El clima anti-mexicano que prevalece en Miami: razones y sinrazones del exilio cubano

Cubanos en Miami. Pinterest.
Protesta de cubanos en Miami. / Pinterest.
Los cubanos no pueden comprender por qué los mexicanos hablan bien de Fidel Castro, un hombre que lastimó la vida de sus padres y abuelos; mientras que los mexicanos ven al cubano como uno de los pocos individuos que ha cumplido el sueño latinoamericano de desafiar a EE UU. 
El clima anti-mexicano que prevalece en Miami: razones y sinrazones del exilio cubano

Hacia el año de 1988, la poderosa empresa televisiva mexicana, Televisa, había creado el Sistema de Noticias Eco. Este era un proyecto informativo, a partir de un canal de televisión con presencia intercontinental. Con esta iniciativa se producían contenidos informativos en español desde la perspectiva y acento mexicanos. El encargado de instrumentar esta empresa, era su conductor estrella, Jacobo Zabludovsky. Esa fue quizá la aventura mediática más costosa que emprendió el corporativo mexicano –la mayor en Iberoamérica en el ramo- y duró casi trece años. Allí, Zabludovsky internacionalizó su modelo de noticieros y dispuso de una amplia red de corresponsales. Pero tropiezos como el de Miami, en donde los periodistas de SIN se negaron a ser absorbidos por Eco, indicaban que una mayor expansión encontraría resistencias políticas e ideológicas, además de las dificultades para tener audiencias significativas en el sur de la Florida.

Uno de los secretos a voces, fue que la comunidad cubana se mostraba renuente en aceptar la propuesta informativa diseñada desde Ciudad de México. Este hecho resultaba completamente inusitado, pues los productos culturales de la televisora eran un éxito comercial en América Latina. Este error de cálculo obligó al locutor mexicano, de ascendencia judía, en desplazarse tímidamente de regreso a sus estudios en la capital mexicana. Ni el apoyo de la poderosa comunidad judía en Miami logró interceder por los empresarios mexicanos que buscaban denodadamente, hacerse del monopolio informativo en español. Quizá parte del exilio cubano no veía con buenos ojos, que ese mismo periodista había entrevistado a Fidel Castro, cuando éste entraba triunfalmente en La Habana, en el año de 1959. Que había entrevistado al Che, pero también a Celia Cruz, Pérez Prado o a “mantequilla” Nápoles y, a todos los artistas y deportistas cubanos que lograron fama en tierras aztecas. Esa narrativa se mantiene hasta la actualidad. El periodista mexicano Jorge Ramos, la figura más emblemática de la cadena televisiva Univisión, es intermitentemente atacado por una parte de la diáspora cubana de Miami. Lo acusan de “comunista”, a pesar de que salió huyendo de Venezuela debido a una dura y agresiva entrevista realizada a Nicolás Maduro.

Las preguntas de Ramos no gustaron al dictador por lo que fue agredido y estuvo secuestrado por unas horas. El periodista mexicoamericano recibió asistencia tanto del gobierno de México como del de Estados Unidos. A Jorge Ramos, la comunidad cubana, le recrimina que defienda abiertamente a la inmigración indocumentada  latinoamericana. Así como sus reiteradas críticas al presidente Donald Trump, con quien también ha tenido fuertes desencuentros. Dentro de la comunidad del exilio cubano, no es políticamente correcto manifestar un cierto agrado por la cultura o arte mexicano. (Cosa muy distinta con los cubanos que viven en Cuba). Más aún, no son pocos cubanos de esta comunidad que no apoyan a los cubanos en las competencias deportivas internacionales debido a que dicen que esos deportistas no representan a cubanos, sino a la dictadura castrista. Algunos artistas de mucha popularidad como Gente de Zona, ya no se les permite presentar sus conciertos en Miami, debido a que se han resistido a declararse en contra del régimen de La Habana. Este tipo de desplantes es un rasgo que no pueden entender los mexicanos inmigrantes en Estados Unidos. De hecho, durante las Juegos Olímpicos o Mundiales de Fútbol, tanto los mexicanos de México como los mexicanos de Estados Unidos se alzan e hinchan a una sola voz. Dando una exhibición de nacionalismo al sonar de los mariachis.

