Escapar como ratoncillo delante de un gato con hambre de cuatro días

Chicas de fiesta
Jóvenes de fiesta.

Mi solución "madura" es huir, no sin antes convocar a mis amigas al estilo Voldemort cuando invoca a los mortífagos, pero sin calaveras en el cielo. Nuevo relato de esta autora.

Escapar como ratoncillo delante de un gato con hambre de cuatro días

Mi solución "madura" es huir, no sin antes convocar a mis amigas al estilo Voldemort cuando invoca a los mortífagos, pero sin calaveras en el cielo. Nuevo relato de esta autora.

​Prisas. Corre. Corre aún más. Llego tarde, por no variar. No quiero, pero tengo que ir. No tengo ganas de sonreír, aún así lo hago. ¿Por qué tienen que pagar los demás todo lo que ha pasado?

- Ése es tu problema - juzga mi hermana- siempre piensas en los demás antes que en ti. “Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo”.

Cuando te dicen una frase lapidaria de esas, te quedas pensando…

- Oye, ¿eso no es de una canción de Shakira?

- Sé que lo de “Rabiosa, rabiosa, rabiosa” le ha quitado credibilidad a las letras de canciones de esta mujer, pero… Plantéatelo.

Tengo el problema de que sonreír sin ganas me va haciendo una bola en la boca del estómago que, cada vez, se va haciendo más y más grande. Entonces, llega un momento en el que cuesta respirar. Me gustaría poder narrar la solución más madura y coherente para, así, poner remedio al “post-sonrisa falsa”, en cambio tengo que decir (con la cabeza bien alta, por qué no) que cojo el coche y me voy. Escapo como un ratoncillo delante de un gato con hambre de cuatro días.

Y pensaréis que quizá sea un retiro genial haciendo yoga y ese tipo de cosas que están de moda para llegar a tener paz interior.

Qué va.

Me voy a casa de mi abuela, que me cocina mis platos favoritos y me da besos. También ayuda la falta de cobertura 3G de su casa. No sería un buen sitio al que huír, si el móvil estuviera sonando a todas horas, recordándote que vas a tener que volver.

Pero mi solución “madura” no acaba aquí. No. Cuando mi cerebro se colapsa y llega ese momento en el que tengo que huir, antes de quedarme sin 3G, cojo el móvil y convoco a mis amigas por el grupo de WhatsApp (ese que todas tenemos y cada cual tiene un nombre más ridículo). Me parezco a Voldemort cuando invoca a los mortífagos, pero sin calaveras en el cielo.

La cosa empieza muy bien, tarde femenina, cañas, risas y la bola en el estómago se hace más pequeña. Y, de repente, son las ocho de la mañana, te encuentras a ti misma volviendo a casa en sentido contrario a las señoras que van a misa, que te miran con cara de guasa. Normal… Llevas la cara llena de chorrones de Rimmel (de reírte de una de tus amigas a la que la gravedad le jugó una mala pasada y de un incidente que tuvo otra intentando encender un cigarro al revés), el pantalón roto (maldito karma, tú también besaste el suelo) y una acidez por los chupitos del bar… que si abrieras la boca echarías fuego cual dragón medieval. Aún así, sonríes y les pones la mejor cara que les puedes poner mientras escupes un “buenos días”.

Después de ver todas las fotos y videos que tengo en el móvil, el domingo vuelvo a casa con una sonrisa de verdad.

Chicas a las que la cabeza os hace click de vez en cuando, huid. Os dirán que no es maduro, que los chupitos con vuestras amigas no van a solucionar nada. La risa sana. La bola del estómago volverá, pero cada vez más pequeñita. Os lo prometo. Y, para futuras ocasiones, vuestras amigas estarán esperándoos para una noche de risas, seguro. @reipardorguez

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