Que en el ciberespacio hay mucha estupidez es hecho conocido

Dominio de internet.
Dominio de internet.

Pero la virtud del mundo conectado es que, aparte de majaderías y propaganda ultra, podemos encontrar información y datos veri­ficados (incluso reportajes sobre el islam hechos por japoneses). 

Que en el ciberespacio hay mucha estupidez es hecho conocido

Que en el ciberespacio hay mucha estupidez es hecho conocido; pero cuando se combina con racismo apenas soterrado, debemos levantar alarmas. No es con­cebible que alguien pueda dar crédito a una presunta información titulada ¿Por qué Japón no tiene problemas con el islam?, de la que sacas la impresión de que no hay musulmanes en ese país. Pero la virtud del mundo conectado es que, aparte de majaderías y propaganda ultra, podemos encontrar información y datos veri­ficados (incluso reportajes sobre el islam hechos por japoneses). Una consulta ele­mental, en la Wikipedia (sobre todo en las versiones francesa e inglesa), constatan que el contacto del Islam con Japón se inicia a finales del siglo XIX e incluye el asilo de refugiados turcos y tártaros huidos de la revolución rusa. La mezquita de Kobe fue construida en 1935 y la de Tokio fue finalizada en 1938, habiendo actualmente más de 20, además de un centenar de lugares de oración; en 1970 el centro islámico de Tokio promueve la edición de obras traducidas al japonés. La tabla de población islámica por países del Pew Research Center estima en Japón unos 185.000, sólo el 0,1% de la población.

Además de descartar informaciones falsas, es necesario reflexionar sobre el peligro de la difusión acrítica de soterrada propaganda de ideas intolerantes. Si es difícil la convivencia de culturas y religiones diferentes, las apelaciones a la expul­sión de comunidades establecidas desde hace varias generaciones repite los proce­dimientos de la Inquisición. Que, según los genetistas británicos, no logró evitar que «uno de cada cinco españoles y portugueses tenga un antepasado judío, mien­tras que una décima parte de los ibéricos cuentan con ancestros del norte de Áfri­ca»; mas aún, «una alta proporción de hombres de Galicia y Castilla-León  cuentan con una herencia [genética] del norte de África. En Asturias, el número de hombres con cromosoma Y judío-sefardí iguala a los que tienen cromosomas europeos.» Por contraste con las apelaciones fundamentalistas y también por la fecha de publica­ción, es muy de agradecer el artículo Bienvenidos sean los refugiados, del analista eco­nómico Guillermo de la Dehesa, que debería ser de obligada lectura para todos los que apelan a las soluciones simples, y equivocadas.

Datos

La calificación de ultra a la web alertadigital es suave a la vista de entradas como la titulada «Repatriación de los musulmanes a sus países de origen y prohibición de la práctica pública del islam, únicas salidas para la supervivencia europea», fechada el mismo día de los atentados en Bruselas. La otra entrada, citada arriba, tiene ya más de tres años de antigüedad, pero fue aprovechada por los intolerantes simplistas en los días inmediatos posteriores a esos trágicos sucesos. Curiosamente la web Jews News, noticias sobre los judíos, se había apuntado a lo de «la tierra sin musulmanes», aunque añade que en Japon «la religión está conectada al concepto nacionalista» y aunque no tienen una religión oficial «los comportamientos relacionados con la religión sintoísta, junto con elementos del budismo están integrados en las costumbres nacio­nales». La magnifica web The World Factbook de la CIA detalla que la religión en Japón esta dis­tribuida en «sintoísmo 79,2%, budismo 66,8%, cristianismo 1,5% y otras 7,1%», aclarando que el exceso del 100% está causado porque mucha gente practica ambos, sintoísmo y budismo.

En 2010 el foro Pew estimó en 1.570 millones los musulmanes en el mundo, el 22% de la población mundial. El islam es la segunda religión más grande del mundo, superada sólo por el cristianismo, que representa el 33% de la población mundial con poco más de 2.000 millones de fieles. Pero el islam sunita es la mayor denominación religiosa en todo el mundo, con más de 1.300 millones de seguidores, mientras el catolicismo se sitúa en el segundo lugar con poco más de 1.100 millones de adherentes.

