Dibujando el recuerdo: el día que grabé sexo sobre una inmensa pared blanca

Dibujando la palagra sexo.
Dibujando la palabra sexo.

Se pierden mis besos entre los pliegues de su piel, donde mi lengua dibuja con precisión absoluta los límites de una geografía que por única la deseo sólo mía.

Dibujando el recuerdo: el día que grabé sexo sobre una inmensa pared blanca

Abierta, hendida, rajada, atravesada, rasgada, completamente perforada por el deseo. Oxigenando toda percepción a través de su esencia más absoluta, porque me fascina. Vomitando larvas de recuerdo, convertidas en mariposas de mil y un colores. Incansable observo la respuesta de mi cuerpo, perdiéndome y encontrándome al tiempo. Recorriendo miles de kilómetros que separan la distancia que de forma real esconden lo que es posible de lo que no es.

La emoción que pesa sobre los sentidos cuando los expongo al recuerdo de una pared blanca, inmensa y suave, a la que me sujeto para retener la ocasión perfecta; sosteniendo su cuerpo sobre mi espalda, el impulso no razonado, la decisión más deseada, el inconsciente por encima de cualquier razón. Unciendo mi cuello al silencio de todo cuanto digo, donde se cierran todas las horas que lo pienso en ese preciso instante. Y se pierden mis besos entre los pliegues de su piel, donde mi lengua dibuja con precisión absoluta los límites de una geografía, que por única la deseo sólo mía.

Caballero de armadura intensa y profunda que protege un alma completamente desnuda. Forja e hidrata cuantas palabras nacen de sus labios, que empapadas en su boca mojan cualquier designio y voluntad. Pasión referida, dicha, susurrada, expuesta al oído de quien sabe escuchar sin necesidad de entender nada. Erebo nacido del caos, la oscuridad por la que necesitas caminar en busca de la luz absoluta. El resultado de múltiples restas que siempre acaban sumando un único elemento infinito de placer.

Un impacto visual a cada visaje, a cada seña, a cada guiño bien parido -resonando en el vacío de toda música- abrigado a cualquier tiempo, absuelto de toda señal y cualquier rastro de estigma ajeno o propio. Narrador, historiador de toda historia, intérprete y ejecutante de la inherente a tiempo completo. Baño cada día mi voluntad, cediéndola a todo cuanto me hace sentir mi juicio sin argumento ni premisa, ubico mi conmoción y afecto traduciéndolos en todo cuanto me gusta y amo de él.

Sin condiciones, recompongo las piezas que del ideal me faltan, aunque no las sostenga en mis manos pues no me hacen falta. Guarecen razones y capacidades que me llenan y rebosan mi gozo, refugiándose todas a mi alcance, por valor e importancia absoluta e ilimitada y me somete haciéndome usuaria de un programa sin fin, un signo, una grafía, la representación de un sentimiento de folio perenne, infinito, ilimitado, inagotable, incalculable, incontable, indefinido, interminable. Así es como le siento, así es como lo escribo.

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