Cuando Nikki Benz, Puma Swede y Lisa Ann quedaron en un motel de San Francisco

Nikki Benz y Lisa Ann/www.tonyskansascity.com
Nikki Benz y Lisa Ann/www.tonyskansascity.com

Eran las tres felinas, las tres Gorgonas del quirófano y del pecado, las tres gracias que fluían entre la muchedumbre insomne que arrastraba los pies hasta el precipicio.

Cuando Nikki Benz, Puma Swede y Lisa Ann quedaron en un motel de San Francisco

  Yo fui testigo del encuentro, las dos melenas rubias y la diosa morena. Yo las vi conjugar verbos en presente y en pluscuamperfecto mientras sorbían el café más amargo. Llovía afuera y yo les servía bajo la atenta luz de una medusa irreprochable.

  Nikki Benz conversaba sobre el surrealismo y Lisa Ann sobre el ultraísmo. La más parada, Puma, Puma Swede, se hacía la manicura mientras murmuraba alguna cosa sobre San Juan de la Cruz, algo que nada tenía que ver con los asuntos de estilo que las otras dos trataban.

  Aquella vez me enamoré de sus salivas y de sus escasos atuendos escamados que cruzaban sus senos policromáticos y gomosos. Yo comprobé que la lluvia las hacía rabiosamente hermosas en aquel interior. Es lo que tiene San Francisco, sus angulaciones, sus películas, sus subidas y su terremoto.

  A Nikki Benz no le gustaron las pastas, pero a Puma y Lisa sí, porque son tan hambrientas como la batidora que convierte el oro, el plomo, el squirt en una fuente palaciega.

  Yo fui testigo de aquel encuentro entre las tres actrices, entre las tres diosas, entre aquellas que consentían que una manada de machos alfa, aburridos y sin gramática alguna, se despeñaran por el precipicio donde mueren los idiotas por exceso de sexo y burocracia.

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