Empieza el curso escolar, preñado de ilusiones, quejas e incertidumbres

Patio de un colegio.
Patio de un colegio.

¿Cuándo será posible un pacto educativo ampliamente consensuado, que constituya una revolución pacífica para hacer hombres nuevos en nuestra sociedad?

Empieza el curso escolar, preñado de ilusiones, quejas e incertidumbres

Comienza otro curso escolar, preñado de incertidumbres, divergencias, inestabilidad y contradicciones: nuevos planes, becas, recursos,  calidad educativa, recortes, reválida, contenidos, textos, comedores,  relación alumnos/profesor.

Son escasas las voces que invocan el verdadero papel del maestro -etimológicamente, “el que es  mejor”- en la escuela; ahora, ya se sabe, son profesores -“quien habla delante de la gente”- y colegios. Ello implicaría tratar de forma pragmática los objetivos –tal vez aprender a aprender o enseñar a aprender-; convertir en realidad el significado etimológico de maestro –salvo que prefiramos a los profesores-; configurar el reciclaje permanente del maestro como derecho y obligación; fortalecer el respeto a  la autoridad del maestro, “del mejor”; cómo fomentar el gusto por el trabajo bien hecho, en equipo, con responsabilidad;...

No me referiré a la vocación del maestro porque, siendo conveniente y frecuente, bastaría con su profesionalidad en cuanto a conocimiento, conciencia de la importancia de su tarea, ejemplaridad y que transmitiera a sus alumnos la idea de que el aprendizaje es una tarea permanente.

Quien conoce la docencia,  por dedicación al menos durante alguna etapa de su vida, sabe que la rutina es su principal enemigo;  una actitud  vigilante e imaginativa que permita  afrontar cada curso con un entusiasmo renovado, resulta imprescindible. Si el trabajo bien hecho dignifica al hombre que lo realiza, en el caso del magisterio hay algo añadido que hace más trascendente su tarea, pues sus consecuencias sobrepasan el momento.

Quede a un lado lo accesorio y únanse maestros, familias, alumnos y administración educativa, en lo sustancial: preparar a niños y jóvenes para que adquieran conciencia analítica y crítica de la sociedad de la que forman parte. Es urgente un pacto educativo de amplio consenso, porque una educación que haga hombres nuevos, será la verdadera revolución necesaria.

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