La muerte de Fidel Castro es sintomática en este sentido, porque es un evento que permite visibilizar estas posturas antagónicas por parte de estas dos comunidades latinas en los Estados Unidos. 

Y es que mientras los cubano-americanos bailaban y celebraban en la alegre Calle 8 de Miami, muchos mexicanos indocumentados, mexicano-americanos y mexicanos en México guardaron luto a quien sentían como un hombre extraordinario. Hay que decir que también hubo un segmento de la derecha mexicana que no lamentaron la muerte de Castro, a quien siempre lo han calificado como un dictador. Pero los mexicanos que simpatizaron con el comandante, compartieron imágenes de Castro en las redes sociales y dedicaron canciones de Carlos Puebla, las cuales saludaban al Barbudo como un Espartaco moderno contra el imperialismo americano. El grupo Unión del Barrio hasta se reunió en Los Ángeles para celebrar la vida rebelde de Castro. Y mientras que las transmisiones de Univisión y Telemundo seguían la línea editorial, cuidando por no ofender al exilio cubanoamericano (y a estas alturas, venezolano también), los inmigrantes mexicanos promedios que se amontonaban para comprar café en Jax Donuts en Anaheim o hacían cola en loncheras en Santa Ana, California no tardaron en llamar a Castro como un chingón, lo cual no significa de ninguna manera, sentir una simpatía por el comunismo, especialmente debido sus fuertes raíces católico-guadalupanas.

Los cubanos no pueden comprender por qué los mexicanos pueden hablar bien de un hombre que lastimó la vida de sus padres y abuelos, mientras que los mexicanos, en última instancia, ven a Castro como uno de los pocos individuos que han cumplido el sueño latinoamericano de desafiar a Estados Unidos ¡Y nada menos que por más de 60 años! No se puede pasar por alto, que el máximo héroe de la Revolución Mexicana, Pancho Villa, invadió territorio estadounidense y atacó la ciudad de Colombus en 1916. Es la única vez que un ejército extranjero había osado invadir el territorio norteamericano continental. Lo que a la postre llevó a que una tropa norteamericana, cruzara la frontera y buscara incansablemente al invasor mexicano, sin fortuna alguna. En el imaginario de los mexicanos de la época, Pancho Villa representaba al mexicano rural valiente e inteligente; quien vengaría la pérdida de la mitad del territorio nacional, la cual había sido arrebatada a México en una guerra injusta en 1848. Sin embargo, de ninguna manera podría interpretarse que en México exista alguna animadversión en contra de los americanos. Son dos economías muy vinculadas, con un tratado comercial que supone la mayor dinámica económica del mundo, junto con Canadá. Millones de gringos disfrutan las playas mexicanas. Y alrededor de 30 millones de mexicanos, de primera y segunda generación, residen en la Unión Americana. Así como casi, dos millones de retirados americanos se alojan en México. En el inconsciente colectivo de los americanos, todos los latinos son mexicanos, por lo que no tienen ideas de estos desencuentros en el mundo latino de su país.

Pero el choque entre parte del exilio cubano y un segmento de mexicanos, tiene perfecto sentido debido el marcado contraste entre las historias de inmigrantes y el estatus de las dos corrientes migratorias en EE.UU., creados por el gobierno estadounidenses en una estrategia de divide y vencerás, que parece haber sido promovida por J. Edgar Hoover.

La afinidad mexicana por Castro se remonta a las raíces mexicanas de la Revolución cubana en 1956, que el año en que Castro llegó a la capital mexicana. Cuando Cuba se hizo comunista después de la revolución, la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsó a la isla de su condición de miembro. Sólo México mantuvo las relaciones diplomáticas con la isla. Después de todo, la visión romántica de la Revolución Cubana no se ciñó sólo a los mexicanos, sino tuvo una significancia planetaria.

