Edith Piaf y 'Non, Je ne regrette rien': Medio siglo sin el ruiseñor que hizo brillar al amor
Se cumplen cincuenta años de la muerte de la cantante Edith Piaf, de una de las creaciones musical más honda y personal del centro de Europa. Murió joven, vivió mucho.
Cantando al amor o viviéndolo, y como toda mujer fatal no siempre fue tierna con los demás, sobre todo con las mujeres. La dama del vestido negro pulverizó "todos los récords: de seducción, de pasiones, de sufrimientos, de locuras y de provocaciones..., escribe Robert Belleret en su reciente biografía "Piaf, un mito francés", donde la describe como "una Don Juan femenina" lanzada en una "frenética carrera en el amor-revancha".
La chanson, el arte, la creación, la personalidad… Se cumplen cincuenta años de la muerte de Edith Piaf, de una de las creaciones musical más honda y personal del centro de Europa.
Cantando al amor o viviéndolo, y como toda mujer fatal no siempre fue tierna con los demás, sobre todo con las mujeres. La dama del vestido negro pulverizó "todos los récords: de seducción, de pasiones, de sufrimientos, de locuras y de provocaciones..., escribe Robert Belleret en su reciente biografía "Piaf, un mito francés", donde la describe como "una Don Juan femenina" lanzada en una "frenética carrera en el amor-revancha".
Revancha de una pequeña mujer de 1 metro 47 centímetros, aterrorizada por la soledad y que no se gustaba físicamente.
La "môme Piaf" (en "argot" francés significa niña y pájaro, respectivamente), cuyo verdadero nombre era Edith Gassion (1915-1963), hizo del amor su leitmotiv.
En sus canciones primero: "Himno al Amor", "Mi legionario", "Te tengo en la piel", "Los amantes de un día", "La vie en rose"... "Sin amor, uno no es nada", cantaba. Esos versos seguían en su correspondencia con el amor de su vida, Marcel Cerdan. "Te amo irracionalmente, anormalmente, locamente, y no hay nada que pueda hacer".
"Te amaría de cualquier manera, aunque fueses un asesino", le dijo en sus misivas que cruzaban el Atlántico. Las cartas incendiarias no sólo estaban destinadas a su querido boxeador. Porque aunque pasara horas rezando en su pieza, Piaf era una devoradora de hombres.
De Yves Montand a Georges Moustaki, pasando por Eddie Constantine, Jacques Pills, Paul Meurisse... sin olvidar su último amor, Theo Sarapo (ella misma le puso ese nombre de artista, que en griego significa "te amo"): Piaf convirtió a muchos hombres en sus "esclavos consentidos", según la expresión de uno de ellos.
"Admitan que tengo suerte de tener tantos amantes. ¡Qué mujer no me los envidiaría! Son todos jóvenes, bellos, seductores, y después que me conocen, comienzan incluso a hallarles talento", dijo un día, con picardía.
Les confieso algo, una dosis de Piaf en pequeñas gotas no me vendría mal. Sí, era el ruiseñor fatal del París pero, la única capaz de crear algo tan eróticamente hermoso, una ‘vie en rose’.