¡Cuántas injusticias se cometen para ser justos una vez!

Elías Canetti. / Semanario Universidad
Elías Canetti. / Semanario Universidad
Paros y movilizaciones debieran, por cuestión de ética y estricta correspondencia, afectar a quienes por acción u omisión son los causantes de la protesta.
¡Cuántas injusticias se cometen para ser justos una vez!

Nada que objetar, ¡faltaría más!, a las huelgas para reivindicar derechos conculcados. Sin embargo, paros y movilizaciones debieran, por cuestión de ética y estricta correspondencia, afectar a quienes por acción u omisión son los causantes de la protesta y no, como sucede demasiadas veces, elegir las respuestas o fechas que provoquen las mayores molestias a una ciudadanía que no es en ningún caso copartícipe ni responsable de los agravios en cuestión.  Aunque solo fuese porque, como dijera un filósofo en la antigua Grecia, sigue siendo mejor sufrir la injusticia que cometerla.

Los ejemplos de cómo se utiliza la población a modo de instrumento, ariete y arma de presión, son el pan de cada día: desde pilotos o controladores eligiendo las épocas  de mayor trasiego aeroportuario para las cancelaciones, a las huelgas ferroviarias de estos días o suspender la recogida de basura, determinación pospuesta por ahora pero que en anteriores ocasiones ha dejado los espacios comunes hechos unos zorros. Planificación tan cuestionable y desenfocada, cuando no toma por único objetivo poner contra las cuerdas a la correspondiente patronal, como lo sería que las huelgas sanitarias – por insuficiencia de medios, congelación salarial, jornadas laborales impropias…– afectase  a la atención de los usuarios y la operatividad en los servicios de Urgencias más allá de unos servicios mínimos (caso de aceptarse) siempre precarios; que la policía, con efectivos inadecuados, decidiera no frecuentar las zonas más conflictivas o los dueños de bares, vistas las restricciones por lo que hace a sus terrazas, cerrasen los W.C. que, dada la incomprensible carencia de retretes públicos, suponen a día de hoy la única alternativa para evitar que se multipliquen los chorros de orina en portales y esquinas.

¿No podrían los colectivos en paro, presunta o ciertamente ninguneados, actuar selectivamente contra los empresarios o administraciones correspondientes? Porque ya me dirán qué culpa tiene ése/a que no pueda llenar su depósito de gasolina para acudir al trabajo; quien deba desplazarse en tren o avión mediante, el que haya de comer en un hospital cuyo servicio de cocina anda de brazos caídos o, por no hacer la lista interminable, el transeúnte con su vejiga pidiendo auxilio. Como dijera Canetti, el escritor, ¡Cuántas injusticias se cometen para ser justos una vez! En consecuencia, debiera llamarse a capítulo a quienes se pasan de rosca: sean empresas o, en aras de lo anterior también, y más de una vez, a los huelguistas. @mundiario

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