El intelectual mexicano Jorge G. Castañeda explicó una hipótesis en la que afirma que prevaleció un acuerdo secreto entre el gobierno de Castro y el régimen priísta mexicano. El trato era muy simple: México no condenaría la dictadura cubana bajo ninguna circunstancia y, a cambio, Cuba no apoyaría, ni entrenaría grupos rebeldes mexicanos. Todo indica que este acuerdo funcionó hasta la llegada de la transición mexicana a la democracia en el año 2000. El presidente mexicano Vicente Fox, proveniente de un partido de la derecha, tuvo acercamientos con la disidencia cubana de Miami y con grupos religiosos de la isla. Las diferencias del gobierno mexicano con los Castro llegaron a su punto climático con el “Comes y te vas”. Estaba por celebrarse la Cumbre de las Américas en México. Fox llamó previamente a Castro y le pidió que se fuera de México antes de la llegada del presidente norteamericano George W. Bush. Al final, Castro accedió y acudió a la cita diplomática a la ciudad de Monterrey, pronunció su discurso y, a su regreso a La Habana, ventiló la llamada telefónica. El rompimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países estuvo verdaderamente cercano. Sin embargo, aun cuando este exabrupto agradó al exilio cubano de Miami, no fue suficiente como para que cambiara la imagen de “lo mexicano” en Miami.

Muchos activistas del Movimiento Chicano (mexicanos avecindados en Estados Unidos, quienes refuerzan su identidad de modo contracultural) y futuros académicos desarrollaron lazos con la Cuba revolucionaria durante las décadas de 1960 y 1970. Che se convirtió en nuestro icono revolucionario, sin excepción, pero hasta el día de hoy, Fidel surge con mayor frecuencia en murales chicanos. Elizabeth “Betita” Martínez viajó a la isla varias veces mientras escribía La revolución más joven: Un informe personal acerca de Cuba.  José Ángel Gutiérrez, cofundador del Partido de La Raza Unida, y otros delegados nacionales fueron allá en 1975. Armando Navarro, profesor de Estudios Chicanos en la Universidad de California Riverside, se encontró con Castro en 1985 durante una delegación de paz en Centroamérica. Y muchos otros chicanos durante décadas han hecho el viaje con las Brigadas Venceremos y delegaciones que viajaron allá mucho antes de que fuera oficialmente legal.

En gran medida, Castro se convirtió en la figura heroica que los chicanos en verdad nunca tuvieron. Una figura mesiánica que demostró que alguien podía sostenerle la mirada a EE.UU. de una vez por todas. Y es que todos los héroes mexicano-americanos fueron asesinados tempranamente. Incluso César Chávez fue asesinado antes de tiempo. Mientras que Rodolfo “Corky” Gonzáles no solo era una figura demasiado regional, sino más que nada el Martí del movimiento con su legendario “Yo soy Joaquín”. Solo Reies López Tijerina tuvo el carisma y el valor de Castro para sacar a los chicanos del desierto, pero luego de su temerario ataque al juzgado de Tierra Amarilla en 1967 en Nuevo México, Tijerina no fue el mismo después de salir de la prisión federal.

La inmigración mexicana a Estados Unidos ha sido una historia de separación de familias. Después de su revolución de 1910, los mexicanos han huido a EE UU, solo para ser repatriados durante décadas. Expedientes que van desde la Operación Wetback (Espaldas Mojadas), hasta la política más discreta pero más efectiva de Barack Obama, la cual que rompió records. Nunca la migración mexicana ha disfrutado del estatus de refugiado político, ya fuera por huir del porfiriato, de la “dictadura perfecta” del PRI o de la violencia de los narcos. Por otra parte, por más de 50 años, la Ley de Ajuste Cubano de 1966 –más conocida como política de “Pies Secos, Pies Mojados”– ha permitido que cualquier cubano que llegue a las costas de EE.UU. pudiera quedarse y obtener la residencia permanente. En los últimos momentos de la administración demócrata del presidente Obama, dicha prerrogativa fue cancelada. Y, contra lo que podría creerse, quienes más celebraron dicha cancelación, fueron los propios cubanos de exilio, aunque parezca increíble.

