Crónicas de trinchera (y III)

guayaquil-ecuador-pandemia-936290
Desastres de una pandemia.

Las consecuencias que está advirtiendo esta pandemia de “Orthocoronavirinae monocatenario positivo” se me hacen imprevisibles. No tanto por la virulencia y morbilidad del mismo como por el comportamiento y talante con el que vamos a salir de la infección.

Crónicas de trinchera (y III)

Antes de ponerme delante de esta pantalla y de estas estropeadas teclas -por uso, supongo - me lo he pensado muy bien- si es que alguna vez pienso bien- :¿Me merece pena o alegría seguir con el tema? Francamente no. Rotundo no. Ni pena, - que la hay a raudales -, ni alegría que no encuentro por más que busque. Igual, es que está tan escondida que se me hace invisible. O que soy incapaz de saber buscar en el sitio y el tiempo cabal . Vaya usted a saber…

La cosa ahora mismo se me hace muy distinta a cuando escribí ‘mi admirado Pepe’ o ‘Crónicas de trinchera (uno). No vislumbro la unión incondicional entre compañeros que me exaltaba de gozo en los principios de esta «era»; y escribo «era» entendiéndola como todo período en la historia de una sociedad caracterizada por un nuevo orden y concepción de cosas que generalmente comienza con un suceso importante o notable. En este caso sobresaliente.

Las consecuencias que está advirtiendo ésta pandemia de “Orthocoronavirinae monocatenario positivo”, se me hacen imprevisibles. No tanto por la virulencia y morbilidad del mismo como por el comportamiento y talante con el que vamos a salir de la infección.

En éste oficio, - que tomé de rebote, imposición velada y sin gana alguna de tomarlo, todo sea dicho (desde pequeño quería ser “sabio”, que no sabía exactamente en qué consistía eso, pero que los susodichos entendían de todo y cobraban por ello sin dar palo al agua. Pero mis papás no me lo permitieron; ahora lo agradezco puesto que toda, absolutamente toda la peña es “sabia”...saben de todo y además lo pregonan donde fuere de menester a bombo, platillo y maracas -, ) ...en éste oficio, como escribo , si no hubiera discrepancias, desavenencias y abundancia de criterios – entre otros muchos calificativos – creo que dejaría de ser el oficio en estado puro.

Todas las mañanas, de madrugada y hasta que me dan las claras del día (preciosa copla), tengo la ridícula costumbre de leer las últimas primicias de las diez o doce revistas llamadas “serias” a las que estoy suscrito (todas son norteamericanas, lo siento) y me corroboran lo anteriormente expuesto. Fueren éstas de elefantes o de burros: que sin divergencia no hay verdad. De las nacionales , mejor ni escribo de momento.

Quiero recordar que en escritos anteriores ya insinué cómo uno de los mejores indicadores de evolución de la pandemia era el metraje que las distintos noticieros dedicaban a un determinado tema.

El tema de salida fue en un ciento por ciento -incluida la sección deportes – la infección por “Orthocoronavirinae monocatenario positivo”. Poco a poco se fue relajando el guión para que, sin desaparecer como es lógico, haya dejado mucho margen noticiero a la economía, la crisis financiera y sus similares – que también escribí sobre ello en el artículo “Qui Prodest?”- .

A través de éstas maltrechas teclas, les he intentado transmitir – mis estimados y estimadas – algunas de las percepciones que éste humilde y seguro servidor atisbaba en un futuro muy próximo, prácticamente inmediato.

No eran fruto de un arúspice de salón hortera, sino de inesperada sensatez que tuvo a bien acompañarme. Recuerdo de nuevo que yo de mayor quería ser “sabio”, que no profeta. Pero algo de sensatez si que me ha quedado, creo yo. Llámenle experiencia si así lo desean. Incluso senectud...

Escribí sobre a quién aprovecharía esta maldita crisis, esta pérfida pandemia.

