¿Por qué la pandemia del coronavirus es más dura y contagiosa en España?

Mujer con mascarilla. / Mundiario
Mujer con mascarilla. / Michael Amadeus. / Unplash
España ya está a la cabeza de mortalidad por la covid-19 y habría que preguntarse qué tiene un español o un italiano que no tenga un chino, coreano o japonés.
¿Por qué la pandemia del coronavirus es más dura y contagiosa en España?

Es evidente que somos latinos y ellos no, es evidente que nuestra cultura es mediterránea y no oriental, pero sobre todo somos mucho más de relación fácil, más de hablar y mucho más de tocar porque tenemos un carácter emocional de grandes pasiones lorquianas. Aquí triunfó en su momento el anarquismo pero no en el sentido conocido popularmente de poner bombas, sino en el sentido anarcosindicalista de dar a cada uno según sus necesidades y no según su trabajo como dice el modelo marxista y mucho menos según la oferta y la demanda. La experiencia duró poco pero en cualquier otro país habría sido impensable y aunque hemos evolucionado mucho no lo hicimos tanto como para alcanzar la disciplina de un japonés y ni siquiera acercarnos a la de un alemán.

A un chino le resulta mucho más fácil acatar órdenes, ser disciplinado y hacer lo que el poder le pide, lo mismo que a un japonés  o a un coreano, países todos ellos que están saliendo de la crisis. Cierto que el carácter dictatorial de China les ha permitido ser mucho más estrictos al no depender de la opinión pública ni de los medios y aparentemente gracias a ello ya no hay muertos ni contagios en Wuhan ni en Hubei, pero conviene fijarse en que con otros regímenes en Taiwan, Corea del Sur o Japón también están controlando la enfermedad.. Esto de la disciplina con que se acatan las normas y las órdenes tiene que ver con la fuerza del régimen pero también con la capacidad de liderazgo de quien dirige los destinos del país y hemos de reconocer que en España e Italia el conflicto nos ha cogido en momentos de gran debilidad del Gobierno, aunque no queda claro que con otro liderazgo los españoles nos hubiésemos hecho disciplinados ni siquiera como un americano, un sueco o un suizo. Quizás por eso un gobierno de concentración con unos presupuestos de emergencia aprobados por unanimidad en el Congreso hubiesen sido útiles y seguro que serán imprescindibles para afrontar la crisis que se avecina.

A pesar de la importancia de la disciplina que evitaría la necesidad de tanta policía contagiándose en las calles para hacer cumplir las instrucciones del Estado de Alarma, y del retraso crónico en tomar medidas que hubiesen impedido a tiempo las grandes concentraciones de gente que además ha dejado medio gobierno en cuarentena, es muy importante nuestro carácter pasional, nuestras manifestaciones de cariño. Un oriental no siente esa necesidad de tocarse, le parece suficiente una inclinación de cabeza, pero en España somos más de relacionarnos con extraños, de hablar con cualquier persona desconocida, de tratar a los demás como si nos conociéramos de toda la vida, de tutearnos como si hubiésemos ido juntos al colegio, de darnos la mano, pasamos a los besos con alguien que nos presentan y a los abrazos efusivos con alguien que conocemos. Es algo que vemos cada día en la televisión. El programa de La Voz, por ejemplo, parece un concurso de abrazos y besos, y en otros muchos se va de beso en beso y hasta en la boca. Somos así y esta moda gusta. Ya nos abrazamos de la cabeza a los piés y si es un niño pequeño lo comemos a besos. Está bien, es más cálido y cercano aunque sea contagioso. 

Ha sido duro aprender que ahora no toca, que esas manifestaciones efusivas de cariño y cercanía ya no deben tener lugar, que hay que estar a uno o dos metros de gente con la que no se convive y mantenerse así dos, cuatro o seis meses, que ni se sabe, pero para un español resulta muy difícil admitir que lo mejor para todos es que una persona querida esté aislada en una habitación a la que no entramos y a la que dejamos la comida en la puerta como si fuese la entrada a la celda de una cárcel, no tocar a los amigos, no abrazar a la novia o no ver a la madre. Y lo que ya resulta insoportable es que cuando se muere un ser querido, un familiar cercano, tan cercano quizás como un padre, haya de hacerlo solo sin que nadie le coja la mano ni lo bese después de muerto y que ni siquiera muerto se pueda ver, que su féretro vaya junto a otros muchos a hacer cola en un pabellón de cualquier cosa donde espera su incineración. No dudo que el dolor está presente en todas las culturas pero no sé porqué pienso que los españoles nos contagiamos más y también sufrimos más. @mundiario

 

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