El humor es uno de los aliados indiscutibles en el proceso de educar a los niños

Una familia.
Una familia.

Diferentes estudios han mostrado que las emociones positivas, entre las que se incluyen la hilaridad o el sentido del humor, tienen una serie de funciones psicológicas muy importantes.

El humor es uno de los aliados indiscutibles en el proceso de educar a los niños

> ¿QUÉ ES EL HUMOR? Simpson y Weiner (1989) lo definen como "cualquier acción, discurso o escritura que provoca la risa o la hilaridad; excentricidad, jocosidad, guasa, comicidad, diversión; y la capacidad para percibir lo que es absurdo o divertido”.

Diferentes estudios han mostrado que las emociones positivas, entre las que se incluyen la hilaridad o el sentido del humor, tienen una serie de funciones psicológicas muy importantes entre los niños: aprenden a procesar la información de un modo más positivo (Fredrickson, 1998; Isen, 2003), establecen relaciones de amistad de mayor consistencia (Lyubomirsky, King y Diener, 2005; Shiota, Campos, Keltner y Hertenstein, 2004) y fomenta la creatividad y el aprendizaje (Ludwig, 2004). Por tanto, parece carente de sentido que durante años y años la escuela se haya convertido en un “represor” del sentido del humor.

> ¿EDUCACIÓN vs. HUMOR? A los padres nos es bastante fácil hacerles reír cuando son bebés, pero a medida que crecen y empezamos a sentir la responsabilidad de su educación podemos, poco a poco, alejarnos de las expresiones diarias de alegría con que nos dirigíamos a ellos cuando eran pequeños. Nos ponemos perfeccionistas y, llevados por la tensión y el estrés, pasamos la mayor parte del tiempo corrigiendo de forma reactiva o haciendo énfasis en los errores, los conflictos propios de los niños.

Nos olvidamos de pasar tiempo con ellos divirtiéndonos. Dejamos de lado la alegría y el buen humor que tanto nos pueden ayudar en su educación. Para un niño (que aprende principalmente por imitación) dejamos de ser modelos de personas alegres y divertidas, dignas de ser imitadas por nuestro sentido del humor. 

Seguramente, un padre, madre o maestro se sentirá orgulloso de que un niño a una temprana edad sepa de memoria las tablas de multiplicar pero, seguramente, no se percate de si el niño es capaz de afrontar un problema con un mínimo sentido del humor o si tiene una actitud positiva hacia las situaciones imprevistas. En este sentido, tanto en casa como en el colegio, es prioritario ser consciente de la utilidad de la educación: preparar al individuo para vivir en sociedad. Según esta máxima, parece claro que saber afrontar situaciones de forma positiva es, cuanto menos, tan importante como saberse las tablas de multiplicar.

Siguiendo el ejemplo anterior, dejar claro que no pretendo dar a elegir entre enseñar las tablas de multiplicar o fomentar el sentido del humor, sino de mostrar la importancia que tiene este segundo aspecto para que lo integremos en el modelo de educación que queremos para nuestros hijos/alumnos.

Implementar el humor en el área de la educación genera estabilidad emocional, pues la tarea de educar es difícil y complicada. No cabe duda de que el humor es una llave maestra que abre las puertas de la creatividad y la imaginación, a la vez que prepara para crecer de forma emocionalmente sana.

> DE ACUERDO: SÍ AL HUMOR, PERO, ¿CÓMO? En primer lugar, un concepto que puede parecer una contradicción: fijar límites. Igual que no todos los libros valen para enseñar matemáticas, no todos los tipos de humor son válidos para según qué edades. Fomentar el humor no significa bajar el nivel de exigencia/formalidad en casa o en clase, sino acompañar todo el proceso de actitud positiva.

A edades tempranas, un buen indicador de ese límite es fomentar el humor blanco, alejado de la burla fácil o el sarcasmo. Si el humor es participativo (es decir, que el niño crea y forma parte del humor), mejor que mejor.

ALGUNAS DINÁMICAS SENCILLAS PARA FOMENTAR EL HUMOR. A continuación, dejo algunas propuestas muy sencillas para para potenciar el uso del sentido del humor. Pruébalas y añade tantas como te vengan a la cabeza. El clima mejorará, y la educación emocional de tu hijo, también.
> Guerras de cosquillas.
> Jugar al escondite dentro de casa.
> Crear historias divertidas.
> Inventar rimas absurdas.
> Hacer un concurso de muecas familiar.
> Ver juntos películas de risa.
> Hacer comentarios divertidos manteniendo nuestra expresión seria.
> Salir a pasear y a jugar.
> Cantar desafinando deliberadamente.
> Hacer preguntas aparentemente absurdas: ¿alguien quiere un helado de anchoas?, etc.
> Vestirnos intencionadamente con una prenda al revés o con dos zapatos distintos.
> Leer juntos tebeos o cómics divertidos.
> Contar anécdotas de nuestra infancia.
> Recordar las cosas divertidas que nuestros hijos hacían cuando eran bebés.
La lista podría ser interminable, así que te invito a que añadas tantas dinámicas como se te ocurran y, por encima de todo, ¡sonríe!

 

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