La distancia prudencial y la enajenación del "yo" como causa de la individualidad
¿Nos hemos vuelto unos ineptos sentimentales? ¿Nos hemos olvidado de nosotros mismos? ¿Qué riendas de la vida elegimos tomar o evitar para procurar nuestra felicidad?
Hace unos días pude hablar con una especialista y docta en materia sentimental, también conocidas como psicólogas, y durante un tiempo pudimos divagar sobre qué es lo que el ser humano actual necesita para dejar de sentirse vacío en este mundo tan lleno.
¿Cuáles son los motivos por los que buscar una relación? ¿Podemos ser nosotros mismos sin un "otro"? La respuesta es "no" porque somos la consecuencia de un "otros", configurados por lesiones. Pero nuestra pregunta no radica exactamente en esta línea , sino en la de querer y no ceder.
Queremos que se comprometan y sin embargo no aceptamos el sacrificio. Buscamos la emoción y los momentos profundos entre juegos de un viejo sillón. Anhelamos a alguien que nos observe cuando no hacemos nada, y que aún así no se entrevea lo aburrido e hipócrita que es ese momento.
Permitidme ser soez cuando digo que somos sueños materialistas en la búsqueda de relleno artificial para nuestras "bubies" mentales. Nuestra mayor satisfacción nace de conseguir un "like" cuando subimos una foto enlazados con el que será nuestra pareja perfecta. Pero tras ese momento tan emotivo y lleno de emoticonos rojos y lenguas de gatos, lo apartamos de nuestro espacio en un gesto de decepción ante la imperfección del momento.
Murakami guarda sabia razón cuando entre sus letras se escapa aquella reflexión sobre el insomnio de sus personajes: pensamientos vacilantes, aislados, sin coherencia ni encaje, dando vueltas sobre el mismo punto. Tal imagen nos representa, nos configura como entes perdidos, desorientados y reincidentes en el mismo lugar; en el abismo de la espera ante un sujeto paciente, ensimismado y concentrado en su propio yo.
