La curiosa historia y leyenda de San Valentín, protector del Amor

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Cartel de una película de los sesenta dedicada al santo.

Se cuenta que el santo, oyendo discutir a dos novios, la joven cristiana Serapia y el centurión romano Sabino, terció  en el asunto llevando como regalo una rosa roja, e invitándoles a hacer las paces.

La curiosa historia y leyenda de San Valentín, protector del Amor

La celebración de San Valentín tiene su origen, como todas las cosas importantes, en Roma, en los Lupercalia, dedicada al dios Fauno, protector de la fecundidad.  La Iglesia cristianizó la fiesta a partir de la Edad Media. Las celebraciones romanas de los Lupercalia son el origen de no pocas tradiciones cristianas que llegan a nuestros días. Poco después de la cristianización de Europa, la Iglesia fomentó varias leyendas en torno a San Valentín, un santo varón, mártir por cierto que fue obispo de Terni entre 199 y el 273 de nuestra Era. Se da la circunstancia que los romanos celebraban los Lupercalia en la fecha del 15 de febrero, en honor del Dios Fauno, protector de campos y ganados y del ritual de la fecundidad, que tiene mucho que ver con el amor.

Entre las leyendas que hicieron de él el santo de los enamorados está la de la rosa de la reconciliación”. Se cuenta que un día Valentín, oyendo discutir a dos novios (la joven cristiana Serapia y el centurión romano Sabino), que se estaban peleando junto al jardín del santo, hizo que éste terciara en el asunto llevando como regalo una rosa roja, e invitándoles a hacer las paces. Las palabras tuvieron la fuerza de serenar a la pareja y, transcurrido algún tiempo, los novios volvieron donde Valentín pidiéndole su bendición para la boda y prometiéndose amor eterno.

De esta historia se desprende para muchos la costumbre de regalarse rosas rojas los enamorados. Para casarse, Serapia, cristiana la moza, tuvo que vencer la resistencia de sus padres para que le permitiera la unión con el pagano Sabino, que como era de esperar se hizo bautizar para allanarla cosa. Pero Serapia enfermó y otra vez interviene San Valentín. Como la cosa no tenía curación, hizo que los dos enamorados, abrazados, cayeran en un sueño eterno como era de esperar.

Y como es habitual, la Iglesia recuperó la vieja fiesta pagana cristianizándola y donde esta Fauno puso al bueno de San Valentín, y adelantó un día la fecha, otorgando al mártir de Terni la capacidad de proteger a los novios y a los enamorados en camino al matrimonio y a una unión bendecida con hijos. Pero todo dentro de un orden, es decir, amor que antes de la consumación sacramentara el tálamo ante el altar.

Lo más curioso es que el 14 de febrero se celebra en todo el mundo el Día de los Enamorados o de San Valentín, quien comparte santoral con los santos Cirilo y Metodio, los hermanos monjes originarios de Tesalónica (actual Salónica, Grecia), que, a principios del siglo IX, evangelizaron a los pueblos eslavos, y a quienes Juan Pablo II proclamó patronos de Europa, cosa que la mayoría de nosotros no sabía.

A esta historia oficial de la Iglesia se opone otra versión más cercana en el tiempo Se dice que es una leyenda anglosajona, datada en la Edad Media, y que supuso que el culto religioso reservado a san Valentín fuera difundido por los benedictinos, primeros custodios de la Basílica de Terni que existía ya desde mediados del siglo VIII, quienes propalaron las virtudes y el patronazgo del Santo por Europa continental y las islas británicas.

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Siluetas del amor.

El hecho de que, a mediados de febrero, en algunos casos, se reinicia la vida natural tras los letargos del invierno y aparecen los primeros brotes fue asimismo entendido como un signo del renacer del amor.

Otra curiosidad es que, aparte del amor, el santo tiene encomendada la protección de los epilépticos, de los niños enfermos y animales domésticos. Por lo visto, el santo hacía milagros y le costó la vida sanar al hijo de un maestro de retórica romano, llamado Cratón que se hizo cristiano, lo que hizo los paganos de aquel tiempo (sobre 725) se cargaron al bueno de Valentín. Sus reliquias se reparten entre Bussolengo y en Monselice, en cuya iglesia de san Jorge se veneran las reliquias del santo procedentes de Roma. Tal simpatía se tuvo a este Santo que hasta su culto llegó a Moscú, donde la Iglesia ortodoxa lo hizo suyo. @mundiario

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