Entre la magia de las estrellas refulge con luz propia la escritora Elena Poniatowska

Manos de Elena Poniatowska
Manos de Elena Poniatowska. / Francisco Puñal

En efecto, entre la magia de las estrellas refulge con luz propia en el mundo literario el Premio Cervantes 2013. Es dueña y señora de una desbordante narrativa de calidad.

Entre la magia de las estrellas refulge con luz propia la escritora Elena Poniatowska

“Quisiera haber sido más libre, haberme aventurado más a cosas a las que jamás me aventuré por mi formación tan católica, tan religiosa... les pido perdón a todos los amantes que no tuve”

Elena Poniatowska

 

Nació en Paris en 1932 y desde los nueve años reside en México a quien ama y padece, dedicando mejor de su obra. La piel del cielo es una muestra de su calidad literaria y compromiso. Entre la magia de las estrellas refulge con luz propia en el mundo literario el Premio Cervantes 2013 Elena Poniatowska, dueña y señora de una desbordante narrativa de calidad, como periodista y excelente escritora de novela entre ficción y realidad, exponiendo la realidad de la tierra que vive y siente: México. Ese país inmenso y lleno de contrastes y envolvente abundancia natural capaz de cautivar a la más exigente imaginación, con cuarenta millones de mal alimentados viviendo en la miseria, presidentes que no terminan los grabados goyescos de la so­ciedad mexicana, aunque lleven vaqueros con estampas zapatistas como polvorín de incalculables explosiones ante los oídos sordos de un poder corrompido.

Esta geografía donde la escrito­ra mejicana de origen polaco que llegó a México en 1942 ha situado su novela La piel del cielo, ganadora del IV Premio Alfaguara de Novela 2001. La lectura de esta obra me permitió considerarla la mejor novela elegida para este galardón en dicho año. Teniendo muy en cuenta que una gran novela de este nivel, queda para siempre en el listado de buenas obras, no necesita ser descubierta por muchos sustanciosos premios que se convoquen, lo que ocurre es que los premios venden. Porque una cosa es la carrera editorial que se vive y comer­cia, lógico, y otra el contenido literario para alcanzar la deseada gloria. Pues no se debe obviar el aluvión masivo en el mundo de la literatura y el periodismo de columna, que sufre nuestra inma­culada patria.

Nada de ello resta en absoluto calidad a la novela que ocupa esta crónica, ni a repetir como frase de salida lo que otros críticos ya han utilizado: “Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?” Puesto que resulta ser la pre­gunta clave, en la primera línea que inicia la historia de tan exquisita narración servirá para comprender todo el desarrollo de su contendido por medio de su principal personaje. Un hombre que vive o mejor dicho se desvi­ve, entre la realidad miserable de un país rico por naturaleza, pero pobre y explotado, de una extensa di­versidad cultural con el maleficio de sus malos gobernantes. Y a esta soñadora la pregunta del hijo que ella le responde: “No, no se acaba. Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista”. Y desde ese mundo campesino y pobre una mujer acude a la fabulación para distraer la penuria de sus hijos para quienes su padre es un ser extraño distanciado, esclavo de sus propias circunstancias de clase, que únicamente ha buscado una parada y fonda intermitente para sus apetitos corporales.

Mas no cae la narración en el típico serial, sino que com­pone una historia tierna y humana, la cual con el fallecimiento de la madre obliga a los cuatro hijos trasladarse a la gran ciudad bajo la protección de la familia del padre. El campo va quedando lejos, pero no así los recuerdos y esa sensibilidad con la que la naturaleza dota al ser humano en su lucha por la vida desde otras perspectivas a las urbanas. La personalidad de aquella madre, su manera de enfrentarse a las circunstancias sin desfallecimiento, será una nostalgia constante, permanente, en el primer protago­nista, espíritu inconformista y rebelde cuya pasión por la vida es la astronomía frente a la descarnada realidad de su patria.

Ficción con una precisa e importante parte histórica que nos lleva a conocer a través del tiempo el México diverso, embriagador repleto de contrastes, los poderes de las grandes oligarquías y la miseria de una población que ha visto traicionada sus ideas revolucionarias. Porque se repite la historia: los hijos de la revolución son tras un periodo de tiempo devorados por ella misma, un nuevo poder confabulado lo domina todo sepultando en el olvido los más ele­mentales principios básicos de las ideas con las que el pueblo los llevó al poder (La España de los últimos años es un claro espejo). Y en ese desfile histórico también queda un lugar para los exilia­dos españoles de la II República, el agradecimiento del país a su aportación científica y cultural para la sociedad mexicana. 

Lorenzo de Tena, su principal protagonista, investiga­dor exigente y portentoso científico del universo de las estrellas, cuando baja con su mirada del cielo para descansar en la tierra, se encuentra con la injusticia y la calamidad de los sistemas estable­cidos y el poder de una administración corrompida confabulada por la oligarquía. Espléndido y crítico retrato de un pueblo a tra­vés de la pasión de la vida y la lucha por la transformación cientí­fica representada por tan contrapuesto personaje. Envolvente novela ricaza de cuantioso lenguaje y ese discurrir de manifestaciones entre la realidad y el deseo, amor y pasiones, que giran y palpitan sobre un paisaje exuberante y grandioso, que confirma la creencia de la autora: “Yo creo que escribir por mi manera de estar sobre la tierra, justifica mi presencia”.

que escribo porque es mi manera de estar sobre la tierra, de justificar mi presencia

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