Entrevista al poeta José Luis Zerón Huguet: ascetismo o la poesía como morada

José Luis Zerón, poeta/ J.L.Z
José Luis Zerón, poeta/ J.L.Z

" La poesía es intemperie, búsqueda, duda e incertidumbre, y desobedece a la costumbre", explica el poeta José Luis Zerón tras la publicación de De exilios y moradas.

Entrevista al poeta José Luis Zerón Huguet: ascetismo o la poesía como morada

Tras publicar en la editorial Polibea su nuevo poemario, De exilios y moradas, entrevistamos a su autor, José Luis Zerón Huguet, quien expone en esta conversación su profunda visión de la literatura, un culto chamánico en el que la escritura es una forma de "búsqueda de lo misterioso".

El hermetismo de la poesía de Zerón es una incesante exploración de la inquietud, esa inquietud que nace de la desaprobación de darlo todo por sentado, de dar por sentado que la vida es un mero accidente y carece de explicación posible. De exilios y moradas es una respuesta probable a esa desazón silenciosa que acompaña al autor desde su primer poemario, Solumbre, hace más de treinta años.

Pregunta: Tu nuevo poemario tiene el don del ascetismo; una línea mística que comienza con El vuelo en la jaula y donde lo religioso, lo espiritual, lo monacal, no entendidos como ortodoxia o creencia en una fe, aparecen en tu visión de la realidad. ¿Por qué?

Respuesta: Sí hay una línea de ascetismo en De exilios y moradas, compartida con otros poemarios míos anteriores, pero no creo que sea monacal. En este, y en otros libros míos, hay una veta sensual y matérica de la que se ha hablado menos.  Mi poesía ha sido calificada de visionaria, hermética, filosófica, metafísica… etiquetas que he aceptado con muchas reservas. ¿Mística? No persigo una unión con lo sagrado. En todo caso la vía mística de mi poesía surgiría de esa búsqueda de lo misterioso que nos permite la escritura poética. Ese misterio que nace de la relación profunda de la poesía con la vida  y con el lenguaje. Juan Ramón Jiménez escribió  que “el poeta es un místico sin dios necesario” y ,de manera más o menos explícita, los poetas que a mí me interesan hablan del misterio. No creo que mi poesía sea religiosa porque, como bien dices, no se reconoce en ella una relación con Dios ni con cualquier divinidad, ni está sometida a  ninguna ortodoxia o credo. 

Por otra parte, creo que las religiones, sobre todo las que aún tienen poder, no son más que sistemas tradicionales que se basan en dogmas indemostrables y un conjunto de normas y leyes que los creyentes han de acatar ciegamente. 

P. : Es uno de tus poemarios más largos y su estructura parece responder a la organización de un tratado medieval como bien refiere el título.

R.: De exilios y moradas está dividido en cuatro secciones, pero hay dos partes diferenciadas, yo diría que hasta enfrentadas: en la primera sobresale el sentido de la trascendencia, el lenguaje interrogativo. El ser humano no tiene más remedio que conocer para sobrevivir y explicarse, y para llegar a ese sentido de la vida se hace necesario una recuperación de la metafísica y un convencimiento de que solo desde la analogía es posible entender el mundo, pues todo es lucha de contrarios y a la vez reconciliación de los mismos, es decir desde el conflicto o la unidad, todo está relacionado y todo es nexo. Y esos nexos se pueden percibir desde  el mestizaje, la impureza, la mixtura, el sincretismo.

No pierdo el referente numinoso, no puedo ignorar el sentido de la trascendencia o espiritualidad,  pero, como he dicho, no me refiero a un dios o una fe o creencia determinada ni nada que tenga que ver con la dogmática religiosa. Hablo de una convicción laica de apertura, de interacción con el medio, que nos permita soportar la incertidumbre y alcanzar una seguridad ontológica ante el aparente "nonsense" del universo y de nuestra propia existencia como seres humanos. Cerrar la vía de lo trascendente sería regresar a una vida chata, sin misterio ni energía gnoseológica. Pero aferrarse a ella por completo supondría caer en el extravío y el engaño complaciente.

