Ellen Page hizo pública su homosexualidad en Las Vegas con un discurso emocionante

Ellen Page.
Ellen Page.

Seremos más felices si aceptamos la verdad y la diferencia y nos ayudamos unos a otros a salir de los armarios. Necesitamos muchas Ellen Page en nuestras vidas.

Ellen Page hizo pública su homosexualidad en Las Vegas con un discurso emocionante

Ellen Page es una chica estupenda, podría ser mi hija o la vuestra. Canadiense, inteligente, guapa, sencilla, buena actriz que muchos recordarán en la película Juno, por la que, con 27 años, estuvo nominada al Oscar a la mejor actriz. Una delicia de ser humano. Pero es lesbiana.

¡Ah!, eso lo cambia todo: rechazada por quienes dicen ser sus “seres más queridos”, despreciada en el colegio, sufrió durante años acoso y miedo. Miedo por ser diferente.

Hace poco Ellen Page salió del armario: hizo pública su homosexualidad en Las Vegas, con un discurso emocionante que debería leerse en todos los institutos y colegios, en todas las parroquias y clubes deportivos, empezando por los de fútbol.

 

“Estoy cansada de esconderme. He sufrido durante años porque me daba miedo decirlo. Hay gente que va a la escuela todos los días y les tratan como a una mierda sin razón. He tratado de guiarme por mi corazón, pero puede ser duro. Por eso estoy aquí. Merecemos vivir el amor plenamente, con igualdad”.

 

Apelo al corazón de pedernal de esas sectas recalcitrantes, “¡sepulcros blanqueados!” les llamó Jesús de Nazaret, que condenan al diferente. ¿Por qué este sufrimiento estúpido de Ellen Page, de tantas Ellen cercanas? Podría ser tu compañero de colegio o de gimnasio, esa sobrina a la que miras con asco por ser “bollera”, o tu padre, gay reprimido, perdido en la vida, condenado al armario.

Están muy cerca, yo los trato a diario, procuro abrirles mi corazón y siempre me abren el suyo, me dan amor. Condenados de palabra y obra sin caridad; perseguidos sin misericordia ¡en nombre de Dios o de Putin!; encarcelados por leyes inhumanas y, demasiadas veces, asesinados con torturas salvajes, o matados a fuego lento en el potro de la inquisición. Condenados al silencio y al desprecio.

Seremos más felices si aceptamos la verdad y la diferencia y nos ayudamos unos a otros a salir de los armarios. Necesitamos muchas Ellen Page en nuestras vidas, en cada casa, en cada aula, en cada parroquia. Una Ellen Page que de un paso y diga: “Estoy cansada de esconderme”, y podamos quererla y abrazarla.

No lo olvides, podría ser tu vecina, tu hijo o tu madre.

 

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