Elegante al paladar y eterno en boca: Pétrus, la excelencia en forma de vino

La inconfundible botella de Pétrus,  uno de los vinos más cotizados y apreciados del mundo.
La inconfundible botella de Pétrus, uno de los vinos más cotizados y apreciados del mundo.

El minucioso proceso de vinificación, la producción limitada, y las sensaciones que trasmite, lo convierten en uno de los vinos más cotizados del mundo.

Elegante al paladar y eterno en boca: Pétrus, la excelencia en forma de vino

El vino ha sido objeto de culto desde tiempos inmemoriales, donde la historia nos muestra como grandes civilizaciones se atribuyen la invención del proceso de vinificación, ya sea por medio de una divinidad, un héroe local, o quizás, algún erudito con mentalidad emprendedora, quien sabe.

Desde los primeros testimonios arqueológicos del neolítico, hallados en los montes Zagros, viajamos en el tiempo hasta el antiguo Egipto, donde el dios Osiris enseñó a la humanidad diferentes aspectos sobre la elaboración del vino, las 'lágrimas de Horus'.

En la mitología clásica, Dionisio es el dios del vino, liberador de las personas a través del éxtasis, y los escritos  nos muestran como el gran conquistador, Alejandro III de Macedonia – más conocido como Alejandro Magno-, no sólo se dedicaba a consolidar su imperio, sino que en la Grecia de la época, se promovía el noble arte de la vitivinicultura. La expansión del imperio romano, también jugó un papel fundamental, tanto en el desarrollo del conocimiento, como en la tecnología de la producción. Hoy en día, la tecnificación puede alcanzar procesos tan controlados, que podríamos hablar  de  vino de precisión.

Dentro de este apasionante mundo, siempre he sentido una especial atracción por los vinos de Burdeos, cuyo viñedo se extiende por el oeste de Francia, en la región de Aquitania. Fue durante la ocupación romana de la Galia, cuando se establecieron viñedos para así obtener vino para los soldados.

Caprichos del destino, fue  a miles de kilómetros, en Egipto, donde aumentó mi interés por los vins de Bordeaux. Aquella noche de fin de año, nos encontrábamos cenando en el restaurante Revolving, disfrutando de una agradable conversación, un Pinot Noir, e inmejorables vistas sobre el horizonte cairota. En un distendido ambiente, unos franceses amantes del vino, nos aconsejaron, entre otros, el Pétrus. “In vino veritas, in aqua sanitas” reza el proverbio de Plinio el Viejo.

Restaurante Revolving, en lo alto del Grand Nile Tower, El Cairo.

Restaurante giratorio Revolving, a orillas del Nilo, en la ciudad de El Cairo.

En ese escenario, se acrecentó mi  curiosidad por este icono del vino bordelés, manteniéndose ese halo de misticismo y sofisticación en algún lugar del subconsciente. Transcurrieron más de dos años, y en Londres, de forma inesperada, se presentó la oportunidad. ¿El escenario?. Una de esas celebraciones, en las que el futuro novio, embargado por la emoción – y por la cata previa, por qué no admitirlo- sacó, de la bodega familiar, una botella de Pétrus, añada del 94.

Tras unos divertidos prolegómenos, llegó el gran momento. No sin cierto esfuerzo, se alcanzó la solemnidad requerida para la degustación del mito del Pomerol. El viaje por las sensaciones había comenzado. Hedonismo en estado puro.

El vocabulario palidece. Superlativo, expresivo, penetrante, completo, denso, haciendo gala de una poderosa tanicidad. Aromas complejos,  elegante al paladar y eterno en boca.  Es probable que su relación calidad/precio no sea la óptima, pero en este contexto, la exclusividad, la historia y el abolengo, también se pagan.

Algunas de sus añadas, llegan a subastarse en casas tan prestigiosas como Christie's o Sotheby's, siendo adquiridas por millonarios excéntricos o como inversión. “Es triste saber que el sesenta por cien de las botellas de Pétrus no se beberán nunca”, afirmaba Madame Loubat, antigua propietaria.

Sería un sueño poder asistir a una cata vertical de Pétrus. Si tenéis la oportunidad de probar uno de estos reputados néctares, aprovechadla, y comprobaréis si responde o no, a las exigencias de su excepcional reputación. Dejando el aspecto técnico para los verdaderos expertos, en mi opinión, el prestigioso enólogo Jean-Cleaude Berrouet, sabía lo que hacía.

“Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer”, decía Francis Bacon. Estoy completamente de acuerdo, ya que si algo parece incuestionable, es que un buen vino, en agradable compañía, es un verdadero placer que eleva el espíritu y embriaga los sentidos.

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