El humor de Pepe Pelayo

Haití: una contundente pero discutible experiencia

Haitiano. / P.P
Haitiano. / P.P

Reflexiones sobre las desgracias de una tierra olvidada por nuestros dioses y hasta por nuestros diablos.

Haití: una contundente pero discutible experiencia

Decidí viajar urgente a Haití al darme cuenta de que terminaron las elecciones sin cataclismos como fueron el Huracán Matthew y el cólera últimamente.

No es fácil comentar sobre ese país, donde casi todo está dicho (aunque no oído). Mi primera pregunta al llegar fue: ¿los haitianos se merecen tantas calamidades como la conquista española, la esclavitud, los filibusteros franceses y la colonización gala, guerras de independencia y guerra entre mulatos y negros, política de E.U., deforestación, dictaduras, pobreza, emigraciones, los Duvalier, sida, huracanes frecuentes, devastadores terremotos y hasta epidemias de cólera? Respuesta a tan larga pregunta es: claro que no, no se lo merecen. Los haitianos –por lo general- son gente noble, amable, humilde y alegre, que ya han sufrido demasiado.

Recorriendo el país, me encontré con un finlandés, perteneciente a los cascos azules (se ponen esos cascos para diferenciarse de la población nativa). Conversé con él. Me dijo que su idea era proponerle a la ONU dos alternativas para solucionar el sufrimiento de esta Isla: llevar a los siete millones de haitianos a Mónaco, sacando de ahí a los monacales (no estoy seguro de que sea el gentilicio de Mónaco, pero pienso que sí, porque podrían ser “gentilicios” con los haitianos y mudarse para hacerles el favor); o -me confesó-, su otra variante era pedirle a Brad Pitt y a Angelina Jolie que adoptaran a los siete millones de haitianos, alternativa más difícil de concretar ahora que se divorciaron, aunque –me informó en voz baja sin yo demostrarle el menor interés-, él tiene esperanzas de que se reconcilien.

Así -concluyó el rubio alto con un casco azul-, se deja a Haití sin los habitantes actuales, pero se puede llenar de militares violentos (valga la redundancia), de guerrilleros y movimientos de liberación sanguinarios (valga la redundancia), de narcotraficantes execrables (valga la redundancia), de inhumanos fundamentalistas religiosos (valga la redundancia) y de políticos corruptos, con sus caras de traseros (nalga la redondancia) escogidos de todo el mundo. Eso lo haría, argumentó, por dos razones: una, limpiar bastante nuestras sociedades, y dos, al mismo tiempo montar una empresa de turismo de aventura extrema en una tierra tan fatal como ésta, y que paguen los que quieran vivir las emociones y la adrenalina de enfrentarse a la violenta naturaleza y a la naturaleza violenta de sus nuevos habitantes.

Iba a iniciar un debate con el finlandés, pero él puso fin de repente a la conversación. Entendible, sabemos que los finlandeses son los únicos que ponen fin al inicio.

De ahí fui a contratar a una traductora, para conocer, intimar y penetrar bien la oscuridad del país. Me tocó una exquisita mujer de ébano (una negra rica, como diría eufemísticamente un amigo) que hablaba creole con olor y sabor a creolina, para limpiar toda la basura que había dejado mi última conversación en mis oídos. Y fue tal mi experiencia que decidí quedarme en esta Isla e islamizarme… perdón, quedarme en esa nación y nacionalizarme. Y aún estoy trabajando en ese sentido, ya que aunque todavía no me sé el Himno Nacional, ya me estoy aprendiendo el Escudo.

También estoy entrenándome en el vudú. Ya le clavé decenas de agujas a muñequitos con las imágenes de todos los políticos importantes del mundo. Pero no piensen mal, lo hago como acupuntura para curarlos de la insensibilidad que padecen al saber cómo sobrevive este país.

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