Empresa y cultura en España: ¿como agua y aceite o gran valor añadido?

El intelectual, artista y empresario, Isaac Díaz Pardo (1920-2012), refundador de Sargadelos.
El intelectual, artista y empresario Isaac Díaz Pardo (1920-2012), refundador de Sargadelos.

En España domina la separación de cultura y empresa, la "cultura" del todo gratis y la nula consideración mercantil del creador, explica este experto en la industria cultural.

Empresa y cultura en España: ¿como agua y aceite o gran valor añadido?

La cultura puede aportar, a cualquier proyecto empresarial, un valor añadido que, con inteligencia, se traduce en rentabilidad económica. Sin embargo, en España domina la separación de cultura y empresa, la "cultura" del todo gratis y la nula consideración mercantil del creador. 

 

Hace un par de semanas, la gaiteira y pianista gallega Cristina Pato, residente en Nueva York desde hace una década, relataba en A Coruña la siguiente anécdota, durante la reunión anual de la Asociación de Becarios de la Fundación Barrié de la Maza: “Cuando ofrezco conciertos en los Estados Unidos, los amigos que no pueden asistir me llaman y me dicen: ‘Cristina, no podemos ir, pero ya compramos las entradas’. Pero cuando vengo a Galicia, me llaman también los amigos, pero aquí me piden si les puedo guardar diez entradas. Esta es la diferencia. Sabiendo como saben que vivo de esto”.

Cristina Pato resumía a la perfección a consideración que, de la industria y la creación cultural, hay en nuestro país, y en España entera. En la Fundación Barrié se celebraba una jornada titulada “Emprendimiento y cultura”, un día para debatir las virtudes y obstáculos de poner en marcha y sostener una empresa cultural. Yo llevo diez años tirando de una, y sé muy bien cuál es el primer y más importante trabajo que llevar a cabo en ella: convencer a la sociedad sensible del valor mercantil del producto cultural. Es un rico ocio para el receptor, pero es negocio para el emisor, que no trabaja (por mucho que le agrade su labor) por amor al arte sino para poder vivir con dignidad de su oficio.

“Da un concierto aquí que, aunque no te paguemos, así te promocionas”, recordaba una de las intervinientes del público, músico también profesional. Y añadía, luego, irónica: “Le voy a proponer a este amigo propietario de un restaurante que invite a comer a una docena de colegas míos, que así él también se promociona”.

Estoy leyendo estos días un magnífico ensayo titulado La utilidad de lo inútil (Ed. Acantilado) del profesor Nuccio Ordine. Resume su tesis en estas líneas (pág. 30): “La literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo”.

El pasado domingo día 5, el cementerio de Boisaca, en Santiago de Compostela, acogía un homenaje, por su segundo aniversario, al artista y empresario Isaac Díaz Pardo.  Recuerdo muy bien una larga conversación con él durante un viaje por Galicia. Él podría representar hoy esa fusión tan difícil de cultura y empresa, pues fue capaz de resucitar todo un universo estético como ha sido la cerámica de Sargadelos. Pero en sus últimos días solo veía fracasos. Había sido capaz de levantar un proyecto de dignidad para un país. Un proyecto de supervivencia... Hoy, el grupo Sargadelos vive horas muy difíciles…

En fin. Cultura y empresa. ¿Son como agua y aceite, imposibles de mezclar? ¿O la cultura aporta un indispensable valor añadido? Yo lo tengo muy claro. He aquí el reto: convencer de lo segundo a sociedad y poderes.

   

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