Chipiona, el esperpento, los Pantoja y la Kedá: crisis de la prensa rosa

Kiko Matamoros y Lidia Lozano, tertulianos de Sálvame.
Kiko Matamoros y Lidia Lozano, colaboradores de Sálvame.

A diferencia de esos reportajes sobre la Preysler durante sus vacaciones, la prensa rosa ha hecho recientemente de Chipiona una nueva Marbella inspirada en el esperpento.

Chipiona, el esperpento, los Pantoja y la Kedá: crisis de la prensa rosa

A diferencia de esos reportajes sobre la Preysler durante sus vacaciones, la prensa rosa ha hecho recientemente de Chipiona una nueva Marbella inspirada en el esperpento.

 

Quedaron para el olvido las dietas a pomelo de la Preysler y los casoplones de Nati Abascal. Ahora la prensa rosa, sin el brío de Carmina Ordoñez, se concentra en la Macondo del Sur, Chipiona, punto neurálgico del amarillismo durante este estío. Hijos de folclóricas y de toreros han reemplazado el caché y la pata negra de sus ancestros, matadores de pedigrí y tonadilleras de la Hispalis mozárabe, por una ralea de niños malcriados, carentes de talento, que han sabido construir unas biografías inspiradas en Los ricos también lloran y en Pasión de gavilanes.

Porque lo que sucede en Chipiona es más cutre que el anuncio del Danacol. Embarazos prematuros, wassaps de follamigos y ataques de cuernos se han convertido en la tramoya de este teatro de marionetas donde las productoras televisivas están invirtiendo mucho dinero para que este corrillo de muñecos sin cabeza y chochonas de feria dure hasta que todo sea tan miserable que ya nada quede por vender.

Los desnudos en Interviú y algún polígrafo del que Kiko Rivera llamó pelopolla darán por  acabada esta telenovela. Chipiona es la nueva Marbella de Gunilla, pero con el chonismo de los rave poligoneros, de los muchachos que, sin el graduado escolar, adictos al rebujito y al PER, cumplirán los veintitantos sin dar un palo al algua. Ya no necesitan entrar en Gran Hermano porque la Kedá se ha convertido en la fábrica de la tele, en la taberna fantástica donde los maromos de la zona conocen al matriarcado de los Pantoja y los Ortega. Y la vida pasa. Y Sálvame se ceba con estos fantoches sacados de Luces de Bohemia, alojados en las rancias costumbres de la Andalucía más retrógrada y supersticiosa, pero con un Audi y pinchando en las discotecas porque no se vale para otra cosa. Y es triste. Y qué burro soy. Porque yo sigo a estos personajes, porque hay mucha literatura de folletín detrás de sus vidas confiscadas por la prensa rosa y el mal gusto. Ellos se dejan, porque las vacas gordas no duran para siempre. Especialmente, si esta camada, a diferencia del genio de sus padres, no sabe hacer la o con un canuto.

 

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