Cómo A Coruña pasó de aldea de pescadores a nido de banqueros y corsarios

La colegiata de Santa María del Campo en el siglo XVIII
La colegiata de Santa María del Campo en el siglo XVIII.

En las páginas de los libros se esconden las caras desconocidas de la historia de una ciudad. Coruña tiene las suyas, reflejadas en una novela que nos lleva de paseo por el XVIII.

Cómo A Coruña pasó de aldea de pescadores a nido de banqueros y corsarios

Entre las tapas de un libro se esconde mucho poder, puesto que un libro puede hacerte hace volar. Una obra presentada como la primera novela histórica de A Coruña, me ha regalado esa sensación ligera. Otras capitales importantes de España tenían ya su novela desde hace años -Madrid y Cádiz con Pérez-Reverte, Barcelona von Falcones y Molist, Sevilla con Asensi- y mi ciudad merecía desde hace mucho tiempo un homenaje así.

Pues gracias a "El viento de mis velas (Peripecias de un empedernido bebedor de café)", a cuyo autor conocemos los lectores de MUNDIARIO, he volado sobre mi Coruña en una alfombra mágica hecha de tinta y papel. El autor me ha llevado hasta el siglo XVIII y, como historiadora del Arte, me ha sorprendido la colorista y casi olorosa descripción de las calles y edificios coruñeses de la época, repartidos entre el arrabal de La Pescadería y las murallas de la Ciudad Alta.

El protagonista de la novela, Yago Valtrueno, nos presenta Coruña de este modo: 'Mi ciudad es una señorona con el corsé muy ceñido. Créanme sus mercedes si les digo que no se lo ató su doncella, sino Hércules tirando de un cordón y Gerión del otro'. Es una hermosa manera de evocar las estrecheces del istmo, en el que primero se asentó una aldea de pescadores y luego fue zona de riqueza, diversión y paseo para la nueva burguesía coruñesa.

El propio Yago nos descubre que la Colegiata de Santa María del Campo no era, ni mucho menos, tal y como la conocemos hoy. La pinta 'con sus torres disparejas y sus dispares columnas, disparatada toda ella para los que dibujan la vida a escuadra'. Y es verdad que la Colegiata era en el siglo de la Ilustración una reunión de elementos sin ninguna armonía, muchos de ellos en frágil equilibrio. Frente a ella se alzó, y aún se alza hoy, la Casa Cornide, de la que el protagonista dice que era 'amplia de fachada y escurrida de fondo -en eso era bien hidalga'. Con esa ironía, que rezuma en toda la obra, se refiere a los blasones de la familia y a las deudas que el bueno de José Cornide dejó a sus herederos.

Junto a las invenciones de un figón napolitano y de una librería, en la novela se describe la realidad del primer teatro que tuvo Coruña, el de Nicolás Setaro, un empresario italiano que debió de ser todo un personaje. Ya se adivina en esas páginas el ambiente divertido que ha hecho famosa después a nuestra ciudad.

Entre todos esos monumentos ilustres encontramos en 'El viento de mis velas' otro no tan memorable y, sin embargo, no menos importante en la historia de la ciudad: la Cárcel del Rey, que se levantó donde hoy se encuentra el hotel Finisterre. Yago Valtrueno va a visitar allí a su padre, que ha creado en la prisión una especie de república idílica. Con más ternura de la que merece la sordidez de sus muros, Yago habla de ella así: 'Un esquinazo de ella se hunde en la mismísima ensenada del Parrote, como si hiciera proa, por lo que se me antoja un arca de Noé en la que Dios mandó encerrar a sus bestias menos queridas'.

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