El exilio cubano nunca ha demostrado ninguna empatía por los migrantes mexicanos, centro y suramericanos y otros refugiados víctimas de otras dictaduras salvajes o de violencia endémica. Incluso los puertorriqueños han mostrado, intermitentemente, una solidaridad por los demás latinos. En un principio, los cubanoamericanos y sus políticos cuidaron fanáticamente su status de grupo favorecido. No han titubeado en unirse y compartir durante décadas a la histeria anti-inmigrante del Partido Republicano. Los aspirantes presidenciales republicanos cubanos Marco Rubio y Ted Cruz hasta intentaron superar a Trump con un discurso extremista acerca de la terminación de DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals – Consideración de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) El senador cubano americano Ted Cruz llegó a decirle a una joven dreamer (como se les conoce) que él mismo la deportaría. Por eso, como hemos dicho, cuando los nacionales cubanos perdieron la ventaja que les confería la ley de Pies Secos, Pies Mojados, ese mismo exilio se congratuló. Estaban muy enfadados con las últimas olas migratorias de cubanos que apenas obtenían su residencia permanente y, enseguida querían volver a visitar a sus familiares a la isla. Tampoco estaban contentos con la idea de que estos cubanos enviaran dinero a sus amigos y familiares en Cuba, debido a que decían que este dinero fortalecería la economía cubana. Y cualquier tipo de ayuda, acabaría por ayudar al régimen. Por supuesto, el acercamiento que promovió Obama le puso los pelos de punta a este exilio que exige que toda la comunidad cubana en el exterior comparta su ánimo de bloquear a la isla, aunque esto suponga sacrificar a tus familiares que esperan con ansias los dólares que les permitan dirimir una crisis permanente.

Por su parte, el gobierno mexicano tiene equipados a sus numerosos Consulados en los Estados Unidos para que sus diplomáticos ofrezcan protección legal a los dreamers y a los inmigrantes indocumentados que así lo soliciten. Para México es un tema de su agenda nacional y siempre ha promovido la regularización migratoria de estos mexicanos que se cuentan por millones. En ese tema existe un amplio consenso dentro de la clase política. Saben que si estos inmigrantes acaban por conseguir la ciudadanía ganaran un poder político que siempre favorecerá al país de donde son originarios sus padres o ellos mismos.

Diferentes estudiosos de la emigración cubana, tanto en Cuba como en Estados Unidos han analizado el desarrollo de la conducta de los cubanos "exiliados" a través de estos años. Uno de estos investigadores el Dr. Jorge Hernández analizaba en uno de sus trabajos refiriéndose a un estudio de Gerald Poyo. "Mientras que no todos los cubanos llegaron a este país como exiliados políticos, fueron los exiliados los que tradicionalmente dominaron el discurso político... No todos los cubanos arribaron a los Estados Unidos dispuestos a participar a priori en actividades del exilio, pero puesto que las comunidades se organizaron en sí misma para fomentar el comprometimiento de la emigración, o al menos para asegurar la aceptación de una cultura de exilio predominante, la mayoría llegó a admitir esa definición". Es por ello que podemos indicar que a lo largo de estos 61 años de existencia y evolución de esta emigración en el sur de la Florida, lo que ha primado por lo general, es la presencia de un clima de intolerancia y, como hemos señalado, de rechazo a todo lo que viene de Cuba. En este mismo sentido se refiere Gerald Poyo. Sin duda alguna, la muestra más exagerada de intolerancia del exilio aparece en el período posterior a 1959. En los tempranos años 60, muchos grupos de exiliados intentan forjar una coalición de exilio, pero esta se desintegraría, toda vez que las comunidades poseían sus propias dinámicas políticas. Un anticastrismo intransigente y militante consolidó eventualmente a esas comunidades, que demandaban absoluta conformidad política. Un ambiente de intolerancia ante las expresiones de divergencia política, especialmente caracterizó a las comunidades cubanas en Miami y New Jersey. La constante amenaza de violencia contra aquellos que no se conformaran con la perspectiva de los militantes, creaba una atmósfera de miedo y represión en Miami y en otras ciudades.".