También escribí acerca de las cifras y porcentajes, de contagiados – era imposible saberlo de manera fehaciente y plausible, puesto que era imposible saber tal número cuando los test realizados no alcanzaban ni un quinto de la población supuestamente contagiada...imposible – , parejo escribí sobre la cifra de muertos por el “Orthocoronavirinae monocatenario positivo”, que redundaría en lo anteriormente escrito (si yo, a modo de ejemplo, no tengo un diagnóstico de certeza sobre cuál ha sido la causa de un óbito y certifico que ha sido por Covid-19, no sólo estoy especulando, es que podría caer en falsificación de documento público). De ahí que , puestos a querer saber cifras, les recomendé que pusieran solamente atención a la cifra de “Altas hospitalarias” (y con cierto recelo). ¿Recuerdan todos aquellos que me hayan concedido el favor de la lectura?

Bien, pues no me ufano en escribirlo, pero no me equivoqué ni un ápice en mis asertos. A las pruebas actuales me remito. El baile actual de cifras es de ‘división de honor’.

Un baile de cifras que ha derrumbado a todo un ministerio de sanidad y resulta vergonzosamente espeluznante. Van a poner disculpas, excusas y vanas explicaciones hasta la pota. Lo sé. Pero a mi – tremebundo receloso – no me van a convencer ni la mitad de media.

Harto ya de tanta palabrería, tanto desatino, tanta mezquindad de los unos contra los otros (y viceversa), pondré fin a éstas “Crónicas de trinchera”.

Harto pero lo que se dice empachado de tanto empirismo, tanta especulación, tanta mentira y tanta excusa.

Toda esta sarta de noticias – oficiales y oficiosas – tan solo ha conseguido poner de un manifiesto incontestable que el Sistema Nacional de Salud, emanado de la Ley 14/1986 de 25 de abril, del que tanto y tanto se ha presumido y hasta llenado la boca de él, se ha quedado en sucias y malolientes aguas de borrajas. Me guste o no. Y ‘vive Dios’ que no me gusta.

No es culpa de la Ley en si misma, sino de todos aquellos que la están interpretando en su propia conveniencia, dictando y protocolizando en puro “ordeno y mando”. Acogiendo entre sus asesores a todos aquellos que, comulgando o no con sus dictados, manifiesten por todos los medios unos criterios que, como poco, no han dejado nunca de ser empíricos, especulativos y salvapatrias – que no salvapatriotas- conste.

Y no nos vengan, por el amor de Dios, con el manido refrán “ de aquellos polvos vienen éstos lodos” , es decir que: los males que padecemos son la consecuencia de descuidos, errores o desórdenes previos, e incluso de hechos aparentemente poco importantes. No, por el amor de Dios. Ustedes son ‘diferentes perros pero con mismas correas’.

Ustedes todos – políticos y politicastros – lo están ejecutando incesantemente igual, cuando no mucho peor. Echando la culpa al otro cuando algo les sale mal.

Y les ha salido mal, como era previsible sin necesidad de ser un augur de tres al cuarto. O a jornada completa y cobrando.

De ésta infernal etapa se saldrá gracias a su infantería , que ni por un momento ha bajado la guardia, aún vistiendo uniformes infectos y altamente compartidos y contagiantes.

Pero, hasta a su maltrecha y fiel infantería, les han infectado sus dictados.

Y no nos vengan con comparaciones entre países, por favor, que no les favorece en absoluto. Que, hasta donde yo sé... “yo soy español-español- españooool”. Y a mucha honra sin tirar de otra nacionalidad.

Mientras esto acaba, que vislumbra pronto, me seguiré poniendo mi traje de “coronauta” – cito y exalto a D. Rafael Villar, acuñador del término - a plantar mi cara a ese bicho que no pone cara. Y que sea lo que Dios quiera, que es lo que suele ser siempre. Iré a misa los domingos y fiestas de guardar, a pesar de que no me acompañen mis primos Paquita y Fernando...que los veo yo muy descreídos y seguro que se escaquean. @mundiario

P.S.1.- A pesar de lo trajinado y maltrecho que han intentado dejar al Dr. Fernando Simón...mi hurra más estridente para él y para todo aquel que sea tan honrado como él. La posible interpretación dubitativa que puedan haber sacado de sus alocuciones, sólo pretendían dejar adivinar lo que realmente estaba ocurriendo en este santo país.

P.S. 2.- Se adivina otra “era” y me pinta mala. ¡Mala cosa!