En cambio, en la segunda parte -que incluye las dos últimas secciones del libro-, trato de transmitir una  visión inmanente. Los poemas son más sensitivos y emotivos, y hablan de la naturaleza de las cosas, del amor y el desamor. Vengo a decir que las grandes preguntas no tienen respuesta, y que si hay un plano oculto no podremos desvelarlo porque el enigma y su concepción numinosa y ominosa es un motivo de incomprensión y, por tanto, resulta inefable. Termino afirmando el aquí y ahora terrestre, el universo inmanente. El mundo tangible y perceptible con sus maravillas, sus estímulos y también su parte de realidad que no conocemos.

P.: El título del libro tiene esa cualidad de tratado medieval, de opúsculo, de una obra diseñada más para divulgación que para la ensoñación.¿Es accidental o intencionado?

R.:Es intencionado. Alberto Chessa ha escrito sobre ello en el magnífico prólogo que encabeza mi libro y poco tengo que añadir. Me gustaba el título arcaizante, con esa sonoridad a tratado medieval y que al mismo tiempo servía como homenaje al De rerum natura de Lucrecio, un libro que ha influido en mi poética. La Edad Media es una época tan terrible como fascinante y no es tan oscura como muchos creen. Hay una corriente creativa y filosófica que a mí me interesa y que incluye a Hildegard von Bingen (una verdadera sabia y precursora en muchos campos de las artes, el pensamiento y la medicina), los bestiarios, los códices miniados, la arquitectura románica y gótica los trovadores, el misticismo especulativo del maestro Eckhard y los goliardos, por poner algunos ejemplos. 

P: ¿Por qué se ha tratado desde muchos ámbitos de la poesía el hermetismo como un defecto de forma? Yo te considero un poeta hermético y esa cualidad hace que tu poesía tenga su voz propia.

R.: Supongo que porque ha habido muchos abusos. Hay poetas que oscurecen deliberadamente su poesía para ocultar una retórica vacía; estos no indagan ni revelan; su escritura se retrae en beneficio de una apariencia ininteligible. La poesía llamada hermética seduce cuando es honesta, indagatoria, interrogativa, abismal e invita al lector a llegar hasta el fondo enigmático de la realidad.  Por otra parte, el lector no especializado demanda una poesía de línea clara y realista que pueda comprender en una primera lectura, sin demasiados esfuerzos.

No eres el único que me considera un poeta hermético. No sé si lo soy. He leído hace poco una frase que me ha gustado: “uno propone y el lenguaje dispone”, y a veces así es. Uno no siempre sabe cómo va a ser el poema que le ronda la cabeza. En mi caso yo no digo: “voy a escribir una poesía oscura y compleja”, no lo pretendo así; ocurre que mi poesía está escrita desde la percepción, la imaginación y la reflexión, y unas veces el resultado es más hermético y otras más diáfano, pero si  un poema es siendo hermético no debemos adulterarlo  para que llegue al lector con más facilidad. Siempre he dicho que el lector también debe hacer un esfuerzo de comprensión, puesto que en la poesía siempre habrá zonas en sombra y dobles y múltiples sentidos, incluso un poema de línea clara y realista no admite una única lectura. 

P.: Pese a ese hermetismo, como manifiestas, tus lectores encuentran en ti esas emociones que buscan.

R. : En mi poesía también hay, creo, un eros y líneas de transparencia, como así lo habéis apuntado algunos lectores; pero es cierto que está sustentada fundamentalmente en paradojas, oximorones, contrastes, retruécanos y antítesis que resaltan la interminable rueda de conflictos y reconciliaciones que constituye la vida,  y esto a veces puede confundir y desconcertar al lector. De lo que siempre he tratado de huir es del solipsismo. No debe confundirse hermetismo con solipsismo. Como dice el poeta Eduardo Moga: “La poesía es una actividad radicalmente individual, pero también axialmente colectiva: no se entiende sin un antes y un después; sobre todo, no se entiende sin ese otro que nos empuja a escribir y se aviene a escucharnos, aunque ya haya muerto: su escucha modifica lo que escribimos y acaso lo que somos”. En mis poemas también hay un diálogo del yo con los otros. Mi relación con el mundo pasa necesariamente por un acercamiento a los demás.

