y de segunda, por llamarlo de alguna manera, y por supuesto, que la mayoría de los jóvenes se inclinan a las segundas, porque son menos difíciles.

En un principio esta división se hizo por razones meramente didácticas, sin embargo, las habilidades del pensamiento que se requiere para aprender las diferentes materias en general son las mismas. Todo conocimiento requiere de: Memoria, atención, lógica, razonamiento inductivo y deductivo, entre otros y si bien es cierto que cada disciplina tiene su propia metodología, las habilidades son las mismas.

El aprendizaje que tenemos los seres humanos no conoce de fragmentación, ya que lo mismo hacemos una ecuación aritmética cuando vamos a la tienda a comprar algo, que cuando nos acordamos de las fechas históricas o sucesos cuando estamos frente a una conmemoración y leemos todos los días carteles, el periódico, cuentos. Es decir, en la vida cotidiana no hacemos una separación de saberes y ¿por qué en la escuela sí?


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el método Montessori

Esta misma pregunta se hizo María Montessori y por ello, su método ha sido todo un éxito cuando es llevado a cabo de manera correcta.

Bajo el método Montessori no hay una división de disciplinas: los niños no tienen que trabajar con su cuaderno de matemáticas y luego con el de español y terminar con el de historia, sino que llevan un solo cuaderno y en éste confluyen todas las disciplinas. El niño aprende historia, al mismo tiempo que español y matemáticas.

El mismo principio de aprendizaje lo aplicó Freinet, cuando instituyó el método de imprenta, en la que los niños elaboraban sus propios textos de aprendizaje y ponían en acción conocimientos de ortografía, redacción, lingüística, matemáticas etc.

Otro de los autores, como Vigotsky, señalaron que el primer aprendizaje de tipo formal de los niños aparece en casa, por tanto, cuando el niño llega a la escuela posee un cúmulo de conocimientos que no siempre son valorados o retomados por el profesor, quien empieza de cero, como si el niño fuera una “tábula rasa”. Este autor menciona que el niño en casa adquiere conocimientos de lingüística, matemáticas, nociones espaciales y temporales e incluso pequeñas inferencias.

En este mismo sentido, David Ausubel menciona que los alumnos pueden generar un aprendizaje significativo cuando se enlazan sus conocimientos previos con los subsiguientes y entonces ello hace que para el niño tengan mucho más sentido el aprendizaje.

Toda esta discusión da lugar a un planteamiento que hace Édgar Morín en su libro “La mente bien ordenada” y en el que retoma un pensamiento sobre la enseñanza de Michel de Montaigne, quien señala que “es mejor una mente bien ordenada que una muy llena”,

Con esta frase quizá, comprendemos el principio didáctico de la división de materias, se trata de ordenar la mente, sin embargo, volviendo a la discusión sobre la división de saberes, es importante mencionar que dicha metodología lo que ha ocasionado es que haya visiones parciales del conocimiento y como habíamos mencionado en un principio, existen entonces disciplinas mayormente reconocidas e importantes que otras, pero esto sucede porque desde pequeños nos han inculcado que hay disciplinas fáciles y otras difíciles.

Un niño de kínder, no tiene noción de que las matemáticas son más difíciles que la historia o la lecto-escritura, pero si desde pequeños les comentamos que las matemáticas son mucho más difíciles y complejas que otras materias, el niño se va a predisponer a esta idea y en efecto, le serán muy difíciles.

Entonces, el problema no está en la materia en sí misma, ni en la manera en que se divide, sino en cómo transmite ese saber el docente o cómo está planteado de manera curricular.

Tal como lo señala Andrea Tirado en su artículo, es necesario que se piense en la manera en que se organiza el pensamiento del niño, para que asimile las disciplinas como un todo y no exista la división arbitraria entre las mismas, de tal manera que se dé un mayor peso a unas que a otras.

Desde mi punto vista, la enseñanza debía organizarse de acuerdo a los saberes cotidianos por los que pasamos todos los seres humanos y, por ejemplo, no caer en el error de que las carreras de ingeniería no tienen que ver con el desarrollo humano o viceversa, porque entonces caemos en fragmentar al propio ser humano y ello no es lo ideal para ninguna sociedad.

En conclusión: 

1) Las materias no deberían tener una división dicotómica, sino estrictamente didáctica.

2) No hay materias más difíciles que otras, simplemente su metodología de aprendizaje es diferente.

3) Es necesario enseñarles a los estudiantes que todos los conocimientos se encuentran entrelazados.

4) Todo aprendizaje es válido, independientemente del contexto en el que se aprenda. @mundiario

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