Nélida Piñón vivió, de los 10 a los 12 años, en Galiza, la verdadera Aldea Global

Nélida Piñón. / Archivo.
Nélida Piñón.

Desde entonces, la escritora brasileña no dejó nunca de sentirse una de los nuestros, con la ventaja de no caer en "a morrinha, deformaçao da saudade", comenta este articulista.

Nélida Piñón vivió, de los 10 a los 12 años, en Galiza, la verdadera Aldea Global

Desde entonces, la escritora brasileña no dejó nunca de sentirse una de los nuestros, con la ventaja de no caer en "a morrinha, deformaçao da saudade", comenta este articulista.

El lunes pasado tuvimos el privilegio de conocer en carne y hueso a la gran escritora brasileira de origen gallego, Nélida Piñón, perita en premios literarios a escala universal, a quien sólo le alta, por ahora, el Nobel. El encuentro fue en el Instituto Cervantes de Río de Janeiro.

Se trataba de la inauguración de la muestra fotográfica Os Adeus, obra  de Alberto Martí, del que  fui compañero en la Prensa coruñesa. Hombre ecuánime y afable pero, sobre todo, redactor objetivo, valga el oportuno retruécano.

Hasta la antigua capital el Brasil se desplazó para presentar la exposición – que seguirá a Sao Paulo y Brasilia – Ramón Villares, presidente do Consello da Cultura Galega, vello amigo do tempo da longa Transición logo da “longa noite”.

Después del reencuentro en una de las inmensas Galizas, mi mujer y yo saludamos a Nélida, que nos dedicó una seleçao de sus contos y con quien charlamos unos minutos, favorecidos, además, por los buenos oficios y simpatía de la esposa de Villares.

Nélica Piñón Cuiñas –o, en portugués, Nëlida Cuiñas Piñón – hija de galego de Borela (Cotobade) – y de brasileira de origen gallego, vivió, de los 10 a los 12 años, en Galiza, la verdadera Aldea Global, y desde entonces no dejó nunca de sentirse una de los nuestros, con la ventaja de no caer en “a morrinha, deformaçao da saudade".

En el horizonte del aún no presente siglo XXI, galegos, portugueses, brasileiros, moçambicanos, angolanos, caboverdianos, e onde quer se fale na lingua de Gil Vicente, havemos  ser viajantes do tempo na corrida do futuro.

      

           

           

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