P. : En tu libro, hay temas universales, pero percibo cierta actitud de derrotismo en algunos poemas, de resignación ante la fatalidad de lo humano. ¿Me equivoco?

R.: Bueno, en el libro hay poemas ciertamente pesimistas, como “Moloch”, que abre el libro y cuenta el sometimiento del ser humano a esa fuerza implacable e insaciable que es la muerte, con una visión particular de la Historia como acto sacrificial (el hombre llevado al matadero en nombre de la civilización), también hay otros que transmiten la angustia causada por los estragos que ocasiona el paso del tiempo, si bien hay poemas luminosos y esperanzados y en muchos de ellos se transmite un conflicto entre el desasosiego, la desesperanza y la plenitud. No obstante, en la última sección del libro hay poemas que niegan el pesimismo, por ejemplo “Miro el mundo”, o el poema dedicado a mi hija, o los cuatro dedicados a Ada, y no hay que olvidar que el poema que cierra el libro se titula “Celebración” y acaba con la palabra fulgor.

En cualquier caso, y aunque parezca que mi poesía es exclusivamente reflexiva y nada experiencial, hay en ella un sesgo autobiográfico evidente. También en De exilios y moradas. Yo no levanto muros de contención entre poesía y vida. Para mí van unidas la vida y el proceso creador, de modo que hay momentos duros y dolorosos, de mi biografía que se transmiten en mis poemas, a veces de manera alegórica o a través de metáforas sublimadoras. Mi último libro empiezo a gestarlo en una etapa de incertidumbres, claroscuros y dolorosas pérdidas, y todo ello aparece de manera implícita en muchos de los poemas del libro, que son consecuencia de mis vivencias.

P.: El exilio, la morada, la tierra, los pájaros, la luz en el paisaje. No renuncias a la naturaleza para expresar tus sentimientos. Tengo la sensación que es una experiencia personal, pero una herencia cultural adquirida en otros poetas.

R.: Sí, en este poemario está presente la naturaleza, pero también el espacio urbano y zonas fronterizas entre la ciudad y el ámbito rural. Siempre me he sentido unido a la naturaleza pero sin idealizarla, reflejando su esplendorosa belleza y crueldad. También como intemperie y refugio, la naturaleza siempre asoma en mi poesía, incluso aparece en mis tres poemarios inéditos en los que domina la ciudad y una preocupación digamos, social (la denuncia social también se desliza en algunos poemas de De exilios y moradas).

La naturaleza de mis poemas también es una herencia cultural adquirida. La naturaleza y mi propensión a las grandes preguntas, así como mi necesidad de estar en vilo, en una labor de escucha e indagación, que a veces reporta satisfacciones y otras te sume en la inquietud y el desasosiego. Esa herencia cultural no se reduce al ámbito de la poesía. He sido siempre muy curioso y un lector voraz. No soy un especialista en nada, pero me interesan la filosofía, el arte, la historia de las religiones, la mitología, la sociología, la ciencia en general. La aventura poética tiene mucho en común con la científica y creo que también está muy cerca de la filosofía (Poesía y filosofía se interrelacionan como discursos confluyentes y complementarios)

En el artículo  “Ciencia, matemática y poesía”, el poeta Fernand Verhesen  dice que “un sabio, un filósofo o un poeta parten del mismo punto y se dirigen al descubrimiento y formulación de lo desconocido”. Yo me identifico con una tradición cultural abarcadora, heterogénea y plural, que está más próxima a la experiencia intuitiva que a la fría reflexión racional pero intenta la reconciliación entre razón y vida, pensamiento e imaginación.

P. : En ese sentido del Medievo, tus poemarios entran en esa tradición de los bestiarios, los tratados  de alquimia, de Nngromacia, en sentido figurado, por supuesto.