Otra de las diferencias entre mexicanos y exiliados cubanos también ha tenido una fuerte presencia en el discurso político estadounidense. Desde el principio, los medios canonizaron la historia del exilio cubano. Que en el contexto de la Guerra Fría tenía un cierto sentido. Sin embargo, después de todo ha sido, y es tan arriesgado tirarte al mar, como tirarte al desierto. Los mexicanos nunca han creído en ese enfoque, porque eso es lo han estado haciendo sus familias por más de un siglo sin ayuda del gobierno, sin programas de asentamiento, o de cualquier otro subsidio. La diferencia con las historias de los mexicanos es que éstas se desdibujan en favor de estigmatizaciones como la de eternos ilegales e invasores, que durante la administración de Donald Trump se ha endurecido notablemente, llamándolos violadores y criminales.

Emilio Estefan, un famoso productor cubano-americano, ofreció una rama de olivo musical al grabar “Todos Somos Mexicanos”, una melodía halagüeña que suena nada mexicana y mucho a Miami Sound Machine. El magnate musical no se atrevió a describir la canción como una respuesta a Trump cuando éste ofendió a los mexicanos durante su retórica de campaña. En su lugar dijo que era tan solo un recordatorio de como los latinos hemos progresado en este país”. Los chicanos estaban demasiado ocupados en manifestaciones por todas partes promoviendo “FDT (Fuck Donald Trump – Al Carajo Donald Trump)” de YG y Nipsey Hussle como para se percatarse del jingle musical de Estefan. Al final, el mercado musical es un potente negocio y, no se puede descartar a tantos millones de mexicanos. En un país donde se bebe el doble de tequila que en México, la cerveza mexicana es la de mayor consumo, en donde el guacamole es el centro de mesa de toda celebración deportiva americana. Es decir, en donde la cultura mexicana tiene un peso específico propio.

Durante las pasadas elecciones presidenciales, mucho se habla de cómo el magnate obtuvo más de 29 por ciento del voto latino según encuestas a pie de urna el día de las elecciones, aunque el Consejo Nacional de La Raza señaló que los resultados de la firma encuestadora Latino Decissions arrojó que Trump obtuvo  un récord de menos votos de 18 por ciento (en esa encuesta se muestra que los mexicanos apoyaron a Trump por 15 por ciento, en tanto los cubanos le dieron el 48 por ciento del voto, con los cubanos más jóvenes inclinándose por Hillary). En La Florida, los cubanos favorecieron a Trump por 54 por ciento, aproximadamente el doble de los latinos no cubanos en el estado.

Lo irónico es que ahora Trump está en campaña, y no ha dejado de alabar al izquierdista presidente mexicano, a quien ahora llama amigo. Ya lo invitó a Washington para celebrar el nuevo tratado comercial, T-MEC.  Ya no señala a los mexicanos como criminales y violadores. Necesita los votos de los mexico-americanos porque su re-elección luce muy complicada.

En las manifestaciones Black Lives Matter ondearon banderas mexicanas. Y ondearan también en las manifestaciones pro-migratorias y en las manifestaciones anti-Trump.  Las banderas seguirán cubanas seguirán recreando La Calle 8, a ritmo de rumba y reggaetón. Haciendo campaña por el partido republicano. Un tránsito de terciopelo –como en Europa del Este- se antoja muy difícil, mientras prevalezca un discurso profundamente intolerante. La empatía hacia los otros latinos probablemente comience a gestarse. Después de todo, ahora que ha cambiado su estatus, ya todos son migrantes económicos. Gilberto López Villagrán en @mundiario

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