¿Cuáles son las diferencias entre un medicamento genérico y otro de marca?
Ante el ajuste en el sector del medicamento, impuesto en Argentina, ¿cabe volver a la prescripción por genéricos como un método de control natural del precio?
Continuando con el artículo Medidas demagógicas para fijar el precio de los medicamentos, en el que analizaba la posición determinada por el gobierno argentino en relación al precio de los medicamentos, mediante la Resolución Nº 90, y en el que las Farmacias quedaron explícitamente en el medio de una disputa, entre este y los laboratorios, arrojando resultados caóticos que impiden el normal desarrollo de un sector que aporta muchos beneficios para la salud de la comunidad.
Como una solución a esta medida, a mi entender no acertada, planteaba la necesidad de sacar a la luz la Ley Nº 25.649 (de prescripción de medicamentos por su nombre genérico) sancionada el 28 de agosto de 2002, y comúnmente conocida como Ley de Genéricos. Esta fue impulsada por el Kirchnerismo durante la profunda crisis de 2001/2002, y significó un regulador natural de los precios y/o abusos de determinados laboratorios.
Ante el actual escenario político-económico, con altos problemas sociales, el debate se ha circunscripto en dar soluciones inmediatas, que en muchos casos rozan la demagogia con el fin de obtener algún rédito electoral; sin embargo, se debería reavivar la llama que nos dio muchas soluciones en la última crisis que vivió el país, y que precisamente fue la aplicación de esta norma de medicamentos genéricos.
En este punto, la pregunta que nos debemos hacer es ¿Qué diferencias sustanciales existen entre un fármaco genérico y otro de marca?, y para responder con certeza hay que tener en cuenta varias consideraciones o aristas, a saber:
>en principio debemos recordar que por ley los médicos deben consignar en las recetas sólo el nombre científico de un medicamento, sin especificar su marca comercial, y el farmacéutico es el profesional encargado de ofrecer, de acuerdo a su stock, diferentes marcas que lo contengan y que no significa cambiar una prescripción, sino reemplazar equivalentes farmacológicos y que se ajusten al poder adquisitivo del paciente;
> pocos dudan en el sector sanitario de que los fármacos de marca y los genéricos son equivalentes en eficacia y seguridad, no existiendo diferencias en cuanto a su acción farmacológica que es lo realmente importante a la hora de resolver un problema de salud; si podrían existir diferencias en cuanto a la apariencia que puede complicar el cumplimiento del tratamiento, sobre todo en pacientes mayores y poli-medicados (envases de seguridad, logotipos identificatorios, colores variados en las distintas dosificaciones, etc.);
> hay mucha subjetividad entre los pacientes, que determina una mayor confianza en el medicamento de marca y se resisten a cambiarlo, aunque no existen datos científicos que avalen tal decisión. Hay enfermos que pueden tener intolerancia a algún excipiente (lactosa) y en ese punto puede estar “una diferencia real” pero que con la consulta al profesional farmacéutico fácilmente puede ser subsanada;
> en el ámbito hospitalario, las diferencias tampoco existen en cuanto a la eficacia y seguridad del principio activo, aunque no puede decirse lo mismo del "acondicionamiento" de las presentaciones, donde sí hay "importantes diferencias" que pueden incidir a la hora de realizar un adecuado manejo del fármaco (elementos de seguridad como el código de barras, el empleo de distintos colores en las diferentes dosificaciones para evitar confusiones o en los sistemas de protección para dificultar roturas, por ejemplo, en los citostáticos);
> el factor humano: algunos sectores de la industria y sabiendo de "factores personales", como la "confianza" del paciente en una marca que lleva consumiendo por años, sin miramientos argumentan que "con la marca la adherencia al tratamiento es mayor porque es el producto de referencia, y es el mismo de siempre", un argumento para nada valido, más aún cuando son productos bioequivalentes. Cabe aclarar que este factor no sólo existe en los pacientes, sino que, también hay médicos que tienen la misma subjetividad, o quizás intencionalidad (arreglos particulares con un laboratorio determinado), por lo que les cuesta recetar genéricos, y como sucede actualmente esa prescripción coincide, en muchos casos, con las marcas más caras del mercado;
> el hecho de que se haya transmitido la idea de que los genéricos se prescriben sólo porque son más baratos; esto tampoco ayuda a que los pacientes confíen de la misma manera en estos fármacos que en los originales. Pero también hay que pensar en la economía.