El susto

CCXVIII / MB
CCXVIII. / MB

Hoy mi amigo Obdulio nos sorprende con un espeluznante relato de horror del que es protagonista. Esperemos que se asusten mucho.

Entré al recinto, húmedo y débilmente iluminado, y la miré fijamente durante un minuto de sesenta y dos segundos, temeroso de acercarme a ella. En un rincón de mi mente renacieron imágenes de tiempos pasados, excesos que pensé había desterrado para siempre. ¿Cómo pude haber caído en aquello de nuevo? 

Pasado el largo minuto de duda, de mi pecho brotó un profundo suspiro y me dije: “¡Éste no es momento para temores, chico!” En un instante me despojé de toda la ropa y, envalentonado, me paré frente a ella en actitud desafiante. Volví a mirarla fijamente, pero ya no esperé más. Di un paso adelante y sentí que una cierta confianza me invadía. “Quizás no sea para tanto”, pensé. Decidido, coloqué la planta de mi pie desnudo sobre ella y esperé que reaccionara. Enseguida, como para no arrepentirme, la oprimí despiadadamente con el otro pie. Todo mi cuerpo descansaba ahora sobre su fría superficie.

Entonces la imagen de pesadilla se hizo realidad y el susto me congeló el alma.

La pesa marcó 218 libras. ¡Casi 100 kilos! ¡Y todavía faltaban las comelatas de Navidad y Fin de Año…!

Bajé de la báscula con la autoestima por el suelo. Minuto y medio después, medio recuperado del susto, hice un esfuerzo supremo por pensar racionalmente. No me quedaba otra: tendría que empezar a hacer dieta ya.

Pero, la fuerza de voluntad que me faltaba, ¿de dónde diablos la iba a sacar…?

–– FIN ––

Tengo que admitir que el cuento le quedó muy bien al Obdu, sobre todo ese final inesperadamente abierto. Tan abierto, como el apetito en esta época del año. Yo, por si acaso, mañana mismo me voy al mercado a comprar un par de kilos de fuerza de voluntad.

Espero que me alcancen hasta enero. @mundiario

Comentarios