R.: Esta tradición, que abre abismos de irracionalidad en el ejercicio discursivo, acoge diversas corrientes (órficas, herméticas, visionarias, esencialistas, humanistas) y se inicia en la antigüedad (los textos presocráticos, los ritos de iniciación, Platón), continúa durante la Edad Media, El Renacimiento y el Barroco (las escritoras y visionarias del medievo y el gay saber de los trovadores, Raimundo Lulio y Paracelso, Juan de la cruz) e influye en el romanticismo alemán y anglosajón y en la poesía moderna, desde Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé hasta los surrealistas y los poetas del lenguaje extremo o poderoso como Rilke, Ungaretti, Juan Larrea, Paul Celan, María Zambrano (la considero más una poeta que una filósofa), Dylan Thomas, Juan Ramón jiménez, Kathleen Raine, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, René Char, Ives Bonnefoy, Adonis, J.A. Valente Antonio Gamoneda y Antonio Colinas. Por supuesto esta es una lista apresurada e incompleta y centrada especialmente en el ámbito poético de Occidente. 

P.:Después de tantos libros, José Luis. ¿Temes caer en una clase de autoplagio?

R.: Bueno, en realidad no tengo publicados tantos libros. Ten en cuenta que empecé a escribir poesía con cierta regularidad  a los dieciocho años y cumpliré cincuenta y uno en octubre. Solo he publicado seis libros, tres plaquetas y un poemario digitalizado. Tengo tres poemarios inéditos. En treinta y dos años de dedicación a la escritura no creo que sea demasiado bagaje. Cuando empecé a escribir y a publicar poesía con más frecuencia fue paradójicamente cuando dejó de salir Empireuma en 2007, pues le dedicaba mucho tiempo a esta revista.

Aunque me preocupa esta posibilidad, no creo haber incurrido hasta el momento en el autoplagio. Publiqué una tetralogía compuesta por los poemarios Solumbre, Frondas, El vuelo en la jaula y Ante el umbral. Sin lugar seguro es una transición entre mis libros anteriores y los que he escrito posteriormente, al igual que los poemas en prosa de Perplejidades y certezas. De exilios y moradas retoma en parte mis “obsesiones”, las de mis primeros libros, pero solo en parte, pues hay una corriente de expresión distinta y temas nuevos. Por otro lado, mis libros inéditos digamos que abren una nueva etapa en mi poesía, con un tono narrativo, un ritmo más intenso y una temática próxima a lo urbano y a las cuestiones sociales encaradas de una manera más explícita.

Decía que no creo que haya autoplagio en mi corpus poético. El autoplagio se produce cuando no tienes nada que decir y escribes desde la autocomplacencia, que no es mi caso, aunque es un peligro al que está expuesto cualquier poeta. Como dice Adam Zagajewski, “el lenguaje poético es el gesto desestabilizador de lo acomodaticio”, y estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación. El proyecto espiritual de la poesía tiene que ver con la insumisión y el poder transgresor de la imaginación, de ahí que siempre resulte sospechoso a los sistemas ideológicos imperantes. La poesía es intemperie, búsqueda, duda e incertidumbre, y desobedece a la costumbre.

P.: ¿Cómo podemos diferenciar entre la intuición y lo que surge ya del oficio de tantos años escribiendo? A veces es complejo saber qué ha nacido de la espontaneidad y qué ha nacido de un poso de lecturas e influencias.

R.: Cuido mucho de que en mis libros haya autenticidad, y cuando digo autenticidad no me refiero a una escritura espontánea, sin recursos ni artificios, sino a la que surge de una necesidad interior ineludible. En esos casos, claro, el poema pugna por salir a la luz, se rebela contra ti si tratas de negarlo y te hace sufrir, tú lo sabes. Una vez asumido y reconocido, el poema ha de ser sometido con honestidad a un proceso de depuración para conservar todo lo esencial que haya en él y desechar lo secundario. Creo que la escritura poética surge de un proceso intuitivo e intelectivo. La poesía da a la luz las afinidades misteriosas que existen entre el pensamiento, el sentimiento y el lenguaje.

 Por último, quiero aclarar que siempre he tratado de alcanzar una poética coherente y sólida, no monolítica. Intento que la mía tenga cierta flexibilidad pero que sea reconocible. Es lo que intento, claro. Otra cosa son los resultados.

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