Educación universal y gratuita contra la mediocridad

Jacob und Wilhelm Grimm Centrum. / HU Berlín
Educación universal y gratuita contra la mediocridad

MOOC es el acrónimo en inglés de Massive Open Online Course. El pasado 2012 se calificaba en un artículo del NY Times como el año del MOOC.

Los MOOC son una oferta formativa, caracterizada por su naturaleza abierta, es decir cualquiera puede acceder a ellos sin  otro requisito más que una cuenta de correo y un ordenador con conexión a internet. Entidades como Udacity, Coursera o edX, presentan una oferta educativa gratuita y en ocasiones de alto nivel, irresistible para cientos de miles de jóvenes.

La propuesta es brillante. Tomemos el caso de Udacity por ejemplo, en donde se ofrecen cursos de perfil eminentemente técnicos impartidos por reputados miembros de empresas punteras como Google.  Cualquiera con los conocimientos básicos necesarios, puede acceder a un curso vanguardista de inteligencia artificial, con un caso práctico de programación de un vehículo como el que utiliza Google para hacer sus street views en Googlemaps.

Educación superior universal y gratuita donde todos ganan. Los modelos de negocio que se desarrollan a partir de esta propuesta son evidentes. Por menos de lo que cuesta formar a un ingeniero en la especialidad de inteligencia artificial, Udacity, dispone de una base de datos de decenas de miles de especialistas repartidos por todo el mundo, cuya habilidad ha sido acreditada en su propio curso. Esta información, para aquellos países y empresas que valoran el talento como el más preciado de sus capitales, es una auténtica fortuna. Los estudiantes también ganan, puesto que casi sin coste reciben una educación de alto nivel que los enriquece como personas y los reposiciona en el mercado laboral.

Llama la atención el caso de Coursera y de edX, cuyos cursos parten de prestigiosas universidades que se han prestado a esta línea de trabajo. Los títulos ofrecidos sólo cuentan con el aval del profesor universitario que lo imparte, y no suelen implicar la obtención de créditos reconocidos por la universidad. ¿Por qué Harvard, o Stanford entre otras se implican en esta línea de trabajo? Sencillamente porque no pueden prescindir de lo que más las prestigia, que es el contar con los mejores. No pueden ser ajenos a la apuesta de una red global de captación de talento de esta envergadura. De momento no son más que una gran apuesta de futuro. Todavía adolece de trabas técnicas, como la adecuada comprobación de la identidad de los alumnos. Pero el  desarrollo del modelo de negocio que utilizan basado en la mejora continua, iterando con cada curso y con cada grupo de alumnos, hace que estén en la línea segura para resolverlos. Innovación norteamericana una vez más en vanguardia, respondiendo magníficamente, con una sublime máquina de reclutamiento a la ingente cantidad de talento indo-asiático que nos invade.

Este tipo de cursos suponen una seria advertencia al modelo de educación más clásico.  Es un torpedo en la línea de flotación de la formación mediocre y nos pone ante una perspectiva en la que la investigación y la excelencia educativa será la única salida para nuestras universidades, tanto públicas como privadas. La respuesta que se debe de dar desde nuestras instituciones tiene que ser una apuesta radical por privilegiar la actividad investigadora e innovadora integrada en la docencia. Y digo privilegiar aún cuando hoy en día están luchando por conseguir derechos básicos, porque ante este desafío una respuesta mediocre es perdedora.

En nuestro país hay personas que gozan de privilegios por los puestos que desempeñan sin que estos reporten una pizca del beneficio social o económico. Sin embargo, la inversión en educación e investigación garantiza este retorno social por múltiples vías. La reforma educativa sensata es la que cambia asesores  consigliere  por maestros, y futurólogos de argumentario por investigadores. Simplemente reasignemos prioridades, y recursos salariales.

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