El film Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, un retrato de tolerancia y buen gusto
Se trata de un relato hilarante y costumbrista que parodia situaciones y prejuicios culturales desde todas las posiciones en un tono delicado y asequible a todos los públicos.
Se trata de un relato hilarante y costumbrista que parodia situaciones y prejuicios culturales desde todas las posiciones en un tono delicado y asequible a todos los públicos.
Como apasionada cinéfila, esta semana no puedo dejar de recomendar una película amable, inteligente y estética que lleva ya varias semanas en cartelera: Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? Se trata de un relato hilarante y costumbrista que parodia situaciones y prejuicios culturales desde todas las posiciones en un tono delicado y asequible a todos los públicos.
Narra el shock preliminar de una familia conservadora que va asumiendo con mayor y menor naturalidad como sus nuevas incorporaciones al clan pertenecen a diversas culturas, las que a su vez no pueden evitar desconfiar inicialmente entre sí dando lugar a que se pongan de manifiesto (y se desmonten) topicazos en encantadoras situaciones domésticas y cotidianas.
Su voluntad de aceptar y comprender la diferencia y su encuentro con la identidad del otro, consigue romper con estereotipos y abraza la concordia intercultural con mucho humor y amor. Sin duda, una composición enriquecedora que colma los sentidos de ternura y nos sirve de catarsis para mirarnos a nosotros mismos con condescendiente autocrítica.
Descriptiva en su fondo y en su forma, el metraje ambientado en Francia, en un precioso marco de provincias, nos enseña a desarrollar la empatía y a no perder de vista valores sustanciales a través de los ojos de personajes entrañables en un guión rico en el que no falta sal. Una comedia fresca y sana que todavía estamos a tiempo de disfrutar en las salas y que nos invoca que la convivencia pacífica es más sencilla de lo que a priori pudiere parecer.