El uso por los medios del término “fundamentalismo” asociado a “islamista” ha equiparado al islam con terrorismo, mientras los fundamentalistas cristianos, muy de USA, no tienen esa connotación. Pese a que allí el número de musulmanes no alcanza el 1% de la población, son denostados por los republicanos. Jeb Bush, que era el más moderado de sus precandidatos a la Casa Blanca, propuso «aceptar solo a los refugiados sirios que sean cristianos y que lo demues­tren con un examen de religión», mientras Donald Trump «no descarta crear una base de datos para registrar a los musulmanes y obligarles a llevar una identificación especial.» Los especia­listas estiman que los terroristas «son conversos al islam, es decir, gente que se ha radicalizado bajo la bandera del islam. Eso explica que el funcionamiento de este grupo nada tiene que ver con valores religiosos sino más bien psicológicos.»

El artículo de Guillermo de la Dehesa incluye contundentes afirmaciones como «los países europeos no tienen futuro sin una creciente inmigración de países pobres o emergentes, dado el creciente envejecimiento de sus poblaciones.» Citando a The Economist, explica que «son gen­tes muy jóvenes que vienen a una Europa que es la región más envejecida del mundo, después de Japón. Su edad media es de 23 años, la mitad de la edad media deAlemania, que es el país más envejecido de Europa, seguido de Italia y de España. Además, el 82% de los refugiados tiene menos de 34 años y bastantes tienen educación secundaria e incluso universitaria.» Reco­ge también el paralelismo entre la guerra religiosa en Europa, entre católicos y protestantes, la Guerra de los 30 años (1618-1648) y la actual guerra, entre suníes y chiíes que empezó en Irak en 2005 (una diferencia de 200 años en el estallido de ambos conflictos internos tras la funda­ción de ambas religiones).

El coronel del ejército de tierra y reconocido analista experto en terrorismo, Pedro Baños, afirma «no podemos dejar que hagan que no seamos tolerantes con otras religiones», propo­niendo el fomento de la multiculturalidad y el respeto mutuo de todas las religiones que convi­ven en un país. Recuerda que «los musulmanes son europeos que practican esa religión» y que los gobiernos de Europa deberían educar así a toda la población. Aquí recordamos que en 1492 se expulsó a los musulmanes y judíos, pero apenas sabemos que entre 1609 y 1613 se realizó la expulsión de los moriscos. Incluso tenemos una idea del ambiente provocador referenciado por un contemporáneo, Cervantes fallecido en 1616, quien en la segunda parte del Quijote, de 1615, hace decir a Sancho «[…] siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aque­llo que tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos» [Cap. VIII  Donde se cuenta lo que le sucedió a don Quijote yendo a ver su señora Dulcinea del Toboso]. Francisco Rico, en la nota 23 de ese capítulo de su edición para el Instituto Cervan­tes, asevera que «irónicamente, Cervantes pone en boca de Sancho una execración contra los judíos que debió de ser corriente en ciertos sectores sociales.» La expulsión fue de unas 300.000 personas, la mayoría de ellas de los reinos de Valencia (un tercio de su población) y de Aragón (una sexta parte); era una parte importante de la masa trabajadora, lo que supuso una merma en la recaudación de impuestos y produjo despoblación de las zonas más afectadas, que dura­ron décadas. Los campesinos cristianos vieron cómo las tierras dejadas por la población moris­ca eran inmatriculadas por la nobleza, que pretendía recuperarse rápidamente con abusivos alquileres y condiciones. Ese procedimiento de registro de propiedades, y casi en las mismas zonas, nos suena por su uso en los últimos años por la iglesia católica y por la Ley 13/2015, de 24 de junio, que la modificó y que está pendiente de su cuestionamiento por la UE.

Casualmente estos días el Tribunal Penal Internacional para los delitos de la Antigua Yugos­lavia (TPIY) de la Haya hizo pública la condena de 40 años al general Karadzic, quien puso en práctica de forma extrema esas teorías con el genocidio de 8.000 musulmanes bosnios. Había desaparecido durante 13 años, practicando la medicina alternativa como psicólogo. Al parecer en más de una ocasión había manifestado que «los musulmanes se reproducen como animales, mientras los serbios lo hacen como personas». Esos comentarios de taberna pueden llevar a actitudes criminales cuando se adoctrina así a personas sin capacidad crítica.

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